Los indignados franceses acampan en el centro de París

Están instalados desde la semana pasada en la Plaza de la República. Reclaman que el gobierno de Hollande retire el proyecto de reforma laboral. El movimiento se llama Nuit Debout

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 Agustina Ordoqui 163
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La postal es similar a la de los indignados que se instalaron en la Puerta de Sol de Madrid en mayo de 2011 como respuesta a la crisis económica que golpeaba a España. Pero esto es Francia, 2016, abril, y los jóvenes se agolpan en la Plaza de la República, el epicentro político del país, para manifestarse en contra de la reforma de la ley de trabajo que impulsa el gobierno de François Hollande.

Cientos de personas están allí sentadas en la explanada de la plaza, instaladas frente al monumento a la Marianne, donde todavía se ven las pegatinas negras que recuerdan el atentado contra Charlie Hebdo y las banderas, flores y velas en homenaje a las víctimas del ataque terrorista de noviembre del año pasado. Están allí desde el jueves, tras la masiva manifestación que circuló por el centro de París.

 Agustina Ordoqui 163
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El movimiento autodenominado Nuit Debout (en español: la noche de pie) surgió como una crítica al proyecto de ley propuesto por la ministra Myriam El Khomri, al que consideran una flexibilización del mercado de trabajo y, por lo tanto, un avance sobre las históricas conquistas laborales de los franceses, como la jornada de 35 horas semanales y el pago de horas suplementarias que de esto se desprende. Sin embargo, a lo largo de los días se sumaron nuevas demandas, desde la crisis de los refugiados hasta la reforma constitucional, y se convirtió en una contestación a las políticas del gobierno francés en general.

El movimiento autodenominado Nuit Debout (en español: la noche de pie) surgió como una crítica al proyecto de ley de reforma laboral de Hollande

Toda la noche fuera

Alrededor de las seis de la tarde, hora en que los franceses salen de la oficina, la plaza comienza a llenarse. Lo que empezó como un pequeño círculo alrededor de un micrófono se transforma rápidamente en una multitudinaria asamblea.

 Agustina Ordoqui 163
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Los oradores se turnan. Hay representantes sindicales y líderes estudiantiles, así como personas que pidieron la palabra a título individual. Una mujer cuenta que alumnos de colegios secundarios fueron detenidos por la policía por disturbios durante una marcha. Acto seguido, un hombre anuncia que un grupo va a ir a la comisaría donde están demorados para darles su apoyo.

Los presentes levantan los brazos y sacuden las manos para mostrar su aprobación. Es la forma de aplaudir en silencio para que los de más atrás puedan escuchar. La ronda se abre cada vez más. Eran cientos; se multiplican de a decenas.

Ahora habla un refugiado recién llegado de Senegal. "Estamos agradecidos de estar acá porque confiamos en que Francia nos va a ayudar", dice en inglés. "Solidaridad con los refugiados; solidaridad con los indocumentados", le cantan en respuesta. También hay consignas que hacen referencia al escándalo de Panamá Papers y carteles que piden el fin del estado de excepción, decretado desde noviembre.

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Ya está cayendo el sol y el cielo se tiñe de rosa. Muchos aprovechan para tomar una cerveza y hacer un picnic; otros tocan música y bailan. Tampoco faltan los talleres para niños. Algunos ya están listos para quedarse toda la noche en la plaza.

En verdad, será hasta la madrugada. Como en los días anteriores, a las cinco de la mañana pasará la policía para desalojarlos. A las ocho, los indignados franceses volverán a ocupar sus posiciones. Esta será su sexta noche y planean quedarse varios días más. Así lo deja en claro un manifestante con su altavoz: "Hasta que Hollande dé marcha atrás".

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