Científicos creen que, en un par de décadas o incluso en 14 años, los restos del Titanic, el que fuera en su momento el barco más grande del mundo que se hundió en su malogrado viaje inaugural, podrían desaparecer por el efecto de una bacteria que amenaza con destruirlo completamente comiéndose el metal.
El microbio se estudia desde 1991, cuando científicos de la universidad canadiense de Dalhousie recogieron muestras de herrumbrosas formaciones que colgaban del barco y, al analizarlas, notaron que tenían vida.
Tomó casi 20 años que otros científicos de la misma universidad, encabezados por Henrietta Mann, aislaran la especie de bacteria que resultó ser nueva para la ciencia y que nombraron Halomonas titanicae, en honor al barco.
La bacteria mostró una característica asombrosa y es que se encuentra en ambientes extremos como las marismas, donde la salinidad del agua varia dramáticamente por la evaporación, un problema que en su evolución la Halomonas solucionó y le permitió adaptarse a esta medio.
En el último número de la Revista Internacional de Microbiología Sistemática y Evolutiva, los investigadores publicaron estudios que prueban la capacidad de oxidación de las bacterias que se adhieren a las superficies de acero.
La H. titanicae no es la única bacteria que habita en barcos hundidos, pues el material con el que están construidos los navíos determina el tipo de microbios que atraen. Curiosamente, aunque las bacterias esencialmente se alimentan de los barcos, también los protegen de la corrosión.
En 1985, Robert Ballard, un oceanógrafo de la Universidad de Rhode Island en Narrangansett (EEUU), encontró por casualidad la embarcación a 3.800 metros de profundidad en el océano mientras participaba en una misión secreta de la armada estadounidense que localizaba dos submarinos nucleares hundidos durante la Guerra Fría.
Desde el 10 de abril de 1912, fecha en que zarpó de Southampton a la ciudad de Nueva York, las 50 mil toneladas de hierro que conforman el Titanic se deterioran progresivamente en el fondo del mar.
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