Repatriación de capitales para el desarrollo

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Agotado el modelo de consumo como motor del crecimiento, en un contexto recesivo con alta inflación, la salida dependerá del éxito en atraer inversiones y repatriar el capital fuera del sistema.

Los argentinos poseen una alta tasa de ahorro que es necesario exteriorizar para financiar la inversión, aportar divisas y así solucionar las restricciones estructurales de Argentina.

Se requiere de un acuerdo de todos los sectores para generar confianza de largo plazo e implementar un proyecto de exteriorización que evite los errores que llevaron al pobre desempeño del certificado de depósito para inversión (Cedin) y del bono argentino de ahorro para desarrollo económico (Baade).

El contexto actual presenta un escenario altamente positivo para la implementación de un proyecto de exteriorización que facilite el financiamiento de la economía real, orientando recursos a la inversión en infraestructura, energía, vivienda, equipamiento de bienes de capital y tecnología.

La resolución del conflicto con los holdouts y el ingreso de capitales alentado por el diferencial de tasas no parecen sostenibles como política para acelerar el ritmo de crecimiento y normalizar el sector externo una vez transcurrido el corto plazo (2016). En consecuencia, es necesario asegurar todas las fuentes posibles de financiamiento genuino.

Contar con un flujo dinámico de inversión externa constituye un requisito sustancial para el nuevo financiamiento requerido para el desarrollo, pero es más importante aún dar inicio a un proceso de repatriación de capitales que se encuentran acumulados en el exterior a lo largo de varias décadas.

Si se tiene en cuenta que los recursos potencialmente exteriorizables superan holgadamente los 250 mil millones de dólares (en torno al 60% de un PIB), cualquier escenario resultaría promisorio en términos de incremento de capital para inversión y de disponibilidad de divisas.

Supongamos que, debido a la experiencia histórica de repetidas frustraciones, los argentinos decidieran exteriorizar en un inicio no más de un 15% de sus tenencias durante los primeros cuatro años; ello equivaldría a unos cuarenta mil millones de dólares o diez mil millones de dólares por año. Es probable que dicho escenario se inicie con cinco mil millones de dólares en el primer año y se acelere en los siguientes, a medida que se vayan percibiendo los beneficios del cambio, y se ponga a prueba el grado de confianza y de consenso en todos los niveles.

¿Cuáles son las condiciones de éxito de un proyecto de exteriorización de recursos en moneda local o extranjera? Deberían cumplirse cuatro factores clave: confianza en el Gobierno que lo propone y lidera, consenso social y político, costo y condiciones ofrecidas al exteriorizador, facilidad de implementación. Analicemos sintéticamente estos factores.

El grado de confianza y las expectativas en la actual gestión son positivas, pero se trata aún de confianza de corto plazo, por lo cual será condición sine qua non que las autoridades demuestren total transparencia, eficiencia en la implementación y el cumplimiento del marco legal de los organismos internacionales en materia de lavado de dinero y financiación del terrorismo.

En cuanto al consenso social y político, se requerirá generar una visión compartida que asegure el apoyo legislativo y la seguridad jurídica en los procedimientos para otorgar garantía a futuro a los exteriorizadores.

Finalmente, los últimos dos factores deben ofrecer el atractivo fundamental para ingresar al programa.

El costo de exteriorizar capital debe estar en correlación inversa con el plazo de permanencia y el tipo de inversión. Si los recursos ingresan con compromiso de permanencia largo (cinco años) y la inversión se aplica a sectores estratégicos identificados por el Gobierno nacional, a través la inversión en emisiones del mercado de capitales (integración de acciones, obligaciones negociables, fideicomisos financieros u otros regidos por la ley 26831) o de líneas de crédito específicas de entidades financieras, el costo total podría ser del orden del dos por ciento. En el otro extremo, si los recursos exteriorizados permanecen en el exterior y no asumen compromiso de inversión, su costo podría ser del ocho o del diez por ciento.

Los fondos exteriorizados pero no ingresados al país podrían ser utilizados como garantías de emisiones en el mercado de capitales, por ejemplo, como activos de garantía en fideicomisos financieros, lo cual sería un excelente medio para potenciar la inversión a través del mercado y apalancarse en dichos recursos.

Finalmente, un elemento de atractivo deberá ser la facilidad de implementación, para lo cual el titular, individuo o ente jurídico, debería estar autorizado a realizar la operación a través de cualquier institución financiera o agente supervisado por la Comisión Nacional de Valores. Esta propuesta debería lograr una fuente clave de financiamiento para el desarrollo productivo.


Ex director de la Comisión Nacional de Valores