El gobierno francés esquiva la moción de censura e impone su reforma laboral

El Partido Socialista de François Hollande logró implantar por decreto la medida al no contar con una mayoría parlamentaria. Sin embargo, enfrenta movilizaciones callejeras y una fuerte crisis partidaria

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 AFP 163
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El gobierno socialista francés logró imponer el jueves su reforma laboral, escapando a una moción de censura presentada por los conservadores, pero sale muy debilitado de una confrontación que tuvo réplicas en la calle y dentro del partido.

La moción no recabó la mayoría suficiente (246 votos de los 288 necesarios) y su rechazo conllevó la adopción en primera lectura del proyecto de ley, que tendrá que ser examinado en el Senado.

Sin mayoría en la Asamblea Nacional (Cámara baja), el Gobierno decidió el martes recurrir al artículo 49.3 de la Constitución, que le permite adoptar el texto sin el voto de los diputados invocando la responsabilidad del Gobierno.

Considerado demasiado liberal por sus detractores, el proyecto de ley "debe ser defendido, visto como un texto de progreso", justificó el jueves por la mañana el presidente francés, François Hollande.

"Tiene que ser pensado tanto para los asalariados como para los empresarios. Yo no quiero que se opongan"

"Tiene que ser pensado tanto para los asalariados como para los empresarios. Yo no quiero que se opongan", añadió el jefe de Estado, cuyo giro liberal, a mitad de su mandato, no es aceptado por su mayoría. Como tampoco tiene su aprobación el refuerzo de la política de seguridad después de los atentados de noviembre en París, que dejaron 130 muertos.

Presentada como el último proyecto importante de su mandato, la reforma laboral ha desatado una gran movilización en la calle desde hace dos meses.

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En la calle, los opositores a la reforma no bajaban la guardia. En el tercer mes de manifestaciones, miles de personas salieron a las calles para pedir la retirada del proyecto. "Dictadura presidencial", "social-traidores fuera", "gobierno, tú no eres el rey", rezaban las pancartas.

La asistencia a las marchas fue menor que en las precedentes, con unas 120.000 personas en París, según la Policía, y estuvieron nuevamente salpicadas de violencia. En la capital, jóvenes con pasamontañas lanzaron adoquines contra los manifestantes. Trece sindicalistas resultaron heridos, según los organizadores.

En el oeste de Francia, un local del Partido Socialista fue saqueado en Le Havre, así como un edificio administrativo en Caen. En Nantes, los manifestantes ocuparon las vías de tren, interrumpiendo la circulación, y provocaron daños en la estación de ferrocarril.


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