Usted sabe mucho menos de lo que cree: por qué el conocimiento es una ilusión

Dos expertos en ciencia cognitiva analizaron la paradoja por la cual el pensamiento humano es poderoso como para transformar el mundo y a la vez chato como para ignorar cómo funcionan los objetos más simples

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Las personas creen que saben mucho más de lo que en realidad saben. Alguien puede usar una bicicleta a diario, y no por eso puede explicar cómo funciona. Lo mismo se puede decir del baño o del cierre relámpago.

Tampoco es necesario. La ignorancia no impide que la gente emplee esos y otros objetos, o funcione en planos más complejos de la sociedad. Los individuos saben lo suficiente para vivir en el mundo. Y, como efecto indeseado de eso, caen en la ilusión de que saben cómo funciona el mundo.

La ignorancia es una característica de la especie, argumentaron Steven Sloman y Philip Fernbach en su libro The Knowledge Illusion: Why We Never Think Alone (La ilusión del conocimiento: por qué nunca pensamos solos). Los expertos en ciencia cognitiva argumentaron que los seres humanos han evolucionado en el contexto de la colaboración, por lo cual pueden ser pensadores muy limitados en el plano individual, pero de enorme profundidad en el plano colectivo.

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"La mente humana es a la vez genial y patética, brillante e idiota", escribieron. "Las personas son capaces de las hazañas más destacables, logros que desafían a los dioses. Pasamos del descubrimiento del núcleo atómico en 1911 a las armas nucleares de megatones en poco más de 40 años. Hemos dominado el fuego, creado instituciones democráticas, llegado a la Luna y desarrollado tomates modificados genéticamente. Y sin embargo somos igualmente capaces de las demostraciones más destacables de arrogancia y temeridad. Cada uno de nosotros tiende al error, algunas veces somos irracionales y con frecuencia ignorantes".

En ese párrafo presentaron la pregunta base del libro: ¿cómo es posible que el pensamiento humano sea tan poderoso y a la vez tan chato?

En el libro los autores señalaron que se comprende muy mal el modo en que funciona la inteligencia humana. El conocimiento es producto de una división cognitiva del trabajo, pero las personas creen que es algo individual, que vive dentro de la mente de cada quien y tiene mayor o menor extensión según la formación.

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"La mente humana no es es como una computadora, diseñada para contener montones de información", compararon. "La mente tiene la capacidad de resolver problemas con flexibilidad y evolucionó para extraer sólo la información más útil para orientar las decisiones en las situaciones nuevas. En consecuencia, los individuos guardan en sus cabezas muy poca información detallada sobre el mundo".

Los humanos comparten una mentalidad de colmena, ilustraron Sloman y Fernbach. "Nuestra inteligencia reside no en los cerebros individuales sino en la mente colectiva. Para funcionar, los individuos nos apoyamos no sólo en el conocimiento almacenado dentro de nuestros cráneos sino en el conocimiento almacenado en otras partes: en nuestros cuerpos, en el ambiente y en particular en otras personas". Como consecuencia de esa inclinación por cooperar, se difuminan las fronteras entre las mentes, y una persona cree que sabe algo porque otros lo saben.

"La mayoría de las personas no puede decir cómo funciona una cafetera, de qué modo el pegamento mantiene pegados dos papeles o cómo funciona el foco en una cámara, mucho menos algo tan complejo como el amor", escribieron. "No decimos que las personas sean ignorantes. Decimos que son más ignorantes de lo que creen que son. Todos sufrimos, en mayor o menor medida, la ilusión de entender, la ilusión de que comprendemos cómo funcionan las cosas cuando en realidad nuestra comprensión es magra".

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La mentalidad de colmena no se aplica solamente al funcionamiento de la bicicleta, sino también a las elecciones presidenciales de un país, por ejemplo.

Sloman y Fernbach se detuvieron mucho en los efectos insidiosos que esta ilusión de saber tiene sobre la política. Las personas creen que saben sobre el calentamiento global, por ejemplo, cuando en realidad tienen "actitudes ante la ciencia", no conocimientos sobre los gases atmosféricos. Esas opiniones se refuerzan y se intensifican en las redes sociales, donde los usuarios se conectan con otros usuarios afines: la tecnología de la información agudizó los efectos ilusorios.

La historia, apuntaron, está llena de "hechos que parecen familiares, que provocan un sentido de comprensión media o profunda, pero cuyo contexto histórico verdadero es distinto de lo que imaginamos". Los detalles complicados se pierden en la niebla del tiempo, "mientras que emergen los mitos que simplifican y hacen digeribles los relatos".

No decimos que las personas sean ignorantes. Decimos que son más ignorantes de lo que creen que son. Todos sufrimos, en mayor o menor medida, la ilusión de entender

Nadie tiene la capacidad de comprender individualmente todas las cosas, ni todos los aspectos de una cosa. "Las personas equilibradas entre nosotros ni siquiera lo intenta —ironizaron—. Nos apoyamos en el conocimiento abstracto, vago y sin analizar".

Siempre ha existido lo que Sloman y Fernbach llaman "división del trabajo cognitivo". Desde los inicios de la civilización los seres humanos desarrollaron saberes distintos dentro de su grupo: "Se convirtieron en los expertos locales en agricultura, medicina, manufactura, navegación, música, narrativa, cocina, caza, lucha o alguna de muchas otras especialidades".

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Las personas colaboran, y los cerebros individuales se convierten en otra cosa al crear un cerebro colectivo. "No sorprende que no podamos identificar lo que está en nuestras cabeza versus lo que está las de otras, porque por lo general —acaso siempre— hacemos cosas que involucran a las dos. Cuando lavamos los platos, agradecemos al cielo que alguien sepa cómo hacer detergente y alguien más sepa cómo hacer que el agua tibia salga del grifo".

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