Crece la alarma en Europa por un país que se desliza hacia el autoritarismo

Tras un año en el que pasaron demasiadas cosas que parecían imposibles, la UE se enfrenta a otro problema: un gobierno que desafía los principios elementales de la democracia republicana

Compartir
Compartir articulo
Jarosław Kaczyński y Beata Szydło, los líderes del PiS polaco (Reuters/AP)
Jarosław Kaczyński y Beata Szydło, los líderes del PiS polaco (Reuters/AP)

Polonia es, sin dudas, tanto una amenaza como una oportunidad para la Unión Europea (UE). Amenaza porque es el primer país del bloque en el que hay un gobierno que parece claramente dispuesto a socavar las instituciones democráticas para acumular poder. Oportunidad porque puede servir de ejemplo de lo que son capaces de hacer los movimientos populistas de derecha, que están en alza en todo el continente, cuando llegan al Estado.

El partido Ley y Justicia (PiS por su sigla en polaco) nació, al igual que muchas otras fuerzas políticas antiglobalización y euroescépticas, con el nuevo milenio. Tuvo un rápido crecimiento electoral que le permitió ganar las elecciones en 2005 y formar un gobierno de coalición junto a otros partidos conservadores. Su líder, Jarosław Kaczyński, fue el primer ministro de menor duración de la joven democracia polaca, ya que menos de dos años después perdió el apoyo de sus aliados y debió convocar a elecciones.

Tras pasar ocho años en la oposición, PiS obtuvo en los comicios de 2015 su mejor resultado, logrando la mayoría absoluta en las dos cámaras del Parlamento. Gracias a ese triunfo, pudo formar gobierno en soledad. Kaczyński, que sigue siendo el líder indiscutido de la formación, prefirió quedarse como un simple congresista y promovió a Beata Szydło como primera ministra. Desde que tomó posesión, en noviembre de 2015, quedó claro que su gobierno iba a generar profundas divisiones en la sociedad polaca.

Jarosław Kaczynski, líder de PiS (Reuters)
Jarosław Kaczynski, líder de PiS (Reuters)

Polonia, una democracia que se debilita

En poco más de un año de gestión, Szydło tomó una gran cantidad de medidas que entran en contradicción con principios elementales de la democracia republicana. Obstruir el funcionamiento del Tribunal Constitucional, limitar el derecho a la protesta, permitir la vigilancia de ciudadanos sin una orden judicial, restringir el acceso de los periodistas a las sesiones parlamentarias, prohibir totalmente el aborto, son algunas de las iniciativas que impulsó. Sobre las últimas dos tuvo que dar marcha atrás por las multitudinarias protestas que se produjeron. Pero promete insistir en el futuro.

"PiS, que tiene una ajustada mayoría parlamentaria, ha hecho un esfuerzo sistemático para concentrar poder en sus manos y neutralizar los mecanismos legales y constitucionales de controles y contrapesos. Tomó el control y purgó a los medios de comunicación públicos, y nombró a políticos leales en las compañías estatales. Pero lo más preocupante son sus esfuerzos para paralizar al Tribunal Constitucional a través de nuevas reglas y procedimientos, rehusándose a publicar sus fallos para privarlos de efecto legal y promoviendo jueces afines", explicó a Infobae Sean Hanley, investigador en estudios políticos comparados de Europa Central y del Este en el Colegio Universitario de Londres, Reino Unido.

Una interpretación diferente de las medidas tomadas contra la independencia judicial tiene Jacek Sokołowski, director del Centro de Investigaciones Cuantitativas en Ciencia Política de la Universidad Jaguelónica de Polonia. "El Poder Ejecutivo ha fortalecido su posición frente al Judicial, y la Corte Constitucional ha sido seriamente debilitada —dijo a Infobae—. Sin embargo, hay que analizar esto desde una perspectiva más amplia. Antes de 2015 el Tribunal tenía competencias para interferir con el proceso legislativo mucho más fuertes que en la mayoría de los países occidentales. La guerra del PiS contra los jueces constitucionales fue en cierta medida una reacción exagerada a la influencia política desproporcionada que tenían".

Beata Szydlo, la primera ministra (AP)
Beata Szydlo, la primera ministra (AP)

No piensa lo mismo el recientemente creado Comité para la Defensa de la Democracia, cuya sola existencia es una rareza en un país europeo, y que ha impulsado muchas de las manifestaciones que hicieron retroceder al gobierno. Mateusz Kijowski, su presidente, afirmó en distintas entrevistas que Polonia dejó de ser una democracia.

"Estas acusaciones van demasiado lejos —continuó Sokołowski— Es verdad que PiS está tratando de reformular parcialmente el sistema político, y que su principal objetivo es centralizar la toma de decisiones políticas, fortaleciendo al Ejecutivo. Estos cambios ciertamente hacen menos liberal y deliberativa a la democracia polaca en comparación con su versión previa. No obstante, no se hicieron cambios relevantes en las reglas electorales, lo que indica que PiS no tiene intenciones de debilitar los mecanismos democráticos básicos".

Paweł Hut, investigador del Instituto de Política Social de la Universidad de Varsovia, Polonia, sostiene que hay que mirar el régimen político anterior para entender las transformaciones que está impulsando el gobierno. "Creo que la elite política y social previa había perdido la conexión con la sociedad polaca contemporánea, especialmente con los más jóvenes. Todas las instituciones están funcionando bien en la actualidad. Hay libertad de prensa y nadie es arrestado o perseguido. Lo que hay es un agudo conflicto político. Pero no creo que la democracia esté en peligro. El partido gobernante está tratando de llevar adelante un cambio real en la estructura social", dijo a Infobae.

Una de las tantas protestas contra las medidas de PiS
Una de las tantas protestas contra las medidas de PiS

PiS, una versión europea del populismo latinoamericano

"PiS es un partido conservador y nacionalista —dijo Hanley—. Cree estar corrigiendo un prolongado sesgo liberal de izquierda en la política polaca, y luchando contra un establishment político y mediático hostil. Se ve a sí mismo como el partido que representa los valores genuinamente polacos, patrióticos, socialmente conservadores y católicos. Parafraseando a su líder, Kaczyński, ve a los liberales y a la izquierda como 'polacos de la peor clase'".

Esta es la misma clave interpretativa de la política de los distintos gobiernos populistas que proliferaron en América Latina durante los últimos años. Muchos de ellos siguen apelando al mismo manual, como se ve en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua. La única diferencia es en el signo: los enemigos no son los liberales de izquierda, sino los de derecha. Pero la lógica es la misma: el pueblo "verdadero" frente a las oligarquías privilegiadas, que defienden intereses foráneos.

Al igual que en América Latina, las medidas antidemocráticas que está implementando el gobierno polaco a nivel político tienen un correlato populista en el plano económico. Dos ejemplos son el establecimiento de importantes subsidios para las familias con más de dos hijos y la decisión de bajar la edad jubilatoria de 67 a 60 años para las mujeres, y a 65 para los hombres. Muchos economistas dudan que sean sustentables en el largo plazo por el nivel de gasto que suponen. Pero el Gobierno sabe que son fundamentales para tener contenta a su base electoral, compuesta esencialmente por la clase media baja urbana y los habitantes de las zonas rurales.

"PiS usa estereotipos tradicionalmente populares entre las personas menos educadas, de mayor edad y más religiosas: Polonia está rodeada de enemigos, al oeste la secular UE, y al este la Rusia revisionista", afirmó Anton Pelinka, profesor de ciencia política de la Universidad Centroeuropea de Budapest, Hungría, en diálogo con Infobae.

"El riesgo aquí no es el regreso a alguna clase de régimen autoritario, sino el establecimiento de una democracia iliberal arreglada. Con elecciones, pero con un partido dominante que usa la Constitución y las instituciones del Estado para atrincherarse en el poder. Y terminar en una situación inestable y polarizada, donde la política se traslade a la calle", apuntó Hanley. Cualquier similitud con lo que viene ocurriendo en América Latina es pura casualidad.

Las movilizaciones obligaron al gobierno a retroceder en algunos casos
Las movilizaciones obligaron al gobierno a retroceder en algunos casos

El papel de la Unión Europea

La oposición polaca se pregunta si la UE va a tolerar que un miembro pleno avance hacia el autoritarismo, y reclama medidas. En julio pasado la Comisión Europea abrió una investigación sin precedentes en Polonia, y llegó a la conclusión de que "existe una amenaza sistemática al estado de derecho". Sus comentarios fueron ignorados por el gobierno. Ante los conflictos de las últimas semanas reiteró los planteos y le dio dos meses para responder. Si no lo hiciera, podría aplicar sanciones.

"La UE ya ha tomado nota de la seriedad de lo que está ocurriendo en Polonia —dijo Hanley—, pero carece de los medios, y probablemente de la voluntad política, para hacer demasiado. Podría activar el Artículo 7 del Tratado de la UE, pensado para evitar que los estados miembros violen los principios democráticos. En teoría, esto podría quitarle el derecho al voto dentro del bloque. Es una sanción real y poderosa. Sin embargo, requiere de múltiples pasos y del acuerdo de todos los gobiernos".

El mayor impedimento es que PiS cuenta con el apoyo de otro gobierno que también ha sido señalado por sus prácticas autoritarias, el de Viktor Orbán en Hungría. El primer ministro ya anticipó que vetaría cualquier intento de sancionar a Polonia.

Por otro lado, tampoco está claro si serviría. "Con la elección de Donald Trump en Estados Unidos, los valores de la Unión Europea están en riesgo. La UE no puede ni va a hacer lo suficiente para amenazar a PiS. Y si lo hiciera con sanciones podría ayudar a consolidar su popularidad euroescéptica", dijo a Infobae Michael D. Kennedy, profesor de sociología y estudios internacionales en la Universidad Brown de Estados Unidos.

En este contexto, el futuro es bastante oscuro para Polonia. "La única esperanza en el horizonte es que la incompetencia y las contradicciones de la alianza del PiS alejen a su propia base. Si la oposición puede recuperarse y encontrar una nueva voz, podría haber una salida. Pero por ahora no veo ningún buen camino diferente de un incremento de la confrontación política. Sólo espero que no se vuelva violenta", concluyó Kennedy.

LEA MÁS: