No al gradualismo

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Miembros del Gobierno y de la sociedad aparecen divididos entre quienes prefieren los cambios ya, y aquellos que se inclinan por un paso más lento. En tal contexto queremos focalizar esta divergencia sobre un tópico en particular: nuestro impuesto a las ganancias.

Cierto es que hay un aspecto que en los últimos años, y a partir de la equivocada política seguida por la anterior administración, ha sido ampliamente mediatizado y potenciado sobre todo por los representantes gremiales. Ello está ampliamente justificado por el inválido castigo que sufre la remuneración de obreros y empleados y también por el injusto trato para con los trabajadores independientes.

Pero no podemos sino llamar la atención de los responsables de delinear la política tributaria del país: sería muy grave perder la oportunidad de plantear urgentemente un cambio integral y profundo en este impuesto.

Las razones: los argentinos no nos merecemos un gravamen amparado en figuras jurídicas que han cambiado en nuestro sistema legal (matrimonio igualitario, nuevo Código Civil y Comercial) y que no han tenido reflejo en las normas impositivas sin que la supuesta autonomía del derecho tributario alcance mínimamente para justificar que desde hace años no tengamos certeza, por ejemplo, sobre a qué miembro de una pareja se deben asignar las ganancias; ni tengamos precisiones respecto a negocios que no existían en los orígenes del gravamen (comercio electrónico); que no define cuestiones elementales como por ejemplo si una ganancia por la venta de acciones del exterior debe determinarse en moneda de origen o local; que no tiene en cuenta los efectos de la inflación; que carece de precisiones respecto a qué debe entenderse por "asistencia técnica" provista desde fuera del país, etcétera.

No alcanza entonces con actualizar los montos de algunas deducciones y los tramos de la escala de alícuotas; si bien necesario, ello es claramente insuficiente.

Además de lo anterior, otros temas como el tratamiento del capital, deben revisarse de inmediato; muy difícilmente la inversión (local y extranjera) será atraída si se mantiene una tasa efectiva del 41,50 % sobre el rendimiento de la actividad empresarial. Hace falta una señal contundente para que los actores económicos identifiquen una intención clara en procura de mejorar el clima de negocios.

No debe perderse la oportunidad. El impuesto merece una reforma omnicomprensiva. No se admiten "etapas". Todo debe ser hecho ya; y bien. Para lo cual no debe dejarse a nadie afuera: organizaciones profesionales, académicas y gremiales deben formar parte de este debate. Sin dilaciones.

"Argentinos, ¡a las cosas!" nos dijeron hace ya demasiado tiempo, aludiendo a lo importante que nos resultaría ocuparnos y preocuparnos directamente de ellas y sin más (José Ortega y Gasset, 1939); tenemos mucho con qué demostrar en esta materia que la observación de otro ilustre español quede en una simple curiosidad lingüística: que el único anagrama posible de "argentino" es "ignorante" (Jacinto Benavente, 1922).

Aguirre Saravia & Gebhardt - Abogados