Milito hay uno solo

Un hincha fanático de Racing decidió homenajear al "Príncipe", retirado ayer, mediante el relato de una sesión de terapia, la suya, cuyo hilo conductor siempre tenía tono de celeste y blanco

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- Bienvenido, contame ¿qué te pasa?

- Soy hincha de Racing


En el 2013 cambie cuatro veces de terapeuta pero todas las sesiones tenían el mismo inicio. No era la degeneración del espíritu, ni lo no resuelto, ni la incomprensión del subtitulado, ni lo acumulado en las velas, ni haber salido unos meses con un póster de Beatriz Salomón. No. Mientras el analista de turno quería avanzar sobre el triciclo y los pitucones, todo empezaba y terminaba en Racing, como medida de todas las cosas. Así, "la vergüenza de haber sido" se verbalizaba en un centro sin destino de Pillud y "el dolor de ya no ser" en un pase al infinito de Camacho.


Todos los dramas tenían un número en la espalda y un sponsor lavado en la frente que hacía que mi estado de ánimo fuese aquel fenómeno que acontece entre la tabla de posiciones y la próxima fecha. Probé con terapeutas femeninas y me hablaron de Kant y el partido de la dignidad, pero solo para consolarme cuando se perdía de local. ¿Cómo explicarle que en el cilindro todo lo que pasa más allá del alma es mentira?, ¿que no hay saber canónico en la palangana de agua caliente en la que se enjuagan las camisetas firmadas? Las charlas terminaban con ataques de pánico cuando se pronunciaba la frase "negocio para unos pocos" y con pedidos desenfrenados de reintegro de la obra social cuando se sugería que la fascinación por los colores tenía que ver con ese olor a metal que tienen las derrotas inexorables. Hubiese preferido que me diagnosticaran Edipo para siempre o alguna cargada de recreo no resuelta.


Esos encuentros interminables dejaban siempre una pregunta a la altura del pecho: ¿qué queda para el hincha de Racing si desaparecen las frases?, la respuesta solía ser "nada". "Tenes que salir campeón, este es el año", gritaba la gente en forma de edicto, "este año academia no me podes fallar", maldita orden incumplida de un equipo que jugaba como nunca y perdía como siempre.


Al año siguiente la espera terminó, como ese bañero que tiene el record jamás homologado de sacar del mar a 11 ahogados en un sábado de carnaval, Milito llegó a Racing para salir campeón. Los fanáticos de Freud se quedaron sin consejos útiles para enhebrar un buen cuento, no había pulsión que contenga esa sensación de que algo trascendental estaba cerca. Pasaron los domingos y todas las paredes del consultorio adoptaron forma de red; ahí comprendí que lo dramático no eran los goles recibidos sino la desaparición física del arco de enfrente, que no es más que la pelea por estar cerca del deseo. Milito es esa pelea entre las ganas de justificarse y el vértigo de ir a buscar la goleada. Por eso es para siempre.



El autor

Facundo Pedrini (en Twitter @facu_pedrini) es periodista. Trabaja como coordinador de aire de Crónica TV y es uno de los responsables de las placas del canal de noticias. Fanático de Racing, considera a Diego Milito como un semidiós y decidió homenajear al ídolo desde una sesión de terapia, la suya. ("Lo que cuento es real; terapias varias, figuras oníricas y metáforas que terminaban siempre en Racing", explicó.)


Facundo considera a Milito como "la medida de todas las cosas" y, consultado por Infobae, explica: "Los hinchas de Racing solemos estar a 100 metros de la gloria, cuando una figura reconocida vuelve para desintegrarse con el destino trágico del club, se lo postula como semidiós".

Facundo Pedrini,