No siempre fueron los mismos. Los años alteraron la dinámica de las cosas. Los presentes se acumulan: las situaciones comunes a cada época viran, cambian. La dictadura del reloj, la naturaleza del tiempo inspira el sentimiento de melancolía de los nostálgicos. El recuerdo de reliquias de la industria automotriz es una apelación al pasado. En el registro contemporáneo, las personalidades más famosas son influencers, actores, deportistas, personalidades mediáticas, millonarios. En décadas pretéritas, en los años mozos del cine, las celebridades estaban en Hollywood.
El tiempo, a veces, es homogéneo. Siempre donde hubo celebridades, hubo índices de opulencia y ostentación. La ecuación es consecuente con flota exclusiva de autos de alta gama. Cristiano Ronaldo presume en su cuenta de Instagram de su última adquisición: un Ferrari F12 TDF edición limitada que supera el valor de medio millón de dólares. Si el futbolista portugués hubiese explotado sus virtudes en la década del veinte, en vez del deportivo italiano habría comprado un Kissel Car. O dos.
La actriz, cantante y productora Bebe Daniels, la aviadora estadounidense y portavoz del feminismo Amelia Earhart, la diva de Broadway Gladys George, el multicampeón de los pesos pesados Jack Dempsey, la enigmática estrella del cine Greta Garbo, el prolífico cantante Al Jolson, el piloto de automovilismo de velocidad italo-estadounidense Ralph DePalma, el actor cómico de cine mudo Fatty Arbuckle, el popular pianista Eddy Duchin, la pareja de la época Douglas Fairbanks y Mary Pickford. Las celebridades de los años dorados de Hollywood viajaban, distinguidos, en exclusivos Kissel Car: elegantes y refinados modelos de época de estridentes tonalidades de la gama del amarillo y precios exorbitantes.
Los años 20 fueron su punto de ebullición, su auge y su ocaso. Kissel Car fue una compañía automotriz estadounidense que fabricaba automóviles de excepción. Permeable al contexto histórico, construyó modelos por encargo y dedicó su fabricación a conflictos contemporáneos. Cambió su nombre por urgencia y voluntad de una nueva identidad alineada a un contexto sociopolítico recuperado. Deslumbró las luces de Hollywood. Hasta la Gran Depresión de 1929 cercenó su vuelo. Dos años después cesó su producción: había producido 35 mil autos bellos, un legado que respira en 150 modelos sobrevivientes.
La cronología de eventos comienza el 5 de junio de 1906 en Hartford, Wisconsin, cuando Louis Kissel y sus hijos George y William fundaron la Kissel Motor Car Company. Al año siguiente, presentaron su primera creación: el LD9 "Baby Tonneau", impulsado por un motor de cuatro cilindros, refrigerado por agua, que desarrollaba 40 CV de potencia. Hacia finales de década, ya había lanzado un modelo mejorado de seis cilindros y 60 CV que alimentaba la reputación de la casa matriz. Los Kissel eran autos con emoción.
Sin embargo, adaptada a la situación política de rigor, la marca respondió a las necesidades del mercado. En plena Primera Guerra Mundial, de su fábrica emergieron camiones para el ejército. La compañía floreció y cuando el conflicto bélico finalizó, dedicó sus ingresos a aumentar la producción de automóviles. Antes debió anular la suspicacias que inspiraba el nombre de la empresa: Kissel Kar se refundó en 1919 bajo la variable inglesa Kissel Car. La automotriz recreó una imagen corporativa rejuvenecida. Lo respaldó un concepto de producción rupturista.
En el iniciático arte de diseñar automóviles, creó piezas audaces, innovadoras, con un cuidado espíritu por la elegancia, el decoro, la artesanía y el detalle. El Kissel Speedster fue, tal vez, su mejor expresión. Lo apodaron Gold Bug ("bicho dorado"). Era un deportivo biplaza que permaneció una década en su exclusivo catálogo. Desde 1917 a 1927 fue objeto de deseo: conformó el estereotipo celebrity de Hollywood. Montaba un motor de seis cilindros en línea, asociado a una caja de tres velocidades, capaz de erogar una potencia de 65 CV y acelerar a 115 kilómetros por hora.
Dos años después, emprendió un camino que decidió su bancarrota. En simultáneo a la crisis económica de 1929, Kissel Car lanzó un modelo que respetaba el espíritu de la marca y reforzaba las diferencias con los competidores. El Kissel White Eagle Model 126 Speedster fue demasiado exclusivo para la época. Mientras en Detroit, los fabricantes producían automóviles económicos, de la fábrica de Wisconsin potenciaba su mandato clasista. Lo que en definitiva decretó el fin de su existencia.
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