Crónica de una nota que no tiene título

Charla a solas con un escritor que cuenta su vida desde el trabajo limpiando estaciones de subte y desde la literatura

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El título cantado de esta nota debería ser "De noche limpia las estaciones de subte. De día, es escritor". Semejante obviedad es indigna de un autor literario que no resiste el molde de los adjetivos comunes.

Seduce desde la originalidad al leerlo. Atrapa al escucharlo porque exuda incomodidad. No quiere caerle bien al entrevistador. Cuando habla, cuenta. Relata. Compone historias. Y lo hace sin el compromiso de que lo dicho agrade o se comparta. "Yo, como escritor, tengo algo para decir que es lo más importante de todo. A mí me preocupa que alguien me lea porque quiero dialogar con ese alguien", define sin dudar.

Se cuida de evitar la metáfora compradora pero no duda en decir que transitar el acto de hacer el amor vale mucho más la pena que el orgasmo mismo. "Algo parecido ocurre con el trabajo de escribir y tener el libro editado", dice en diálogo con InfobaeTV.

Kike Ferrarri nació un 14 de julio de 1972. Fue a la escuela primaria Provincia de Jujuy en Almagro y terminó la secundaria en una nocturna del barrio del Abasto. "Yo quería ser músico. Pero no me dio, no anduvo. Tocaba, mal, el bajo. Yo vengo del rock. Le puse mucha voluntad pero no anduvo", contó. Trabajó de fletero, repartidor, vendedor y vivió en Estados Unidos de donde fue expulsado. "Una semana aciaga, sin plata, echado por mi pareja y solo empecé a escribir", le confía a Infobae.

Su trabajo diario como empleado del subte no lo define: "Lo hago para pagar el alquiler. Pero ningún trabajo tiene sentido luego de ser realizado por algún tiempo. A cada oficio que he tenido le he buscado un sentido. Hoy en el subte, la actividad gremial me hace más llevadero el laburo". No sorprende, claro, que diga que su libro soñado empieza diciendo "un fantasma recorre Europa. Es el fantasma del comunismo".

Hoy, el autor de Operación Bukoski, Que de lejos parecen moscas o Y es probable que no quede ninguno, entre otros textos, recibe el elogio de editores y especialistas, pero, sobre todo, el afecto de sus lectores, que se multiplican. Ricardo Piglia lo elogia. Paco Taibo dice que en él hay algo, en serio, que vale la pena leer. "Kike tiene alma", sentencia el asturiano. Ganó concursos literarios internacionales, ya fue editado en casi toda América y desembarcó con éxito en Madrid como puerta europea. "Hay una punta para llegar a China", cuenta Kike Ferrari cuando charla con InfobaeTV. Termina la entrevista y se despide recordando que a las 11 de la noche retoma su turno de limpieza en el subte porteño. Luego tendrá que llevar a sus tres hijos al colegio y, quizá, dormir un rato. "Duermo salteado, mi sueño es todo un tema", se despide con una frase que bien podría ser el título de su próxima novela.

Aquí, algunas de las frases de Kike Ferrari

Escribir es un trabajo real al que hay que despojar de toda virtud extraterrena. Es un trabajo de muchas horas. Hay que buscar, buscar y buscar.

El gen del genio en estado puro, en cualquier ámbito, no existe. Hay que trabajar mucho.

Tanto en la escritura como en el sexo, lo más divertido está en el medio. El orgasmo está muy bien y por eso uno lo estira lo del medio lo más que puede.

Yo soy analógico. Me gusta leer en el libro físico, olerlo, verlo. Lo virtual me quita la posibilidad de la sorpresa. No me puedo sorprender con una contratapa en un dispositivo electrónico.

Un chico tiene que leer a Emilio Salgari. Que lea Sandokán. Si son más aristocráticos, que lean el Corsario Negro. A los 14 o 15 años hay que leer "Fiesta" de Ernest Hemingway. O a Roberto Arlt. Después hay que leer a Borges: siempre, hay que leerlo con fe, con reverencia. Hay que leerlo de cualquier manera, como uno pueda y esperar que de releerlo algo sedimente en nosotros y podamos encontrar la forma de adjetivar como él.

La felicidad no es individual. Es colectiva. Es con otros.

Hace poco me pasó viajar en el subte para ir a limpiar una estación y sentado enfrente iba un chico leyendo un libro mío. Un perfecto desconocido leyéndome. Eso es la felicidad absoluta.

A continuación la entrevista completa: