La jefa de Estado de Brasil, Dilma Rousseff, sigue batallando para evitar su destitución y hoy se reunió con sus asesores para analizar una medidas de carácter social que podría anunciar durante el Día de los Trabajadores con el fin de reconquistar el apoyo de la izquierda.
Las posibilidades de Rousseff de mantenerse a flote cada vez son menores y en las últimas semanas la presidenta le hizo varios guiños a los movimientos sociales y sindicatos para recuperar su respaldo, el cual se había debilitado en medio de una serie de propuestas de ajuste fiscal lanzadas por la mandataria en el último año.
Mientras Rousseff busca una nueva aproximación a las bases, su vicepresidente y ahora adversario político, Michel Temer, hilvana a contrarreloj las piezas de su eventual Gobierno.
Temer, primero en la línea de sucesión, comenzó a conformar su tablero político y distribuye cargos entre bastidores, algunos de los cuales ya se dan por sentenciados, como el del ex presidente del Banco Central Henrique Meirelles, como ministro de Hacienda.
Temer trabaja para definir las líneas maestras de su posible programa gubernamental, que, según un documento obtenido por el diario O Globo titulado la "Travesía social", prevé la privatización o concesión "de todo lo que sea posible".
No obstante, en caso de que se concrete, se encontrará con la oposición de los movimientos sociales, que ya expresaron abiertamente su rechazo a una eventual gestión del vicepresidente y han advertido que "resistirán" en las calles.