Estaba en su oficina y el edificio se le derrumbó encima: "Pensé que iba a morir sepultado"

Joaquín Vázquez quedó atrapado en un edificio que se estaba derrumbando tras el sismo en México. Cuando logró salir sacó una foto: "Mi oficina y el edificio se desintegraron", contó a Infobae

Compartir
Compartir articulo
Así quedó el edificio en el que trabajaba. “Mi oficina se desintegró”, contó a Infobae.
Así quedó el edificio en el que trabajaba. “Mi oficina se desintegró”, contó a Infobae.

Era el mediodía y Joaquín Vázquez estaba trabajando en una oficina, en el centro de la Ciudad de México. Primero notó que el piso se movía de arriba hacia abajo. Después, oyó que las paredes estaban crujiendo y habían empezado a deprenderse bloques de cielorraso.

Joaquín avisó con un grito a los compañeros que estaban almorzando y corrieron todos hacia el pasillo, con la idea de escapar del edificio. Pero apenas abrieron la puerta de la oficina se encontraron con que las escaleras estaban taponadas por otros empleados que, en el epicentro de la nube de polvo, no podían respirar. El edificio de seis pisos se les estaba cayendo encima pero no lograban salir porque la puerta de entrada estaba cerrada con llave.

Joaquín Vázquez tiene 23 años, es estudiante de sostenibilidad y, desde hace 4 meses, estaba haciendo sus prácticas en una empresa española llamada Valora. La oficina estaba en el segundo piso y el edificio tenía 6 pisos. "Digo 'estaba' y digo 'tenía' porque mi oficina se desintegró y el edificio también", cuenta él a Infobae.

Unas horas antes –a las 11 de la mañana– habían hecho un simulacro de terremoto y unos 100 empleados de todas las oficinas del edificio habían salido a la puerta prolijamente. Pero ahora que el terremoto era real nada estaba saliendo como lo habían ensayado. 

"Nos empezamos a agolpar todos a lo largo de las escaleras y en el primer piso. Algunos les gritaban a los de abajo 'sálganse ya, sálganse ya', pero no se podía abrir mucho la boca porque la nube de polvo no te dejaba respirar. Los de abajo pateaban la puerta pero no lograban abrirla".

Joaquín se quedó agachado. "Sentía que al lado nuestro iban cayendo pedazos del techo, las paredes crujían, el edificio se estaba deshaciendo encima nuestro y estábamos atrapados. No veía a quién tenía al lado, sólo sentía muchas manos que los otros me apoyaban en la espalda, porque tantear era la única forma de ubicarse", cuenta. La puerta de calle era de hierro y tenía una franja de vidrio por la que no pasaba un adulto. Las patadas a ciegas no sirvieron para abrirla.

Dice Joaquín que mientras estaba agachado cerró los ojos y trató de tranquilizarse, pero no lo logró. "Sólo pensaba en que los otros pisos se nos estaban por caer encima. Seguía escuchando cómo se caía todo, cómo tronaba, y empecé a pensar que iba a morir sepultado". Pensó también, cómo iba a ser su biografía: ¿Iban a encontrarlo vivo? ¿Iba a oír a los rescatistas pedir silencio para escucharlo? ¿Iba a poder gritar, con el polvo bloqueándole la garganta, que él estaba ahí? 

Fueron, calcula, unos 10 minutos de encierro. Hasta que el empleado de seguridad logró abrir la puerta. "Cuando llegamos a la planta baja no sabíamos dónde estábamos. Los que habían logrado tomar el celular alumbraban para encontrar la salida. Alguien gritó que nos pegáramos a la pared con las manos y la siguiéramos, así encontramos la salida".

Joaquín corrió por la calle hasta que se atrevió a frenar y se dio vuelta: "No lo podía creer, el edificio entero estaba aplastado, se había derrumbado con nosotros adentro". Cree que fue gracias a unas vigas que se desplomaron todos los pisos menos el primero, en el que él esperaba ovillado. Cuando la nube se disipó, sacó a una foto de la tumba de la que acababa de escaparse y la envió a todos los amigos que, en los grupos de Whatsapp, estaban preguntando por él.