"La prohibición de amar": el joven Wagner y la reivindicación del amor libre

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La segunda ópera que se presenta en la temporada lírica del Teatro Colón es una poco conocida obra del gran compositor alemán.

La prohibición de amar, segunda ópera que se presenta en la temporada del Teatro Colón, es una de las obras menos conocidas del compositor alemán Richard Wagner. Aunque libreto y música pertenecen a una de las figuras fundamentales del panteón lírico, esta pieza atípica casi nunca se pone en escena. Wagner la compuso cuando tenía poco más de veinte años, y es la primera vez que se presenta en nuestro país, en una coproducción del Teatro Real de Madrid, el Colón y la Royal Opera House de Londres: una ópera del siglo XIX en una puesta moderna y desprejuiciada del siglo XXI.

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A Wagner se lo suele asociar con dioses de la mitología germánica, con héroes, con aspirantes a santos o redentores de las leyendas medievales; también con una música solemne, sublime y de duraciones extremas. Esta ópera juvenil, sin embargo, no presenta ninguno de estos rasgos, algo que la vuelve particularmente amigable para quien quiera acercarse por primera vez al mundo wagneriano. En su música melodiosa y chispeante pueden encontrarse ecos italianos de Bellini, Donizetti e incluso Rossini, y la huella de operistas cómicos franceses como Auber y Hérold.

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Porque La prohibición de amar es, a la vez, una comedia ligera y una gran ópera cómica, basada libremente en una obra de Shakespeare, Medida por medida. Transcurre en la ciudad italiana de Palermo, durante el Carnaval, y es la historia de dos hermanos. Por un lado, Claudio, un noble algo frívolo que es encarcelado por las autoridades de la ciudad, acusado de cometer actos sexuales ilícitos; por otro, su hermana Isabella, una novicia que debe interceder por él pero que, embarcada en esa tarea, acabará yéndose del convento, descubriendo la vida y la sexualidad, y casándose con Lucio, el mejor amigo de Claudio.

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La obra puede interpretarse como una reivindicación del amor libre frente a la pacatería y el puritanismo de la época. Según el historiador de la música Chris Walton, el título de la ópera representa un eufemismo, porque lo que en realidad está en juego es la prohibición de entablar todo tipo de acto sexual. Ya sea negado, reprimido o sublimado, el erotismo ocupará de aquí en más el centro gravitacional de las obras del compositor alemán.la prohibicion de amar 1920 (3)

Como ocurre siempre en las óperas de Wagner, conviene prestar mucha atención a la obertura, esa introducción orquestal que sintetiza en pocos minutos –casi como una ópera en miniatura– todo el despliegue posterior de la obra. En este caso, se entabla una oposición entre el clima festivo –el tema del carnaval– y el motivo amenazante de la prohibición de amar: algo que puede considerarse un ejemplo embrionario de la técnica del Leitmotiv o "motivo conductor" que identifica musicalmente un personaje, una idea o una situación. También se destaca la presencia de un tema lírico, en el cual ya se puede percibir la energía expansiva que es el sello de muchas melodías wagnerianas. La ópera tiene arias destacadas –es decir, canciones autónomas, que se recortan del curso de la acción–, pero por lo general estas arias están acopladas a estructuras mayores, que incluyen dúos, conjuntos y la intervención constante del coro: un procedimiento que Wagner irá perfeccionando a través de los años. Esta idea de una musicalidad incesante, no parcelada en pequeñas escenas, involucra toda una nueva concepción de la dramaturgia, y el propio compositor sabrá teorizarla más tarde a través del concepto de "melodía infinita".

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Quien desee conocer más sobre esta ópera puede leer los divertidos pasajes que le dedica Wagner en su autobiografía Mi vida. En cuanto a Medida por medida –una de las comedias más complejas y agridulces de Shakespeare–, contamos con varias traducciones españolas, y una buena introducción a su lectura puede encontrarse en el capítulo que le consagra Harold Bloom en su libro Shakespeare. La invención de lo humano (1999).

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Quedan todavía tres funciones de La prohibición de amar: el 29 y 30 de abril y, finalmente, el 2 de mayo: son, a no dudarlo, tres raras ocasiones para escuchar y ver en escena la menos wagneriana de todas las óperas de Wagner.