Mauricio Macri, ante el desafío de cambiar la cultura política

El lamentable espectáculo que dio el bloque del Frente para la Victoria durante el delicadamente impiadoso discurso del presidente ante la Asamblea Legislativa muestra el tamaño de la empresa que encara

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A juzgar por el discurso, y el tono, con el que abrió las sesiones del Congreso, el presidente Mauricio Macri proyecta una modificación de la cultura política argentina con el máximo posible de estabilidad, que esquive las eventuales aventuras sin sentido a las que el país parece ser propenso, o al menos eso parece pensar Macri, y que sea posible de alcanzar sin violencia social y sin rupturas.

Suena ambicioso. Y a juzgar por el lamentable espectáculo que dieron en esa sesión de la Asamblea los legisladores del Frente para la Victoria, va a ser un cambio difícil de incorporar a la vida política del país. Precisamente la apertura de sesiones del Congreso estuvo adornada con la pólvora, los arabescos y los confites propios de la cultura que Macri pretende cambiar.

El espectáculo de los legisladores kirchneristas, que alzaron cartelones de papel semejantes a los que antes habían pegado en las paredes del recinto y que interrumpieron a gritos al orador que atinó, con un pase de muleta, a frenarlos con un "Señores, hay que respetar los votos de la democracia", pareció más un aula desbordada de estudiantes secundarios que el escenario de una Asamblea Legislativa o de un Parlamento en sesiones.

La apertura de sesiones del Congreso estuvo adornada con la pólvora, los arabescos y los confites de la cultura que Macri pretende cambiar

Es verdad que Macri dejó por los suelos al kirchnerismo y a la anterior gestión de Cristina Kirchner a quienes calificó de mentirosos, ineficientes y corruptos. A pedido del público, y no sin largas discusiones en el seno del Gobierno, el Presidente trazó un breve ("Podría estar así todo el día, pero por respeto a ustedes la voy a cortar acá") pero elocuente retrato al carbón del estado en que recibió el país.

Fue delicadamente impiadoso. Describió un Estado deshecho, corrompido, inútil, plagado de militancia política, paralizado, sin instrumentos de navegación, sin papeles, sin computadoras, sin archivos, en el que "cuesta encontrar un papel", que dilapidó fortunas y que estuvo sólo al servicio y a las órdenes de un proyecto político, el del kirchnerismo, al que algunos optimistas ven hoy diluido y otros, cautos, imaginan al acecho.

Un dato, de los muchos que dio Macri, provocó un leve estremecimiento, pero nada más que eso. En la última década 2006-2015, los ciudadanos tributaron 694 mil millones de dólares más que en los años 90, sin que se sepa el destino de esa fortuna que no puede estar en los hospitales inaugurados que no funcionan, ni en los caminos sin pavimento, ni en la falta de equipamiento de las fuerzas de seguridad, ni en las escuelas cochambrosas, heladas en invierno y cálidas en verano.

Una de las estrategias políticas de mayor éxito del FpV ha sido la de llevar el disparate a la categoría de análisis político

En ese mismo lapso, según las cifras que esgrimió el Presidente, se derrumbó la calidad educativa, se multiplicaron el delito y los asesinatos, se propagó como un incendio letal el narcotráfico y la inflación trepó a cifras astronómicas. La frase que derramó el vaso opositor fue: "La inflación existe porque el Gobierno anterior la promovió porque creía que era una herramienta de política económica válida". Allí estalló el kirchnerismo con su ensayada ordalía de carteles y de insultos, tan ensayada y previsible como la estudiada respuesta presidencial que llamó a silencio a los amotinados.

Las cifras que dio Macri, que en todo caso merecían un debate, fueron cuestionadas, pero no desmentidas. Las objeciones del FpV aseguraban que eran falsas y sugerían sin decirlo que las que eran ciertas eran las cifras falsas que desde 2007 dio el gobierno de Cristina Kirchner.

La diputada Diana Conti protagonizó otro de sus clásicos bloopers. Rebatió la frase de Macri sobre la inflación, que tanto escozor provocó, y atribuyó la estampida de los precios y del dólar a la decisión del Gobierno de levantar el cepo, que para el kirchnerismo nunca existió. Es verdad que una de las estrategias políticas de mayor éxito del FpV ha sido la de llevar el disparate a la categoría de análisis político, pero no estaría mal moderar en algo las fronteras del desvarío.

 Adrián Escandar 162
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Los afanes de cambio de Macri tuvieron una primera prueba de fuego el viernes, cuando compareció en el Congreso el ministro de Finanzas, Alfonso Prat Gay, para informar sobre la necesidad de acordar el pago a los fondos buitres. El ministro lanzó un aviso con perfume de tragedia: o hay acuerdo y se deja atrás el default, o habrá que enfrentar un ajuste severo y la paralización de la economía.

La oposición navega en aguas divididas. El kircherismo, en la voz del jefe de bloque, Héctor Recalde, anticipó que no va a dar quórum al debate. Como pasa en el fútbol con la ley del ex, Diego Bossio, que supo militar en las huestes del cristinismo, lo cruzó y dijo que a los diputados les pagan para dar un debate serio y responsable. Pero parece que a Recalde el salario propio le importa poco, al menos en esta particular circunstancia.

Una de las tres patas del proyecto Macri, la de unir a los argentinos (las otras dos proclamadas son pobreza cero y lucha contra el narcotráfico) no parece afirmarse en el arenal peronista que esgrime en el siglo XXI los viejos vicios del siglo pasado que tantos éxitos le dio. Uno de ellos consiste en condicionar a los gobiernos opositores para que tomen las medidas que tomaría el peronismo si ejerciera el poder. Suena raro, pero así somos.

El vértigo "Made in Argentina" que todo lo demuele hizo que el discurso presidencial del lunes pasado tomara hoy una lejanía de meses. Y todo porque apareció el cuco Stiuso. El ex hombre fuerte de la SIDE, Antonio Stiuso, regresó al país para volver a declarar en la causa que investiga, es una alegoría, la muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman, hallado con un balazo en la cabeza en el baño de su departamento horas antes de presentarse en el Congreso para fundar su denuncia contra la entonces presidente, su canciller Héctor Timerman, el diputado Andrés Larroque, el activista Luis D'Elía, entre otros, por encubrir a los autores del atentado a la AMIA.

Desde los tiempos de Atenas, de Esparta y de Troya, no hay un solo agente de inteligencia que haya dicho alguna vez la verdad. O toda la verdad. O parte de una verdad. O parte de una verdad sin el condimento de una mentira. Es el oficio.

En buena parte de la sociedad, reina la idea de que Stiuso puede tener razón.

Stiuso, que fue echado mal del mundo del espionaje por el kirchnerismo que lo arropó, lo mimó, lo protegió y le temió, (que lo hayan echado del mundo del espionaje no quiere decir que se haya ido) regresó al país para decir que a Nisman lo asesinaron, que los autores del crimen están ligados al anterior gobierno y que quienes estaban interesados en la muerte de Nisman eran Cristina Kirchner, Aníbal Fernández y el ex secretario Legal y Técnico y ex candidato a vicepresidente Carlos Zannini. Si Stiuso hubiese podido culparlos de la decapitación de María Antonieta en Place de la Concorde, también lo hubiese hecho. Eso no es lo malo. Lo malo es que, en buena parte de la sociedad, reina la idea de que Stiuso puede tener razón.

El ex agente hizo algo más para sacudir el polvo de la causa Nisman. Dijo que en su primera declaración ante la fiscal Viviana Fein, él ya había afirmado que a Nisman lo mataron. Pero que la fiscal no lo incluyó en el acta judicial. Si un tipo como Stiuso no lee lo que declara antes de firmar, es que estamos fritos.

El pase de comedia en el que se convirtió la investigación de la muerte del fiscal hizo que la jueza Fabiana Palmaghini denunciara a la fiscal Fein y la apartara de la causa a raíz de la denuncia de Stiuso, en un momento en el que al parecer Fein investigaba los sugestivos cruces telefónicos entre Stiuso, Nisman y otros agentes de inteligencia horas antes de la muerte del fiscal.

Palmaghini reveló que la escena del crimen fue contaminada y responsabilizó al ex secretario de seguridad, Sergio Berni, del zafarrancho en el que se convirtió el departamento del fiscal muerto. La jueza hizo suyo lo que la prensa la gritó al oído en decenas de artículos desde el instante mismo en que Nisman apareció muerto, el 19 de enero del año pasado y luego se declaró incompetente. Y colorín colorado.

El ex jefe de los espías del kirchnerismo Oscar Parrilli cometió un blooper a lo Diana Conti, si no fuese porque encierra algo siniestro. Pidió que la Justicia cuide a Stiuso, "porque le puede pasar lo mismo que a Nisman". Si Parrilli sabe qué le pasó a Nisman, estaría muy bien que lo declare a la Justicia, que hace más de un año no acierta saber cómo murió el fiscal. Consciente de lo que había hecho, Parrilli intentó aclarar lo dicho. No pudo. Y no retiró siquiera la amenaza.

A tono con los tambores argentinos, pero a ritmo de batucada, la justicia brasileña llevó a declarar por la fuerza al ex presidente Luiz Inazio Lula Da Silva, un prócer de la democracia moderna en ese país, de quien sospecha manejos turbios y cobro de coimas en forma de donaciones, en el escándalo que envuelve a la petrolera Petrobras. La militancia del PT brasileño tomó la decisión judicial, que parece sugerir que en ese país no hay intocables, como un acto de persecución política. Lula declaró y luego fue a la sede de su partido y para dar una dura respuesta política.

El 13 de abril, la ex presidente Cristina Kirchner debe declarar ante el juez Claudio Bonadio que investiga el trasfondo de la decisión económica llamada "dólar a futuro" que al parecer perjudicó al país en más de cincuenta mil millones de pesos.

No es muy descabellado pensar que esa mañana de otoño, será otra prueba de fuego para saber cómo anda el proyecto presidencial de lograr unir a los argentinos.