Si hay algo que la realidad nos está marcando, es que el cambio es una de las variables más presentes en nuestra vida hoy, tanto en la tecnología, la ciencia como en la economía y el país. Frente a tanto cambio, es lógico que el paradigma del liderazgo también cambie. Esto ha generado un sinfín de desafíos para quienes desean o tienen que ejercer y desarrollar la desafiante tarea de ser líder.
Una de las transformaciones más importantes es que el liderazgo basado pura y exclusivamente en el logro de la meta está empezando a desaparecer. Un líder hoy debe ser integral y, por eso, es tan importante la ejecución de la tarea y el logro del objetivo como el cuidado de los miembros de los equipos. Actualmente, un líder es aquel que puede llevar adelante la tarea, sin descuidar la contención y el acompañamiento de sus compañeros de trabajo, dejar de ser grupos para ser equipos.
En esta misma línea, el liderazgo, entendido desde su mayor potencial, es una herramienta poderosa para el crecimiento, no sólo el personal, como antes se buscaba, sino también el del otro. Líder es quien hace crecer a los demás, quien los potencia, quien los empodera y acompaña. Liderar es servir y ahí está el secreto.
No alcanza tampoco con que el líder logre pertenencia. Gracias a las redes sociales, "pertenecemos" a muchos lugares. Parecería ser que es más fácil pertenecer que no hacerlo. A veces solamente con un clic, ya estamos allí. El rol del líder ha cambiado y su objetivo ya no es que pertenezcan, sino más bien que quienes participen sientan referencia. Generar identidad. Esto es lógico y natural en nosotros, todos tenemos uno o dos lugares de referencia. Todos tenemos uno o dos grupos que consideramos más referenciales que otros. Pues el liderazgo consiste en lograr referencia para otros. Una persona puede pertenecer a muchos grupos a lo largo de su vida, sin embargo, no todos ellos serán una referencia. Un grupo de referencia es un medio de expansión de la identidad de una persona. Entre sus miembros se genera una influencia en los comportamientos y en las expectativas. Las identificaciones que se producen influyen en el lenguaje y en los criterios.
Esto, que es normal y positivo en la mayoría de los casos, puede no serlo cuando no contempla la diversidad de personalidades e historias. Cuando lo distinto es visto como amenaza, se ajustan los límites de pertenencia y se evita el intercambio con el afuera. Allí está el desafío del líder: generar referencialidad, pero respetar la diversidad.
Otorgar identidad, valores u normas es un funcionamiento normal y cotidiano a la hora de pensar grupalmente. Esto es positivo cuando hablamos de crear una identidad grupal o cuando tratamos de generar un funcionamiento basado en los mismos valores. Apunta y favorece a la cohesión de un grupo, quizá un paso necesario en los comienzos de cualquier equipo. Pero, por distintas razones, esto puede ser negativo una vez que la identidad grupal está definida. Por un lado, los cambios dentro de un grupo son naturales e imposibles de evitar. Por ende, su identidad, al igual que la de las personas que lo conforman, necesariamente va a evolucionar. Es por eso que el rol del líder dentro de un equipo, una empresa o un país siempre será mantener al grupo preparado para el cambio. Un grupo abierto, que permite y acepta los cambios, es un grupo sano. Al igual que las personas y todos los organismos vivos, el intercambio con el exterior es fundamental para la supervivencia. Gestionar los inevitables cambios: ese es el rol del líder en este siglo.
Finalmente, y por eso más importante, el liderazgo se ha democratizado. Todos podemos ser líderes. Por lo pronto, líderes de nuestra propia vida. "Capitanes de nuestra propia alma", como pregona la última frase del poema recitado por Nelson Mandela. Es por eso que un líder, hoy, debe conocerse. La herramienta del autoconocimiento como camino de desarrollo integral es finalmente el vital desafío del líder.