Caso del cura Ilarraz: los testimonios de las víctimas que apuntan al arzobispo de Paraná

Juan Alberto Puiggari pidió perdón en Pascuas por los "pecados e infidelidades" de los sacerdotes. Sin embargo, varios testimonios en la causa revelan su rol en la trama. Hoy hubo una audiencia para apelar el procesamiento de Ilarraz

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Está acusado de haber cometido más de 20 ataques sexuales ocurridos entre 1989 y 1992 La Gaceta 162
Está acusado de haber cometido más de 20 ataques sexuales ocurridos entre 1989 y 1992 La Gaceta 162

El miércoles pasado, de cara a las últimas Pascuas, monseñor Juan Alberto Puiggari declaró que "en el sacerdocio se advierte la oscura presencia del pecado, la fragilidad humana ha ofuscado el rostro de Cristo". La mitra no se le corrió un centímetro al arzobispo de Paraná, mientras reconocía en su homilía en la catedral de Nuestra Señora del Rosario ser "consciente de las dificultades" que se viven, para luego alentar a los fieles "a poner la mirada y la esperanza en Jesús buen pastor, aquel que nunca defrauda". El mea culpa no podría haber sido más explícito: "Perdón por nuestros pecados e infidelidades que nos han hecho tanto mal como Iglesia y han escandalizado a muchos; recen mucho por nosotros y con nosotros", aseguró.

El mensaje a la feligresía no llega solo, por otra parte. Son tiempos calientes para Puiggari y la Iglesia enterriana: el caso que más avergüenza a la institución a nivel local retoma nuevo impulso. El expediente que investiga al cura Justo José Ilarraz, ex prefecto del Seminario de Paraná, llegó a la lista de episodios encubiertos por la curia en la película "Spotlight", ganador del Oscar a mejor film este febrero. Las acusaciones son brutales: siete de sus ex seminaristas lo querellaron por al menos 20 abusos, hechos denigrantes ocurridos entre 1989 y 1992 entre los muros del Seminario o en viajes de camping a jóvenes de entre 12 y 15 años, con secuelas psicológicas devastadoras acreditadas por peritos en el expediente.

Hoy por la mañana, mientras la Corte Suprema en Buenos Aires decide la prescripción o no de los hechos -algo que el máximo tribunal entrerriano rechazó, basado en legislación internacional-, Ilarraz enfrentó un paso crucial en su camino a la cárcel o la libertad por un tecnicismo: ante el Tribunal de Apelaciones de Paraná integrado por los jueces Virgala, Malatesta y Maldonado, la querella del caso, integrada por los abogados Rosario Romero y Milton Urrutia, presentó sus argumentos contra la apelación de su procesamiento hecha por el defensor Juan Fornerón. El máximo tribunal nacional había remitido el expediente para que continúe su marcha, luego de gestiones de la querella y del procurador general de la provincia, Jorge García. Ilarraz no estuvo presente en la audiencia de esta mañana. El Tribunal de Apelaciones, aseguran fuentes cercanas al caso, se expedirá a comienzos de la semana próxima con su decisión. La querella espera un resultado favorable.

De vuelta a monseñor Puiggari, la causa Ilarraz lo toca al menos de cerca. El mismo procesamiento que será tratado hoy, al que Infobae accedió en forma completa, lo menciona en repetidas ocasiones: fueron varios de los ex seminaristas querellantes quienes lo señalaron en términos poco halagadores. Puiggari era prefecto mayor del Seminario mientras ocurrieron los supuestos hechos. El hoy arzobispo tuvo un rol en el juicio diocesano contra Ilarraz que comenzó cerca de 1995, el proceso interno de la Iglesia bajo derecho canónico, bajo el entonces arzobispo y hoy cardenal emérito Estanislao Karlic. Varios de los ex seminaristas declararon en el proceso. El aura de silencio por parte de la curia es notable a lo largo del documento.

Uno de los seminaristas encontró un claro divorcio entre la ley de la Iglesia y la ley del Estado en busca de respuestas a su caso dentro del seno de la Iglesia. "Años más tarde el dicente se reunió con Puiggari para saber el resultado del juicio", afirma el procesamiento de cara a declaraciones de la víctima, "pero el mismo le dijo que no se podía hacer nada porque la causa había prescripto". Había sido otra presunta víctima quien lo contactó. Este seminarista "dijo que Puiggari estaba investigando al cura Ilarraz para presentarle el informe a Karlic, le preguntó si se animaba a declarar y el dicente le dijo que sí y lo hizo por escrito en el seminario, lo que escribió fue en el seminario, en la pieza de Puiggari y Puiggari fue quién se lo recibió". Este ex seminarista, afirmó que Puiggari les dijo a él y a su compañero "que iba revisar todo de nuevo y que les iba a avisar, pero nunca los llamó". Un año antes de declarar en la causa, casi dos décadas después, afirmó este ex pupilo de Ilarraz, se reunió con Puiggari en el Arzobispado, y Puiggari le comentó que había mandado una carta a Roma y el dicente no le prestó mucha atención a lo que decía porque ya le quería poner un corte". La cuestión ya había pasado a manos de la Justicia.

Su compañero continuó en el seminario a mediados de los 90s, incluso luego de sufrir supuestos ataques a manos de Ilarraz. Dice el procesamiento sobre su caso: "A través de Puiggari, monseñor Karlic tomó conocimiento de la situación, por lo que lo manda a llamar. Entonces fue llevado por Puiggari a la residencia del parque en donde estaba Karlic y allí tuvo una entrevista con el nombrado, quien le agradeció lo que había contado porque había colaborado con la Iglesia y le dijo que ponga todo en manos de Dios y que rezara mucho. En el año 1995 encontrándose aún en el seminario le dijeron que tenía que declarar por lo que el padre Alfonso Frank lo condujo a la Parroquia 'San Cayetano' en la cual se encontraba el sacerdote Silvio Fariña -abogado canonista- y sin la presencia de un abogado particular ni de ningún integrante de su familia lo hicieron declarar, antes de lo cual tuve que jurar delante de los evangelios decir la verdad. En dicha oportunidad le hicieron alrededor de treinta preguntas, las que le formulaba Fariña y Frank escribía a máquina, habiendo relatado detalladamente lo que le había pasado con Ilarraz".

La mención al cura Fariña, parte del proceso, no es casual. Años después, Fariña declaró en la investigación judicial contra Ilarraz. Lo que dijo fue lapidario: Karlic perdonó los pecados del "padre Justo" como le decían sus víctimas. Milton Urrutia, el abogado que lo representa como querellante, terminó enviando un pedido al despacho de Puiggari, ya arzobispo. "Luego de la segunda carta recibí un mensaje de Puiggari en la cual le decía que lamentaba la gestión de un abogado pero que tenía derecho y, que él pondría también un abogado", dijo el ex seminarista, un vaivén desagradable. "¿Por qué, si estamos hablando de Iglesia, de caridad, porque se cubre tanto?", razonó en voz alta ante el fiscal Francisco Ramírez Montrull en su declaración.

Otro pupilo de Ilarraz, que fue parte del expediente diocesano, aseguró en la causa contra el cura que "al momento de declarar Karlic le pregunta qué es lo que quería hacer o que necesitaba, un traslado, irse a otro seminario o ser alumno externo y él le respondió que lo único que quería es que Ilarraz no sea más sacerdote. En dicha oportunidad fue asistido por los psicólogos del seminario, cuyos datos no recuerda, solo sabe que eran de Buenos Aires, pero no se hizo más nada al respecto".

Hay tonos más graves. Otro joven, que recibió según sus testimonios un particular ensañamiento del cura en cuanto a supuestos avances sexuales, declaró algo contundente contra el arzobispo Puiggari, ocurrido en las paredes del Seminario Menor entrerriano. Hubo un cura que lo oyó, el padre Andrés Senger, hoy fallecido. Senger incluso declaró en la causa, afirmó que Ilarraz fue abusado él mismo como seminarista, algo que Ilarraz mismo desmintió.

El párrafo completo del procesamiento ilustra la situación: "Le comentó algo a Puiggari, quien era su director espiritual, concretamente le dijo que el padre Ilarraz tenía actitudes feas con el dicente y, cuando le preguntó porque decía ello le dijo que porque el mismo lo secaba cuando se terminaba de bañar y se le iban las manos, dándole a entender que le tocaba los genitales. Pero Puiggari le dijo que estaba equivocado, que era un mal pensado, que el padre no podía hacer eso, porque él los quería y estaba ahí para cuidarlos. Ello se lo comentó varias veces a Puiggari pero el mismo nunca le creyó, por lo que decidió cambiar de director espiritual y eligió al padre Senger, quien le generó mucha confianza y pudo contarle todo lo que Ilarraz le hacía". Senger se lo transmitió a Puiggari dentro del Seminario. El joven terminó castigado en vez de contenido: por sus dichos, lo obligaron a barrer y pasar el lampazo en los pasillos del seminario menor desde la cocina hasta el aula de Filosofía durante una semana. La falta de medidas, a pesar de la indignación de Senger, llevó a lo peor, a un desamparo evidente a la luz de sus dichos. "Todo lo cual generaba que lo castigaran constantemente. Por lo que volvió a permitir que Ilarraz se le acercara por las noches a la cama y el mismo volvió a tocarle los genitales y masturbarlo",

Los contenidos de los procesos diocesanos contra el cura Ilarraz fueron eventualmente integrados a la Justicia, no en 1995, sino en 2012, con la causa contra Ilarraz ya abierta en el Juzgado de Instrucción N°3 a cargo de Alejandro Grippo. El querellante Milton Urrutia afirmaba en ese entonces: "Conforme a lo que me manifestó en su oportunidad monseñor Juan Alberto Puiggari, se comenzaba con una causa en el Vaticano, pero recién este año se abría un expediente para tratar el tema del padre Justo Ilarraz. Pero causa en el Vaticano no hubo, no llegó al beato Juan Pablo ninguna comunicación de este episodio". Ilarraz, de cara a las acusaciones, no terminó despojado de sus hábitos; terminó como estudiante en Roma, para luego reaparecer como párroco en el pueblo de Monteros, Tucumán, en la Parroquia del Sagrado Corazón, donde fijó domicilio fiscal. La explosión pública del caso en 2012 lo obligó a irse.