El sindicalismo se vistió de gala para Obama y se prepara para hacerle reclamos a Macri

Un gran número de dirigentes gremiales asistieron a la cena en honor al presidente de EEUU. Usaron sus mejores trajes, pusieron su mejor cara y brindaron. Sin embargo, ya se alistan para retomar este lunes sus demandas al Gobierno

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 Nicolás Stulberg 162
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Encorsetados en trajes como para un casamiento, los dirigentes sindicales que asistieron en buen número a la cena de agasajo a Barak Obama en el Centro Cultural Kirchner, hicieron lo que se espera de los comensales cuando llegan a casa visitas de afuera. Mostraron sus caras más amables con Mauricio Macri, elogiaron incluso la política exterior del anfitrión, y todos alzaron bien altas sus copas para brindar con el presidente de los Estados Unidos.

Como sea, después de una noche con tanto glamour, los sindicalistas que van por la unificación de la CGT volverán el lunes a calzarse sus habituales camperas negras de cuero para básicamente reclamarle al Gobierno que establezca una política antiinflacionaria, en el contexto de una emergencia ocupacional que ponga fin a los despidos en la administración pública y los desincentive asimismo en el sector privado.

De este modo, los mismos hombres que en la noche del miércoles andaban regalando simpatía en las inmediaciones de Obama, empezando por el trío Moyano-Barrionuevo-Caló, jefes de las tras CGT, definirán además la convocatoria a una movilización al Congreso el mes que viene para reclamar la eliminación del impuesto a las Ganancias.

Ningún sindicalista cree seriamente que ese tributo vaya a desaparecer así porque sí, de la noche a la mañana, por concurrida que resulte una marcha de protesta. Fiel a su escuela, el sindicalismo peronista formulará como siempre un planteo de máxima para recién a partir de allí discutir en supuestas mejores condiciones. "Apretar para después negociar", señala el apotegma vandorista, vigente siempre.

Dirán también las distintas tribus que deliberen otra vez en la Unión del Personal Civil de la Nación que están un poquito más cerca de una CGT de unidad; a esta altura, una novela por entregas que se desarrolla en cámara lenta pura y exclusivamente por la desconfianza y los receles que se tienen entre los líderes sindicales. Así, cuando el camino parecía despejado, volvieron a encenderse esta semana luces amarillas.

Ahora son los gremialistas que jugaron al cien por ciento con Cristina (motejados en la interna las viuditas) los que plantean reparos al documento que se alumbrará el lunes. Esto y anunciar que no van a concurrir a la cumbre sindical en la calle Moreno, es casi lo mismo.

Llama la atención la reprobación por adelantado del llamado Masa (Movimiento de Acción Sindical Argentino), ya que sus representantes participaron del anterior encuentro en Upcn y estaban obviamente al tanto de lo que podía señalar un texto conjunto de las organizaciones sindicales. En el Masa, capitaneados por Omar Viviani, militan peones de taxi, los mecánicos del Smata, la Asociación del Personal Legislativo, la Unión Ferroviaria, petroleros privados, entre otros.

Este grupo se desprendió hace unas semanas del metalúrgico Antonio Caló, que ahora busca algo de oxígeno pegándose todo lo que puede a los jefes de las otras dos centrales, Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, casualmente los dos dirigentes que más se burlaron de él en su época de fundamentalismo kirchnerista. Tampoco le responden ya al jefe de la UOM sus ex compañeros de la central encumbrada por los K. "La CGT de Caló no existe más", declaró tajante a un diario Carlos West Ocampo, de la Sanidad.

Si cada aproximación a la unidad demanda tantos esfuerzos, sólo hay que imaginar lo que le costará a los dirigentes sindicales congeniar un nombre para liderar una única CGT. Por eso, la integración de un triunvirato, donde se reparta el poder, aparece hoy como la más probable de las fórmulas que baraja el sindicalismo peronista para darse una organización en el futuro.

Los gremios del transporte, que se han erigido en los últimos tiempos como una especie de central autónoma, querrán colocar a uno de sus hombres en ese hipotético gobierno de tres cabezas.

Sienten que el mismo macrismo los reconoció al invitarlos a la gala en honor a Obama. Allí estuvieron con sus corbatas el colectivero Roberto Fernández, el ferroviario Omar Maturano y el moyanista Juan Carlos Schmid, a quien consagraron días atrás al frente de una poderosa federación de gremios portuarios, marítimos y de la industria naval (Fempinra), en reemplazo del recientemente fallecido Cayo Ayala.

Dicho sea de paso, la dirigencia del transporte tuvo para procesar esta semana dos anuncios oficiales que los involucra. El ministro del área, Guillermo Dietrich, adelantó que el Gobierno buscará invertir casi 25 mil millones de pesos en obras para el transporte en los próximos cuatro años. "Sonar suena bien, pero después vamos a cotejar lo que se promete con la realidad", dijo Schmid en diálogo con Infobae.

La mala es que Dietrich también reconoció que el Belgrano Cargas tendrá un déficit este año de 3 mil millones de pesos, mientras que el rojo de Aerolíneas sería de unos $ 5.200 millones. "Más razón para oponerse a la política de Cielos Abiertos", se dijo durante un seminario de los gremios aeronáuticos, donde quedó expresado el temor a que Macri impulse para AA una gestión de desregulación aerocomercial que "afecte a los trabajadores".

Mientras, el Gobierno, vía el Ministerio de Trabajo, busca posibles salidas a los conflictos en Tierra del Fuego (los gremios exigen que se derogue un paquete de leyes con el que el gobierno de esa provincia modificó el sistema previsional), en la usina térmica de Río Turbio (más de 1.200 trabajadores denuncian salarios y vacaciones adeudadas) y en las centrales nucleares de Atucha, en alerta por los despidos.

"Trabajamos contrarreloj con una prioridad: mantener los puestos de trabajo", reconoció a Infobae un vocero de Trabajo frente a este mapa de conflictos, rodeados de cortes de ruta y de manifestaciones de protesta.

Respecto de las paritarias, el Gobierno, que nunca más volvió a sugerir un porcentaje de negociación fetiche, observa un desarrollo pacífico, si bien todavía no arrancó el turno de las organizaciones más poderosas para actualizar sueldos.

Se da por hecho que la reciente negociación de los mercantiles de Armando Cavalieri (20 por ciento por seis meses, más dos sumas fijas de 2 mil pesos, que el Gobierno homologará la semana que viene) será emulada por otras organizaciones, que prefieren negociar por seis meses, hasta ver cómo evoluciona la inflación. En ese renglón se anotarían los trabajadores de la carne, los encargados de edificios y varios de los gremios que tienen a Barrionuevo como referente.