Corrupción K: la imagen es todo

Por Alexander Guvenel

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En 1997 el politólogo italiano Giovanni Sartori publicó un ensayo llamado Homo Videns. En aquel trabajo realizó una alerta por el reemplazo de una cultura donde la palabra y la escritura eran centrales por una donde la imagen se impone en la formación de la opinión pública. Eran los comienzos, según él, de la preponderancia de lo visible por sobre lo inteligible. Su libro está básicamente centrado en el poder de la imagen brindado por la televisión, a lo que ahora deberíamos agregarle los otros tantos medios audiovisuales de comunicación, que han tenido un crecimiento exponencial en las últimas dos décadas. Las explicaciones brindadas a la sociedad de manera unidireccional desde la "caja boba" constituían el problema para el talentoso pensador italiano; hoy podríamos afirmar que hay múltiples cajas y que la relación del individuo con los medios ya no es unidireccional.

No obstante esto, basándonos en aquella premisa, y sumándole el actual contexto tecnológico a nivel mundial y el cambio de gobierno a nivel nacional podemos ver que las reacciones sociales ante las imágenes (explícitas) de personas ligadas de una u otra forma con los gobiernos de Néstor y Cristina cometiendo ilícitos es muy fuerte. Primero se trató del conteo de enormes volúmenes de dinero en la financiera conocida como "La Rosadita" por parte del hijo de Lázaro Báez. Luego los bolsos arrojados a un convento de General Rodríguez por el ex secretario de obras públicas durante todo el kirchnerismo José López; y por último la apertura de la caja de seguridad de la joven heredera de ambos ex presidentes y los 4.6 millones de dólares encontrados que, en principio, superan lo que le corresponde por el fallecimiento de su padre y que, dicho sea de paso, demuestra que la pasión por el efectivo es hereditaria.

Sin dudas el caso José López marcó un antes y un después para un kirchnerismo que, hasta ese hecho, tenía expectativas de algún reposicionamiento político y que hoy se debate entre la desaparición y la intrascendencia. Lo que el impacto de las imágenes generó en la sociedad va en línea con lo planteado por Sartori pero aquí se suma un elemento que resulta preocupante. El juez Daniel Rafecas tenía una causa contra el ex secretario por enriquecimiento ilícito desde el año 2008 y no había hecho prácticamente nada por avanzar en ella. Las imágenes de los bolsos y valijas repletos de billetes y relojes arrojados a un viejo convento más el rostro desencajado y aturdido de un ex secretario de obras públicas que compartió decenas de actos y recorridas con el matrimonio Kirchner "obligaron" al juez remolón (evidentemente el mote de tortuga puede caberle a varios del fuero federal), a activar la causa que desde hace mucho reunía elementos suficientes como para tener a López tras las rejas. En este sentido también la justicia argentina le ha otorgado a las imágenes una preponderancia sobre el resto de los elementos probatorios adoptando de esta manera una actitud que podríamos catalogar, como mínimo, de poco ajustada a derecho.

En términos políticos son estas mismas imágenes las que lograron que kirchneristas "de paladar negro" pongan en tela de juicio y hasta quiten -en algunos casos- las manos del fuego por el matrimonio Kirchner. Fue el límite político (o la conveniencia) para aliados del kirchnerismo como el Movimiento Evita, para Maurice Closs y los colegas de bancada que le responden, intelectuales y artistas que habían sido "encantados" por el modelo nacional y popular y también, por qué no decirlo, por una opinión pública que hasta hace pocos meses y pese a la numerosa evidencia acumulada de corrupción apoyó en número considerable a un esquema de poder que basó su permanencia en dádivas y consumo, anuncios grandilocuentes y defectuosa concreción, cuotas y cepos, sensación de bienestar y también de inseguridad.

Salvo que este dramático transe se trate de un comienzo de cambio, donde la sociedad finalmente decida poner un punto final a la fiesta de la corrupción que por tantos años asoló al país y que esto a su vez obligue a jueces y fiscales a tomar con seriedad las denuncias sin esperar a la imposición de imágenes grotescas, nos moveremos siempre en un derrotero de temas impuestos por humores basados exclusivamente en uno de los sentidos y que apenas constituyen parte de una realidad que deberemos modificar para evitar nuestras recurrentes (y evitables?) "tragedias".