Cómo sobrevivir las primeras horas en la Casa Blanca: los consejos clave del equipo de Barack Obama al de Donald Trump para no morir en el intento

Algunos de los funcionarios más cercanos al presidente saliente compartieron con la revista Time las intimidades de los primeros días en la residencia oficial de la máxima autoridad norteamericana

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Algunos aspectos de la transición presidencial están tan establecidos como la arquitectura de la Casa Blanca —18 acres, 132 habitaciones, 147 ventanas, seis pisos y dos entrepisos, ocho escaleras, tres ascensores—: desde 1952 se hace un encuentro entre el mandatario saliente y el presidente electo, se reúnen los miembros de los 15 departamentos ejecutivos y los asesores de área por asumir, la Primera Dama le brinda a su sucesora un tour por su nuevo hogar. Otros aspectos, en cambio, quedan librados al ensayo y el error: el nuevo equipo tendrá que aprender que la cantina está cerrada de 2 a 3 de la tarde y durante esa hora no se consigue un combustible fundamental de la casa de gobierno, el café; que donde el plano indica oficinas puede haber un foyer al baño de damas; que el e-mail resucita como método de comunicación porque a muchos lugares no se puede acceder con celulares.

La transición entre George W. Bush y Barack Obama fue una de las más sencillas y mejor preparadas de la historia de los Estados Unidos.

Queda por ver cómo serán las consecuencias de esas seis horas de este 20 de enero de 2017 en las cuales el personal fijo de 1600 Pennsylvania Avenue —empleados domésticos y administrativos— despide a la Primera Familia de los Obama y queda a la espera de la Primera Familia de los Trump. "Tuvimos una buena química", dijo el presidente electo en su encuentro del 10 de noviembre con su predecesor. Pero dado que la campaña que llevó a Donald Trump al cargo electivo de mayor poder del mundo fue imprevisible, acaso el protocolo también se desvíe del piloto automático que mueve la nave del poder.

Como lo recibieron de sus pares en los años de Bush, un grupo de colaboradores del gobierno de Obama compartió con los hombres y mujeres que los reemplazarán en el de Trump algunos consejos que les permitieron realizar uno de los trabajos más estresantes que existen y no morir en el intento. La revista Time les preguntó a Rahm Emanuel (ex jefe de Gabinete), Josh Earnest (secretario de Prensa), Valerie Jarrett, Brian Deese y Dan Pfeiffer (asesores y ex asesores), entre otros funcionarios, qué le dirían a los nuevos habitantes de la Casa Blanca para, por ejemplo, encontrar el baño o imprimir un memo, olvidar todo lo que vieron The West Wing y enfrentar la realidad.

Donald Trump y Barack Obama en la Casa Blanca (AP)
Donald Trump y Barack Obama en la Casa Blanca (AP)

El primer día en la Casa Blanca

"Nadie entiende cómo funciona nada, literalmente", dijo Earnest.

Pfeiffer llegó feliz a la Casa Blanca luego de haber terminado una ceremonia en el frío, y sobre todo de haber visto llegar a su amigo a la presidencia, y esperó a que alguien lo guiara a su oficina. "Uno entra y hay una computadora con un papel pegado en la pantalla, que dice la clave, y uno queda a cargo del gobierno. Punto final". Tuvo suerte, en comparación con Deese, quien durante los primeros días debió trabajar en un pasillo del segundo piso del Ala Oeste, en cuclillas, hasta que le asignaron un escritorio.

Uno entra y hay una computadora con un papel pegado en la pantalla, que dice la clave, y uno queda a cargo del gobierno. Punto final

Lisa Brown, ex secretaria del Gabinete, se sobresaltó cuando vio entrar al presidente en su oficina. "Ni siquiera él conocía bien el lugar".

Como Hollywood y las series sobre el gobierno han creado una idea de amplios pasillos donde la gente puede tener largas conversaciones privadas, el recién llegado se siente en la residencia equivocada: "Uno entra en el edificio y en realidad todo es bastante pequeño, bastante lleno de gente. Uno no puede decir mucho más que su nombre y de dónde viene", comparó Yohannes Abraham, adjunto de la Oficina para la Participación Pública y los Asuntos Intergubernamentales. También Macon Phillips, ex director de estrategia digital, sintió que le faltaba espacio: "Es como una serie de compartimentos. Casi como una catacumba".

Uno entra en el edificio y en realidad todo es bastante pequeño, bastante lleno de gente. Uno no puede decir mucho más que su nombre y de dónde viene

"Ninguno de nosotros sabía dónde quedaba el baño", dijo la directora de Comunicaciones Jen Psaki. Hasta el segundo año en funciones creyó que en uno de los pisos, el primero, no había baño. En cambio, en el segundo piso sobraba un baño de damas: según el plano que estudió Jason Furman, presidente del Consejo de Asesores Económicos, había una oficina, pero al llegar al lugar real en el Ala Oeste había un tocador.

Cody Keenan, director de Redacción de Discursos, se quedó sin habla ante su computadora con Windows 98. "No había laptops. Era como si hubiéramos retrocedido en el tiempo". El problema principal es que por seguridad no se puede llevar equipos personales a la Casa Blanca: "Todas las herramientas que uno estaba acostumbrado a usar —como el chat o Google Docs o wifi— no estaban disponibles", dijo Phillips. "Es como una máquina del tiempo hacia un momento pre-redes sociales, donde sólo se trabaja con el correo electrónico".

Es como una máquina del tiempo hacia un momento pre-redes sociales, donde sólo se trabaja con el correo electrónico

La primera vez que Obama promulgó una ley, el equipo estaba emocionado. Tanto que nadie reparó en que se ignoraban por completo los detalles de la ceremonia: "¿Cómo se hace para que permitan el ingreso de los invitados? ¿Cómo se reserva el salón adecuado? ¿Dónde se consiguen las plumas fuentes? ¿Quién se ubica dónde?", recordó Abraham el vértigo de ese debut. El funcionario sintetizó también el sentimiento predominante el primer día en la Casa Blanca: "Uno mira desesperado al que tiene al lado. 'Gary, ¿cómo diablos funciona la impresora? ¿Alguien sabe adónde se pide comida? ¿Alguien tiene idea de algo?'".

Los días son interminables, pero los años vuelan

"Ningún día se tiene suficiente tiempo", dijo Mona Sutphen, ex vicejefa de Gabinete. "Mis reuniones se atrasaban unos 20 minutos desde las 8 de la mañana, y así hasta las 7:30 de la noche": comparó los atrasos acumulados de las citas siguientes con lo que sucede cuando un tren se cancela y todos los que siguen se recargan de gente: "Tiene ese efecto de cascada si uno no es cuidadoso". Para Pfeiffer la clave fue entender que durante la campaña se jugó en ligas menores, y que la Casa Blanca es ligas mayores: "Uno no es tan listo como cree. Los lanzamientos son más rápidos".

Ben Rhodes, viceconsejero de Seguridad Nacional para Comunicaciones Estratégicas, temió que nunca saldría de la Casa Blanca: "Uno puede encontrar una razón para quedarse a trabajar toda la noche, todas las noches. Siempre va a haber algo que hacer. Uno nunca va a limpiar la bandeja de entrada. Nunca va a devolver todas las llamadas. Nunca va a leer toda la prensa que puede. Y al final, si lo hiciera, su trabajo resultaría peor. No sólo sufriría la vida familiar, sino que también se perdería perspectiva".

Uno nunca va a limpiar la bandeja de entrada. Nunca va a devolver todas las llamadas. Nunca va a leer toda la prensa que puede. Y al final, si lo hiciera, su trabajo resultaría peor

Para Pfeiffer se da el fenómeno de que se termina haciendo lo mejor posible algo que en realidad sería mejor no hacer: "Uno se mata trabajando durante dos años en una campaña, queda totalmente exhausto, y el premio que gana es un trabajo mucho más difícil que también lo mantendrá lejos de la familia y los amigos entre cuatro y ocho años".

Durante su gestión Emanuel era conocido por un chiste: "Gracias a Dios es viernes. Sólo dos días laborales más hasta el lunes".

Jarret recordó que una de las advertencias que le hicieron al llegar reverberó en su cabeza: "Los días son eternos, pero las semanas, los meses y los años vuelan. Cada noche pensaba: 'Dios, este día no pensaba terminarse'. Y no puede creer que he estado aquí casi ocho años".

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Helicópteros y café con nitrógeno

Un día Abraham estaba en el Ala Este cuando escuchó un ruido espantoso. Sintió los temores propios de la incertidumbre. "Nunca había visto el aterrizaje del Marine One, y no estoy seguro de haber estado siquiera cerca de un helicóptero. Y sin dudas nunca había estado en un ámbito trabajo donde fuera normal que un helicóptero militar aterrizara al lado de mi escritorio".

Otra cosa a la que hay que acostumbrarse es a la variedad de salas de la casa que es a la vez centro de gobierno, hogar y museo. "Mi primer consejo para los empleados del gobierno de Trump es que hagan un tour por la Casa Blanca", dijo Katie Lillie, ex directora de Promoción de Prensa. No le pareció obvio: "Así cuando el secretario ordena que una lleve a la prensa al Salón de los Mapas o que una espere en la puerta de la Sala de la Palmera, una ya sabe a dónde diablos ir".

Durante la campaña los colaboradores del candidato están acostumbrados a tener acceso constante a la figura. "Eso no sucede más", señaló Brown otra novedad importante. No se puede permitir que cualquiera dé vueltas por el Salón Oval y distraiga la atención del presidente".

La Casa Blanca es la residencia presidencial más famosa del mundo (Istock)
La Casa Blanca es la residencia presidencial más famosa del mundo (Istock)

Los padres y las madres tienen que aprender a mantenerse en contacto con sus hijos sin los celulares. Cuando Psaki tuvo su bebé, quería que la guardería pudiera encontrarla en todo momento: "Les di el teléfono de mi asistente porque suelo ir a reuniones a las que no puedo ingresar con el teléfono".

Las medidas de seguridad van más allá de dejar los dispositivos a la puerta de ciertas zonas: "Hay veces que uno está muy ocupado pero no le puede decir a nadie por qué", dijo Rhodes, y recordó el tiempo que precedió al operativo de captura y muerte de Osama bin Laden. "Es un sentimiento extraño: uno sabe por qué no está disponible, por no le puede explicar a la gente por qué no puede ir a una comida o por qué no llegará a la casa cuando se esperaba".

El café fortalecido con nitrógeno —una bebida fría y de moda— se puede conseguir en la cantina de la Casa Blanca de hoy. "Fue una verdadera revelación. Una revelación que le será de gran provecho al próximo gobierno también", dijo Kori Schulman, subjefa del área digital. Deese alertó a sus reemplazantes que entre las 2 y las 3 de la tarde la cantina está cerrada, "y la mayoría de los días uno no levanta la cabeza para pensar en almorzar o tomar un café hasta las 2:05". Hay que planificar la jornada "para no quedar atrapado en la zona muerta".

(AFP)
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Los cuarteles de la Primera Dama

"La casa es el hogar de sólo una familia por vez, pero los miembros del equipo de apoyo del edificio son sus inquilinos permanentes", escribió Kate Andersen Brower en su libro sobre 1600 Pennsylvania Avenue, The Residence.

"A lo largo de sus trabajos, muchos de estos hombres y mujeres han visto a los presidentes y a sus familias durante momentos increíblemente vulnerables, pero sólo un puñado de trabajadores de la residencia han publicado memorias de sus tiempos en la Casa Blanca". Preston Bruce, un portero muy querido en la Casa Blanca, nunca escribió, por ejemplo, sobre las horas que pasó desde el mediodía, cuando supo que el presidente John F. Kennedy había sido baleado, hasta que la Primera Dama Jacqueline Kennedy llegó a las 4 de la mañana, todavía con el vestido rosado manchado de sangre, y le regaló la corbata que JFK se había cambiado poco antes de ser asesinado.

Pero cada nueva Primera Familia que ingresa conoce estas historias, y "el sentido de humanidad y valores antiguos —como definió Andersen Brower— que los trabajadores fijos otorgan a la residencia. Michelle Obama lo marcó el día 1 cuando reunió a los ujieres, los cocineros, los chefs y demás personal doméstico con quienes la habían acompañado durante la campaña: "Este es el equipo de aquí, y ellos están a cargo. Ellos conocen todo al dedillo. Ellos saben la historia. Nuestra responsabilidad es reconocer su autoridad y seguir su liderazgo", le dijo a su gente, según recordó Katie McCormick Lelyveld, ex secretaria de Prensa de la Primera Dama.

El trabajo en los cuarteles familiares "es más defensivo que ofensivo", definió el cuidado de la vida privada del mandatario, su esposa y sus hijos. No se espera que Melania Trump se mude en los primeros meses a la Casa Blanca, ni se sabe si mantendrá al personal que limpiaba la porcelana de Limoges que atesoraba Nancy Reagan o acompañó a Hillary Clinton durante el impeachment de su esposo o recibió al primer presidente afroestadounidense. Allí estará, de todos modos, el personal dispuesto a preparar una comida de acuerdo a "la sensibilidad cultural" de un visitante extranjero —dijo McCormick Lelyveld— o recordarle a la prensa los límites a, por ejemplo, las fotos de Barron, como lo hizo con las de Sasha y Malia.

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El top ten de los consejos

Brown: "Uno está en este lugar increíble, y quiere reconocer qué honor y qué privilegio es estar ahí. Al mismo tiempo, no puede estar tan intimidado por hallarse allí que no pueda dar su mejor consejo honesto. Y a veces, como abogado, ese significa decir que no".

Emanuel: "Lo más importante que se puede hacer es decirle al presidente que uno lo va a ayudar a hacer su trabajo. Como solía decirle a todo el mundo: no se puede entrar y plantearle un problema. Mejor que se le ofrezcan un mínimo de dos soluciones. Nuestro trabajo no es echarle problemas encima y ver si puede encontrar una solución".

Tommy Vietor, ex vocero de Seguridad Nacional: "Conozcan al personal de la Sala de Situación. Llévenles bocadillos. Van a ser un salvavidas de información cuando las cosas se pongan de locos".

Furman: "Alguien puede no ser importante hoy, pero en Washington las cosas cambian con rapidez".

Lillie: "Esperen lo inesperado". Lo dijo en relación a un grupo de gente que la retrasaba en los pasillos, cuando corría hacia una reunión. Eran Justin Bieber y su séquito.

Deese: "Hay que hacer un esfuerzo muy conciente para tender lazos, para hablar e interactuar con personas fuera de la burbuja en la que están entrando. La intensidad es tal que se pueden pasar fácilmente semanas o meses sin un contacto exterior realmente significativo".

Sutphen: "Anótense en el gimnasio", dijo la funcionaria, arrepentida de no haberlo hecho el día uno de su trabajo en la Casa Blanca. "La combinación de estar básicamente sentados todo el día, el estrés y tres comidas diarias en la cantina son la receta menos saludable".

Vietor: "Washington DC está lleno de gente que tratará activamente de hacerles daño. Así que presten atención a lo que hablan en público sobre el trabajo. Es inevitable que alguien los escuche".

Emanuel: "Si alguna vez atraviesan las puertas de la Casa Blanca y no sienten un escalofrío por lo especial que es, ha llegado la hora de que se marchen".

Pfeiffer: "Sus cuerpos, sus mentes y sus emociones se acostumbrarán al estilo de vida. Tendrán un nuevo criterio de normalidad. Cuando miro el nivel de estrés y agotamiento con que viví seis años en la Casa Blanca, creo que fue una locura".