Un equipo de empleados de la compañía eléctrica estaba caminando por unos matorrales del suroeste de Washington cuando vieron algo extraño detrás de una zanja.
En el suelo se dejaba ver un trozo de losa de granito rectangular.
Los trabajadores miraron más de cerca y vieron una inscripción. Quedaron sorprendidos.
Era un monumento conmemorativo. En honor a los espías nazis. Y esa era propiedad del Gobierno de los Estados Unidos.
"En memoria de los agentes de la alemana Abwehr, ejecutados el 8 de agosto de 1942" decía el grabado.
Debajo había escrito seis nombres junto a otra línea: "Donado por N.S.W.P.P."
Las noticias de ese descubrimiento inquietante llegaron muy pronto a los oídos de Jim Rosenstock, que trabajó en la gerencia de recursos del Servicio de los Parques Nacionales y que también era un gran amante de la historia local. Tenía curiosidad, pero se mostraba escéptico. ¿Cómo alguien podría haber colocado eso ahí? ¿Y por qué? Pero sobre todo, ¿quién?
Rosenstock necesitaba verlo por sí mismo, así que también hizo la caminata hasta Blue Pains, un área boscosa que era conocida por la planta de aguas residuales y la gran presencia de mosquitos. Ahí vio la piedra.
"Comencé a hacer mi propia investigación", recordó el hombre acerca de ese día de 2006, cuando empezó a desvelar un misterio único en Washington, sobre el espionaje de la Segunda Guerra Mundial. Algo que provocó el pánico nacional, una electrocución masiva, la supremacía blanca, J. Edgar Hoover, la burocracia federal clásica y un caso de la Corte Suprema de los Estados Unidos, que desempeñó un papel importante en la moderna guerra contra el terrorismo de los Estados Unidos.
Durante décadas, muy pocas personas en Washington y en otros lugares del mundo sabían de la existencia de la piedra. Solo cuando un ex detective de la policía del parque habló de ello, y tras una evidencia fotográfica, alguien preguntó al Servicio de Parques sobre eso.
Un portavoz habló de Rosenstock porque nadie más había vuelto a hablar de ese objeto.
El hombre descubrió que al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler estaba decidido a mostrar lo sensible que era los Estados Unidos ante un ataque nazi, por lo que ordenó a sus militares que elaboraran un plan.
El alto mando, según una noticia publicada por The Washington Post en 2002, reclutó a ocho alemanes para la misión. Divididos en dos equipos de cuatro, los hombres fueron desplazados a través de submarinos, unos a Jacksonville (Florida) y otro en Long Island (Nueva York).
El 13 de junio de 1942, el grupo de Nueva York llegó a la costa pero rápidamente fue descubierto por las autoridades costeras que no pudieron alcanzar a los individuos porque estaban desarmados. Los hombres escaparon pero, a la mañana siguiente, la Guardia Costera había desenterrado los suministros escondidos por los alemanes: fusiles, bombas prefabricadas y cuatro cajas de TNT.
Eso no importaba al cabecilla de la operación, George John Dasch, que no tenía ninguna intención de causar daño en nombre de Hitler. Así que cuando el grupo llegó a la ciudad de Nueva York, él y un camarada decidieron dejar a los demás y llamaron al FBI.
Cuatro días más tarde se llevó USD 82.000 por esa operación (lo que equivaldría a USD 1 millón de la época) y embarcó en un tren dirección a Washington. Allí se reuniría con agentes del FBI, que esperaban darle la bienvenida como a un héroe.
No lo hicieron.
J. Edgar Hoover, el jefe de la oficina, vio en él una oportunidad para ponerse una medalla. A finales de junio, con los ochos hombres capturados, el jefe de la agencia anunció el arresto y dio el crédito de la operación al FBI.
No hizo ninguna mención a Dasch.
"El país se volvió loco", escribió Francis Biddle, entonces procurador general, en una nota de memoria.
Cientos de extranjeros alemanes y otros tantos sospechosos de espiar fueron detenidos. El Departamento de Justicia prohibió trabajar a los barberos y camareros alemanes e italianos de los hoteles y restaurantes de Washington, ya que tres de ellos habían ejercido esa profesión en los Estados Unidos.
El presidente Franklin Roosevelt ordenó que los hombres fueran juzgados en secreto ante una comisión militar, una táctica respaldada por la Corte Suprema de Estados Unidos, la misma que el presidente George W. Bush utilizaría de forma similar 59 años después con los detenidos de Guantánamo.
En el verano de 1942, siete generales del ejército de EEUU determinaron la culpabilidad de los ocho hombres, pero dejaron la sentencia de castigo al presidente. Sentenció a seis a muerte y dos, incluyendo a Dasch, a largas penas de prisión, aunque ambos fueron deportados después de la guerra.
Las electrocuciones comenzaron a las 12:01 p.m. del 8 de agosto. A la 1:04 p. m. estaban muertos.
Tres días más tarde, fueron enterrados de forma secreta en medio de unos matorrales muy poco transitados en el suroeste de Washington, conocido como Blue Pains.
Rosenstock supo rápidamente la historia de los seis espías nazis que estaban enumerados en la piedra, pero ¿quién la había colocado ahí?
La línea en la parte inferior, haciendo referencia a la "N.S.W.P.P.", ofrecía una pista.
Hasta mediados de la década de los sesenta, el Partido Popular Nacional Socialista había pasado a un nombre más familiar: Partido Nazi Estadounidense. Según el Centro de Derecho de la Pobreza del Sur, el fundador del grupo, George Lincoln Rockwell le había dado ese nuevo título poco antes de su asesinato, en 1967.
En la década de los setenta, sin embargo, el grupo había empezado a dividirse y prácticamente no tenían relevancia, por lo que Rosenstock cree que el monumento nazi data de esa época.
El partido no dejó de existir hasta el 1983, según el centro de derecho, por lo que la piedra habría podido ser tallada más recientemente.
Para Rosenstock y sus compañeros, el memorial presentaba un enigma. Ese objeto era deplorable y no era algo que perteneciera a la propiedad pública, pero ninguna normativa explicaba cómo se tenía que tratar un monumento de noventa kilos dedicado a los nazis e instalado en un lugar público por supremacistas blancos.
El Servicio de Parques no podía hacer nada hasta que estuvieran seguros de que esa piedra no había sido colocada encima de los huesos de alguien.
¿Estarían los nazis enterrados debajo?
El Servicio de Parques examinó los registros de la Segunda Guerra Mundial para obtener más detalles sobre los cuerpos, pero los investigadores no encontraron nada que les proporcionara una respuesta definitiva. Mapas antiguos mostraban puntos conflictivos, incluyendo uno debajo de un edificio.
"La ubicación es un poco confusa", dijo él.
Rosenstock sospechaba que alguien que tuviera los cuerpos de los espías no quería que los encontraran.
De lo que estaba seguro es que debajo de esa piedra no había nadie porque por ahí pasaba un riachuelo en 1940. Pese a eso, el Servicio de Parques no sabía qué tenía que hacer.
"Fue un monumento ilegal. Y no queríamos que se convirtiera en un lugar de rito para la medianoche del aniversario de Hitler" comentó Rosenstock.
Esa era una preocupación legítima. Una vez, el hombre encontró varios huesos encima de esa piedra conmemorativa. Otros habían encontrado velas y notaron que se limpiaba con regularidad.
"Al menos un miembro del Servicio de Parque sugirió romperlo con martillos y arrojarlo al río", recordó.
El monumento se mantuvo intacto.
En 2010, bajo la dirección de un curador de un museo, un camión exhumó el bloque de granito.
La piedra, etiquetada como OXCO-475, está en una planta de Maryland. El personal del Servicio de Parques pidió a The Washington Post que no diera más detalles del lugar porque preferían que su ubicación exacta permaneciera en secreto.