4 claves para entender el éxito de "House of Cards"

A partir de este viernes 4 de marzo se estrenó la cuarta temporada de la serie que tiene como canal de difusión el servicio de streaming Netflix. ¿Por qué se ha transformado en toda un hito a nivel cultural?

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Las series existieron desde siempre, sin embargo en los últimos años el fenómeno se volvió más concreto y logró explotarse a sí mismo. Con el avance de las nuevas tecnologías, Netflix hizo lo suyo y salteó el principal malestar que producen las series televisivas: tener que esperar una semana para ver el siguiente episodio. Es así como este servicio de streaming sube toda la temporada permitiendo verla en el hábito que el espectador mejor lo prefiera y, desafío mayor, comenzó a producir sus propios contenidos. Así nació House of Cards, el primer producto elaborado por esta compañía. Además de premios y memes, sus personajes lograron introducirse en una sociedad dominada por concepciones más añejas como la televisión y el cine.

Este viernes 4 de marzo, a partir del primer minuto pasado de la medianoche, estaba lista para ser vista la cuarta temporada. Gran expectativa se generó por esta producción que tiene a Kevin Spacey interpretando a Francis Underwood, un congresista demócrata de Carolina del Sur que llegó a la Presidencia de los Estados Unidos, y a Robin Wright en la piel de Claire Underwood, la flamante Primera Dama. (Hay un spoiler alert en este paréntesis que no deberían leer quienes no vieron aún esta serie: Francis y Claire se separan dejando la puerta abierta a competir en una interna política.) Dejando de lado las implicancias que tiene realizar una producción para internet, ¿a qué se debe su éxito? ¿Cuáles son las claves que ponen a House of Cards como una de las narraciones más lúcidas del siglo XXI?

1. No hay buenos y malos: Fuera de las tradicionales concepciones que se utilizan para analizar cualquier historia, aquí se borran los esquemas duales de héroes y villanos. Francis y Claire son los protagonistas y tienen una sola misión: llegar a la cima y mantenerse (en la cuarta temporada, él ya es Presidente pero tiene un Gobierno debilitado y con pocas posibilidades de ser reelegido). ¿Cómo lo hacen? De la forma que sea necesaria. Por eso no hay pruritos a la hora de difamar, arrestar, asesinar o borrar del mapa a todo aquel que se interponga en su objetivo. "Hay una sola regla: cazar o ser cazado", dice el señor Underwood cuando mira a cámara interpelando al espectador atento que quiere y necesita respuestas. Pero, ¿dónde están los malos? ¿Y quiénes son los buenos? ¿Por quién debemos hinchar? ¿A quién tenemos que querer? La maldad y la bondad están mezcladas en un compacto corazón dentro de cada personaje. La cosa es simple: en un mundo cruel donde no hay buenos y malos, hay que sobrevivir. ¿Cómo se sobrevive? Cazando, porque el que es cazado queda fuera del juego. Y no hay momentos para llorar, dar lástima o jugar a la víctima; hay que actuar, moverse, luchar.

2. Desidealización de la Democracia: Quedando atrás las crudas Guerras Mundiales y Dictaduras latinoamericanas y europeas del siglo XX, este nuevo siglo realizó su apertura dejando una verdad instalada e irrebatible: el valor de vivir en democracia. House of Cards, con su halo de provocación constante, viene derribar ese cono en el medio de la ruta. "La democracia está sobrevalorada", dice Francis mirando fijo a cámara sin inmutarse dejando en claro que esta serie viene a narrar algo más profundo que la política estadounidense y sus recovecos en la escalada hasta el poder. Su logotipo -la bandera estadounidense dada vuelta y sin estrellas- lo refleja perfectamente. También la frialdad en las actuaciones de Kevin Spacey, Robin Wright y Michael Kelly (que interpreta a Doug Stamper, la oscura mano derecha de Underwood). De esta forma desdramatiza la corrección política de tener que decir todo lo que está bien decir y desacomoda a un espectador que se sentó en el sillón a ver un simple drama político.

3. Lupa hacia lo desconocido: La oferta de producciones culturales que prevalecen en el prime time de la televisión argentina de los últimos años tiene para contar historias más o menos predecibles. No sólo el romance entre ricos y pobres sino también las aventuras de un grupo de amigas solteras o de padres treintañeros o de policías y ladrones donde los primeros son los buenos y los segundos son los malos. ¿Qué tiene para ofrecer House of Cards que rompa con esta monotonía? Una historia que muestra los entramados profundos de la política. La cuestión no recae solamente en la rosca, el lobby y los negociados más oscuros y turbios del poder, sino también en que esta realidad es completamente ajena al grueso de la sociedad que mira la serie. No es casualidad que la cuenta oficial de Twitter haya tirado tantos guiños a la política argentina. Cuando felicitó a Federico Pinedo por su corta Presidencia o se refirió al discurso de Mauricio Macri en la Asamblea Legislativa lo que se muestra ahí es justamente lo contrario: lo que se oculta. Un guiño sólo para entendidos intentando dejar afuera al espectador, hablando entre políticos, socarronamente, como riéndose de todos los que estamos afuera. ¿O acaso no es esta la mejor forma de atraparnos en este drama político, tan exento de nuestra cotidianeidad?

4. El amor como una relación abierta: Francis y Claire se aman, pero las infidelidades son recurrentes. Ambos lo saben, incluso lo charlan, pero eso no constituye un obstáculo en su escalada política, porque el pilar de su relación no es el contrato de exclusividad sino algo mucho más profundo: el compañerismo. Pero lo que House of Cards intenta con este argumento es ir más a fondo y cuestionar la idea de familia ya que ambos personajes han decidido no tener hijos. Y no lo hace desde una postura radical sino que convive de manera pacífica con los valores morales del cristianismo porque la familia se forja a partir de dos personas que desean encarar un proyecto de vida juntos. Este matrimonio son la prueba fiel de que el amor y la compañía son valores sagrados en las relaciones humanas. Puede fallar (es cierto: no son buenos tiempos para los románticos, por eso hoy los romances son más genuinos) pero vale la pena intentarlo. En una escena más que contundente, el fotógrafo que se acuesta con Claire le dice a Francis Underwood "¿Qué sabe usted del amor?". Ahí Francis suspira, se agacha, lo mira a los ojos con la potencia de un cazador y le dice: "Vos no sos nada al lado de la historia que Claire y yo tenemos". Por supuesto, ahí Claire sonríe y confirma lo que todos suponemos: el amor es algo demasiado profundo para entenderlo.