El enigmático Otto Wulff visto desde el drone de Infobae

El edificio del barrio de Monserrat es uno de los mayores patrimonios. La historia detrás de su fachada

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Mirar hacia arriba. Una de esas pequeñas acciones que el ajetreo citadino a veces no permite. Observar, analizar. Quizás detenerse a maravillarse con las diferentes joyas arquitectónicas porteñas sea una asignatura pendiente para la mayoría de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, que, apurados, no le dedican más de una rápida mirada a su alrededor. Sin embargo, aquel curioso que pase por el barrio de Monserrat, no podrá evitar dedicarle un momento de contemplación al magnífico edificio emplazado en la esquina de Belgrano y Perú.

El Otto Wulff es impactante. Perteneciente al movimiento arquitectónico Jugendstil -una corriente del modernismo a veces comparable con el art nouveau pero que se desarrolló en países germanos- este edificio del siglo XX fue inaugurado en la Ciudad en 1914, aunque su piedra fundacional se colocó dos años antes. También tiene características del estilo neogótico y del renacentista, principalmente en los detalles de su fachada.

La edificación fue producto de la sociedad entre los empresarios Otto Wulff y Nicolás Mihanovich. El arquitecto encargado del proyecto fue el danés Morten F. Rönnow, quien no sólo lo diseñó, sino que fue el director de obra. La construcción, en cambio, estuvo a cargo de los ingenieros Dirks y Dates. Hoy en día se encuentra en la lista de patrimonios arquitectónicos protegidos, pero su restauración todavía no está planeada.

El Otto Wulff fue inaugurado en la Ciudad de Buenos Aires en 1914

De bestias y otras criaturas

Ocho atlantes –cariátides en versión masculina- parecen cargar todo el peso del edificio. Estas estatuas de cinco metros de altura emplazadas en la fachada tienen un característica muy singular: sus caras son las de los que participaron en su creación, desde el electricista hasta el mismo arquitecto, lo que es un riquísimo homenaje al proceso que se atraviesa para la construcción de semejante obra de arte arquitectónica.

Pero quizás lo más llamativo es su colección de animales. Osos, búhos, loros, pingüinos y cóndores son tan sólo algunas de las especies que lo ornamentan, pero que a la vez parecen custodiarlo, eternos guardianes de roca; siempre vigilantes. También destacan sus dos torres gemelas coronadas por gloriosas cúpulas.

56 unidades componen su edificio, la mayoría de las cuales están ocupadas por empresas y oficinas comerciales. Cuando fue construido era uno de los más altos de Buenos Aires, y fue uno de los pioneros de edificación de rascacielos, que antes, obviamente, eran mucho menos elevados que los de hoy en día.