Blanqueo a medias: la plata seguirá fuera de la Argentina

Hay encuestas para casi todo. Pero faltó una que le pregunte a la gente por qué eligió entrar al histórico sinceramiento fiscal que concluyó el viernes, y cuyos resultados finales se anunciarán en la tarde del martes, o la mañana del miércoles. Ante la falta de datos estadísticos, valen las conjeturas: lo más probable es que la elección no esté relacionada con la súbita confianza que ahora despierta el gobierno y la política económica, sino con un motivo mucho menos sofisticado. Simplemente las dificultades de no poder mover el dinero negro en el sistema financiero internacional.

Muchos bancos internacionales ya le venían advirtiendo a sus clientes que debían cerrar sus cuentas si no pensaban blanquearse ante el fisco. Y en los últimos años se volvió cada vez más difícil transferir fondos de una cuenta a otra, movimientos que cada vez más resultaban denegados por las entidades participantes en la transacción.

Lo definió muy bien el tributarista César Litvin en la mitad del proceso: "La plata en cuentas no declaradas serán como un cuadro de Picasso. Se puede mirar pero no tocar".

Los intercambios de información financiera supuestamente firmados con los Estados Unidos quedaron por ahora como meros anuncios. Nada indica que el nuevo gobierno de Donald Trump esté interesado en acelerar el proceso con la Argentina. No significa que no suceda en el futuro, pero no parece algo factible en los próximos tres o cuatro años.

Pero más allá de estas especulaciones, el dato concreto es que el blanqueo se ubicó en el rango de los 120.000 a los 140.000 millones de dólares. La cifra equivale a más del 25% del PBI y resulta inédita para un proceso de estas características. La potencia de incorporar este dinero al circuito económico formal resultaría gigantesca. La mala noticia es que eso no sucederá, al menos en los próximos años.

Refuerzo de la recaudación para cancelar deuda con jubilados

El único beneficiado por el blanqueo fue hasta ahora el Estado, que recaudó una cifra cercana a los $130.000 millones de pesos a través del impuesto especial al blanqueo. Con ese ingreso extraordinario se consiguió cerrar el déficit fiscal de 2016 sobrecumpliendo la meta. Y ahora le permitirá al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, cerrar holgadamente el rojo fiscal comprometido para el primer trimestre (0,6% del PBI) a pesar de que el gasto público sigue creciendo a un ritmo del 40% anual, por encima de la inflación acumulada, y de que esos recursos tienen una asignación específica: la Reparación Histórica a los Jubilados.

Existe otro beneficio poco comentado hasta ahora del blanqueo. Resulta una fuente de financiamiento fundamental para el Gobierno por lo menos en los próximos dos años, en los que se sigue proyectando un déficit elevado. Esto es así porque los títulos públicos que compren los inversores argentinos quedan exentos del pago de Ganancias y Bienes Personales. Es decir que es dinero blanqueado pero que seguirá sin pagar impuestos como cuando estaba en negro.

Por lo tanto, el incentivo para seguir incorporando bonos locales en las carteras de inversión es muy grande, aún cuando puede no ser lo más aconsejable desde el punto de vista de la diversificación que debería tener cualquier portafolio de inversión.

Poco impulso de los fondos de inversión cerrados

Pero el "círculo virtuoso" del blanqueo debería pasar por captar al menos una parte de ese dinero incorporado al circuito impositivo a la inversión productiva. El primer intento fueron los fondos cerrados de inversión, creados para destinar recursos del blanqueo a actividades productivas como real estate, agro y energías alternativas. Pero resultó un fiasco. Sacando los casos de "autoblanqueo" para no pagar el 10% de multa, los fondos genuinos captados en el mercado no llegaron a los USD 300 millones.

El motivo es que quienes invierten en estos instrumentos están sujetos a la doble imposición impositiva, es decir que deben pagar el 35% de ganancias a través del fondo, lo que le quita atractivo al producto.

El Gobierno presentó una nueva ley de mercado de capitales, que tiene entre sus objetivos eliminar esa traba fiscal. Esto permitiría crear muchos fondos de inversión productiva en el futuro para canalizar dinero blanqueado a la producción. Pero por las crecientes diferencias entre Cambiemos y el Frente Renovador, ese proyecto no se tratará este año en el Congreso, que prácticamente se quedó sin agenda económica para lo que resta del 2017.

"A (Sergio) Massa no le creo nada", había disparado el Presidente Mauricio Macri a Mirtha Legrand. Y así clausuró cualquier posibilidad de avanzar con un proyecto que el propio gobierno había definido como "clave" para este año.

"No veo mucha voluntad por parte del Ejecutivo de armar una agenda parlamentaria donde además de tratar leyes como la de mercado de capitales se trate cómo superar la crisis de las PYME o generar puestos de trabajo", explica Marco Lavagna, diputado del FR que estuvo trabajando en un principio sobre algunas modificaciones al proyecto que quedaron en la nada.

En los países que han salido de crisis y se dio un proceso de inversiones son siempre los locales los que dan el primer paso. Y mucho después vienen los extranjeros. Por eso resulta clave que sean los propios argentinos los que se animen. Pero hasta ahora no ocurrió. Salvo algunas excepciones que muestran el camino como sucedió en la última semana: una pyme del interior fabricante, Tía Maruca, le compró a la poderosa multinacional Pepsico una planta en San Juan.

Lenta maduración de los anuncios de inversiones

La ausencia de incentivos fiscales es sólo uno de los motivos que complica que "lluevan" los miles de millones de dólares blanqueados. Además está la incertidumbre propia del momento que atraviesa la Argentina. El listado es amplio: piquetes, paro general de esta semana y el resultado de las elecciones legislativas son algunos de los temas que inquietan a quienes deberían liderar el proceso inversor.

Pero además están las dudas por la situación económica, desde la falta de reacción de la actividad hasta los altos niveles de inflación y un nivel de gasto público difícil de contener. Existe otro motivo que hace que los inversores se muestren reticentes: el atraso cambiario cada vez más acentuado, que vuelve muy cara cualquier apuesta en dólares. Mientras estas dudas no se vayan disipando, los dólares seguirán en las cuentas del exterior y no volverán a la Argentina.

Por lo pronto, esta semana Buenos Aires volverá a ser una gran vidriera para atraer inversores extranjeros, que siguen más que interesados en el proceso que vive la Argentina pero no se animan a ir más allá.

A partir del miércoles será el turno del "Davosito", el capítulo latinoamericano del World Economic Forum que se organiza todos los años en Suiza. Uno de esos días coincidirá con el paro convocado por la CGT. Pero además tendrá lugar un seminario organizado por el Financial Times, aunque la semana ya arranca con un plato fuerte: un encuentro inédito organizado en un hotel cinco estrellas por el Institute of International Finance, la entidad que agrupa a 350 bancos de todo el mundo, que por primera vez realiza una conferencia en el país. Por eso asistirán tres altos funcionarios (Marcos Peña, Federico Sturzenegger y Nicolás Dujovne), al tiempo que también hablará el presidente y CEO de esta organización, el ex subsecretario del Tesoro norteamericano Tim Adams. Se trata de uno de los lobbyistas más fuertes que en su momento buscó presionar a la Argentina para que pague su deuda en default. Ahora viene a respaldar los cambios implementados por el Gobierno macrista.

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