Cuando los fieles llegaron a la sinagoga el miércoles por la mañana notaron que había algo raro. Inmediatamente percibieron el olor característico de la orina y empezaron a mirar a uno y otro lado. Hasta que alguien se percató de que unos textos sagrados habían sido profanados.
Inmediatamente, contactaron a las autoridades del hospital que alberga al templo. Querían explicaciones. La gerencia no estaba al tanto de lo ocurrido, pero consultó las cámaras de seguridad.
Así descubrieron el sacrilegio. El martes por la noche, un hombre de unos 50 años entró y empezó a orinar sobre un escritorio. Allí había libros antiguos, de enorme valor. Se fue segundos más tarde.
El material ya está en manos de la Policía, que aún no logró identificar al profanador.