El escritor angoleño cultor de Borges y García Márquez

José Agualusa, nominado al prestigio premio Booker Internacional, viajó a Buenos Aires para presentar la novela “Teoría general del olvido” (Edhasa) y participar del festival literario Filba Internacional.

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Agualusa fue nominado al premio Booker Internacional
Agualusa fue nominado al premio Booker Internacional

Desde su independencia en 1975 y hasta 2002, Angola vivió una cruenta guerra civil. Facciones de derecha e izquierda —sostenida por Fidel Castro— se disputaban la ex colonia portuguesa. La vida en Luanda, la capital del país, estaba atravesada por saqueos, enfrentamientos en las calles, linchamientos, desapariciones. Con todo, el presidente José Enrique Dos Santos lleva más de 35 años en el poder.

 

Ese es el marco de la novela de Teoría general del olvido (publicada en Argentina por Edhasa), de José Eduardo Agualusa, que narra la historia de Ludovica, una mujer de clase alta que, exactamente el día del levantamiento independentista, decide encerrarse en su casa y, casi como en un exilio al revés, se mantiene incomunicada con el exterior durante el tiempo de la guerra.

—Para mí está claro que el libro es sobre la xenofobia y el miedo a los otros —dice Agualusa, que viajó a Buenos Aires a presentar la novela y participar del Filba—. Ella se encierra durante 30 años, básicamente, porque tiene miedo, y sólo puede salvarse si se entrega a otra persona. Lo mismo le sucede a otros personajes, como el sicario portugués, un racista que va a terminar viviendo exiliado en un pueblo nómade del sur. En él es aún más extremo porque prácticamente muda de piel, cambia de raza.

Teoría general del olvido fue inicialmente el guion de una película: ¿qué le llevó a continuarla como novela?

—Si se hubiera filmado no sé si hubiera escrito la novela, pero como no sucedió, los personajes continuaron creciendo dentro de mí. Durante muchos años fui Ludovica. De hecho, viví en Luanda en un edificio parecido al de ella, en un período de gran intolerancia política. Tenía miedo de salir a la calle; me imaginaba quedándome en aquel departamento, imaginando métodos de supervivencia para no salir a la calle.

¿Cómo espera que la novela sea recibida por los lectores argentinos, particularmente con la figura de las desapariciones?

—Una novela mía anterior, El vendedor de pasados, se adaptó para el cine en Brasil. La llevaron a la realidad brasileña, pero curiosamente la parte de la violencia política la situaron en la Argentina. En esa novela hay un hombre que inventa pasados y aquello que inventa comienza a suceder, y uno de los personajes es una fotógrafa que ha perdido sus padres durante los años más duros de la dictadura: en la película brasileña es argentina. Además, en los 70 llegaron a Angola muchos argentinos que pertenecían a grupos de izquierda que huían de la dictadura. Es verdad que hay muchas similitudes, pero porque todas las dictaduras se parecen, todos los dictadores son los mismo. El otoño del patriarca podría hablar de Salazar, de Pinochet, o de José Eduardo Dos Santos. Todos los dictadores son lo mismo.

“La novela habla de la xenofobia”, dice Agualusa.
“La novela habla de la xenofobia”, dice Agualusa.

Hace unos años la Argentina mantuvo una serie de acuerdos comerciales con Angola, que finalmente no prosperaron. Fuera de eso, para los argentinos, Angola y el continente africano en general es un territorio exótico. ¿Cómo es para el angoleño la imagen de la Argentina y de América latina?

—Bueno, está la literatura. Para un lector siempre hay relación fuerte con Argentina. Además, la literatura angoleña no viene de la literatura portuguesa sino de la brasileña y en gran medida de la literatura latinoamericana. Yo tengo una relación particular con Borges.

Sin embargo, en el libro hay un ambiente cercano al realismo mágico.

—Me considero más hijo de Borges que de García Márquez. Me interesa cómo el absurdo se entromete en la vida cotidiana. García Márquez estuvo en Angola invitado por Fidel Castro para escribir sobre las tropas cubanas. Escribió un libro delicioso que se llama Operación Carlota, y en una entrevista que está publicada en El olor de la guayaba dijo que la visita a Angola fue muy importante para él porque comprendió que muchas de las cosas que consideraba latinoamericanas eran, en realidad, africanas. La presencia de lo fantástico es muy fuerte en Angola. Es muy difícil hacer un libro realista que no sea considerado como realismo mágico.

¿Cómo cambia la literatura del continente africano a partir del premio nobel a John Coetzee?

—África ya tiene cuatro nóbeles de literatura.

Sí, claro, Nadine Gordimer…

—…Y un egipcio y un nigeriano. Pero África es un continente con muchas diferencias. Sales de Argentina y vas a Brasil o a Uruguay y las diferencias no son tantas; en cambio, atraviesas la frontera de Angola a Namibia y es como cruzar ya no a otro país sino a otro planeta. No se puede hablar de una literatura africana: hay muchas literaturas.

¿Cambió su forma de escribir a partir de los reconocimientos de la crítica y la nominación al Premio Booker Internacional?

—Los premios son siempre buenos, pero no debes dejar que te afecten. Escribir implica una cierta irresponsabilidad, en el sentido de que uno no debe pensar qué va a pasar después de haber publicado. Tienes que escribir porque estás movido por una pasión, porque tienes algo para decir.

Descargate la app de Grandes Libros (disponible para iOS yAndroid) y opiná sobre Teoría general del olvido, de José Eduardo Agualusa.

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