Una novela sobre la pubertad y el desamparo

Con 29 años, Leila Sucari ganó con "Adentro tampoco hay luz" (Tusquets) el primer premio en la categoría novela del Fondo Nacional de las Artes. En diálogo con Infobae, habló sobre la singularidad de su trama, de la construcción de sus personajes y de las sensaciones de haber publicado su primer libro

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Leila Sucari es periodista freelance y con 29 años fue la ganadora del primer premio en la categoría novela por su obra Adentro tampoco hay luz. Este galardón fue entregado por el Fondo Nacional de las Artes, que cada año les da una distinción a los escritores de nuestro país.

La historia cuenta el verano de una niña que está entrando en la pubertad con una capacidad de observación ajena a los prejuicios de los adultos y cómo se va tejiendo la relación que tiene con su abuela y su prima. Ellas son mujeres aisladas, encerradas cada una en su propio desamparo, en una tierra que ha dejado de ofrecer el futuro.

La autora, que estudió artes visuales, periodismo y filosofía, logra construir la voz de una niña desprejuiciada. Su lenguaje es pura iluminación y logra atrapar al lector por su fluidez a la hora de contar.

-¿Cuánto tiempo te llevó escribir la novela?

-La escribí durante todo el embarazo de mi hijo, nueve meses, más el primer año. Fueron casi dos años. Esta novela la escribí de manera pausada, relajada, pensando mucho y corrigiendo. Me tomé demasiado tiempo para elegir cada palabra, cada detalle, las comas, y me volví obsesiva de la perfección.

-¿Como describirías al personaje central?

-Está bastante sola, está desamparada. A la prima la admira muchísimo pero la prima al mismo tiempo es un personaje un poco conflictivo y trastornado. Sus vínculos son más que nada con los animales y por ahí las plantas y la tierra.

-¿Qué tenés del personaje de la niña?

-Tengo una especie de mirada infantil hacia la vida. Le presto atención a ciertos detalles. A mí me encantan los animales, soy de quedarme mirando cositas, como las hormigas que pasan, como esos detalles, siempre me interesaron mucho.

-¿Su virtud es la adaptación?

-Sí. Se adapta a la fuerza. Llega a un lugar bastante ajeno y hostil, y no tarda demasiado en hacerlo su hogar.

“Adentro tampoco hay luz”, de Leila Sucari editado por Tusquets. La ilustración es una obra de Renata Schussheim.
“Adentro tampoco hay luz”, de Leila Sucari editado por Tusquets. La ilustración es una obra de Renata Schussheim.

-¿Qué une a todos los personajes?

-Cada uno vive en universos que dan vueltas por separado y les resulta muy difícil conectarse, establecer una comunicación y una relación. Lo que les pasa a todos en la novela es que están en un momento de quiebre, de transición, como tratando de ver quiénes son.

-¿Te inspiró la actualidad?

-Sí. Vas en el subte y están todos metidos en sus teléfonos y sí, esto del aislamiento y que cada uno se vuelve una órbita separada, lo veo, pasa. El aislamiento creo que es algo muy fuerte que nos está pasando ahora.

-¿Qué descubriste vos después de escribir esta novela?

-Todavía hoy me sigo sorprendiendo de que logré sacar mi primera novela. Cuando yo empecé a escribir no tenía ni idea de si era un cuento, un relato y después siguió, siguió y ahora estoy sorprendida de que se haya transformado eso en un libro. Me sorprende esto de trabajar a largo plazo. Soy periodista freelance y todo lo que hago en general es corto y rápido. Esto de estar haciendo algo a largo plazo, siguiendo un hilo… es como la posibilidad de crear algo un poco más allá de lo efímero.

-¿El título Adentro tampoco hay luz de donde viene?

-Ningún personaje sabe qué está haciendo ni hacia dónde quiere ir. Ni la madre, ni la abuela, ni la niña, ni la prima, ni el novio de la madre, ni Joaquín. Todos andan un poco así por las tinieblas. Perdidos y buscando qué hacer, quiénes son. Muestra la falta de claridad, que adentro no hay luz, afuera no hay luz. Nadie sabe demasiado por qué pero uno sigue, busca y mira.

-¿Cuál creés que es el leitmotiv de cada uno de los personajes?

-Bueno, la prima tiene como la cosa de rabia, desaforada y de mucha pasión, de mucha vida que en algún punto es tanta la vitalidad que tiene que se le termina transformando en todo lo contrario y termina haciéndose daño porque no sabe canalizar toda esa energía. Después, el personaje de la niña es puro descubrimiento, tiene mucho con los sentidos como oler, tocar, sentir, no tanto con el pensamiento sino esto del cuerpo frente a lo que la rodea. Y la madre, por más que sea adulta y madre, sigue en plena búsqueda, no sabe muy bien, va cambiando todo el tiempo y tiene también una relación muy complicada con la hija y con su madre.

-De hecho ni quiere que vaya al colegio, quiere enseñarle ella…

-Sí y piensa que su manera es mejor hasta que al final como el choque es con la abuela la termina anotando. La madre tiene esta cosa de vulnerabilidad y al mismo tiempo de espíritu de seguir probando cosas, de inventar. Y de pronto ideas que no tienen mucho sentido para otra gente, para ella es la posibilidad de salvarse y se arriesga. Eso creo que está bueno, va más allá de todas las dudas y todo prueba.

-¿Cómo definirías la lectura de tu novela?

-De fluidez y de estar muy metida. Siento que la gente que la leyó me lo dice, se transmite a la hora de leer como una cosa de fluidez, de llevarte. Es como que te agarro de la mano y te digo "metete acá".

 

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