Yo quiero que Víctor Hugo tenga trabajo

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 Anabella Reggiani 162
Anabella Reggiani 162

Aclaración 1: yo quiero que Víctor Hugo Morales tenga trabajo en radio, en la que sea, lo antes posible.

Aclaración 2: estoy en las antípodas del pensamiento de Víctor Hugo Morales, pero no significa que avale que no tenga trabajo. Todo lo contrario.

Aclaración 3: no se puede atacar a los autoritarios actuando como ellos, porque entonces ganaron ellos. Los judíos después del Holocausto no abrieron campos de concentración para los nazis. Los juzgaron en un tribunal.

Aclaración 4: estas líneas pueden ser impresionables para los defensores de la grieta. Tanto ultras K, como ultras anti K.

El kirchnerismo me echó dos veces. En realidad una y la otra intentó.

La primera, muy poco conocida, fue en julio del 2003. Trabajaba como Jefe de Prensa de la Embajada argentina en los Estados Unidos, donde además desempeñaba tareas para el Ministerio de Economía y la Secretaría de Finanzas. El flamante gobierno de Néstor Kirchner me echó por incompatibilidades ideológicas en razón de que antes había sido corresponsal de Radio 10 en aquel país. En ese momento no lo entendí, pero con el paso del tiempo comprobé que tenían razón. Estaban en todo su derecho de hacerlo, al fin y al cabo mi cargo era una designación política, aunque mi trabajo fuera más técnico que otra cosa. Me sorprendió que el motivo no fuera legal -era jefe de prensa de la Embajada, pero formalmente revistaba como personal de la SIDE en el exterior, única manera que encontraron para nombrarme en el 2002- y me shockeó mucho que el problema fuera por mis ideas y pensamiento.

El segundo caso fue más público. Mis continuos chistes e ironías hacia la figura de Cristina Kirchner en mayo del 2010 desde la pantalla de la mañana de C5N fueron demasiado para un cierto kirchnerismo paladar negro. De no ser por Daniel Hadad, que me mantuvo en Radio 10 a la tarde, me siguió pagando el sueldo como si estuviera en la pantalla y logré reponerme 45 días después a la noche, me hubiera quedado en la calle. No digo esto porque esté escribiendo en un medio de Hadad. Si lo estoy haciendo, es porque hace 5 años hizo lo que un periodista necesita del dueño de un medio: defenderme.

No sé cómo será con el resto de las profesiones, pero les aseguro que es muy duro para un periodista quedarse sin trabajo, cuando no media la finalización de un contrato o algún elemento de medición -en TV y radio- que pueda confirmar, digamos, un fracaso profesional. Cuando no se encuentran estos dos elementos, el despedido debe además concurrir a los tribunales, lo cual a su vez, le cierra más puertas laborales todavía, porque siempre se desconfía de aquel que se va de un trabajo con un portazo.

Lo del 2003 fue más duro que lo del 2010, porque el gobierno de Kirchner gozaba de un amplio consenso social, político y mediático. Al despedido -adrede no uso la palabra censurado, para no entrar en el debate del término- lo perseguía y lo persigue el síndrome de que "algo habrá hecho". En un país donde la primera víctima de una investigación es siempre la propia víctima, hay que explicar mucho por qué un medio de comunicación decidió prescindir de tus servicios. Encima, en general, nuestros despidos son rápidamente conocidos en el ambiente, de manera que salvo excepciones, la mancha en el traje cuesta sacarla. En el 2004 hubo amigos que ofrecían pagarme el sueldo, pero que no apareciera ni escribiendo ni hablando en el micrófono y menos en la tele. Durante años llegue a borrar de mi pasado el episodio Washington, porque contar la verdad me cerraba puertas.

La historia después tiene sus vueltas y muchos años después, curiosamente, el kirchnerismo comenzó a tratarme con respeto. "Sabemos que estás en la vereda de enfrente de nuestro pensamiento, pero a diferencia de otros, no sos grosero con nosotros" me dijo un día, no hace mucho, Carlos Zannini.

Cuando no tenía trabajo, lo único que quería era trabajar.

Por eso quiero que Víctor Hugo trabaje. Como en su momento quise que rápidamente Juan Miceli consiguiera canal o Nelson Castro radio.

Cuando TN, Radio Mitre y Canal 13 –donde ahora trabajo- tenían que cerrar sus puertas con cortinas de acero, por temor a agresiones y pendía de un hilo que Martin Sabbatella mandara a la Gendarmería a interrumpir las transmisiones, también me angustié y preocupé. El Grupo Clarín representaba la voz de los que no tenían voz. Era la historia no oficial. De haber sucedido, quizás, no habría tenido lugar la oposición de Sergio Massa y, después, de Mauricio Macri.

Sé que me van a decir que Víctor Hugo no actuaba ya como periodista. Que era un militante. Puede ser. Porque una cosa es afinidad ideológica con un gobierno y otra connivencia política. Lo mismo corre para los colegas de 678.

Inclusive puedo ir más lejos: Víctor Hugo terminó enfermo de su propia medicina. Porque la misma emisora que ahora lo saca del aire porque cambió el poder político en el país, es la que lo hubiera dejado con su programa diario si el que ganaba era Daniel Scioli. Y es la que le renovó el contrato hace dos años, bajo sospechas de que, haciéndolo, se le facilitaría el trámite de su licencia en la AFSCA de Sabbatella.

Pero igual, con todos estos argumentos y los peores que se nos puedan ocurrir, Víctor Hugo Morales tiene que tener aire. ¿Saben por qué? Porque piensa diferente al gobierno actual. El valor de una democracia se consolida en el disenso. Y en como lo sabemos llevar.

No está mal que pensemos diferente. Aun dando por bueno que los argentinos estamos divididos por una sola grieta y que estamos de un lado o del otro –tesis en la que no creo- el problema no son las diferencias. Sino qué hacemos con ellas.

Así como no son tolerables en un régimen democrático y republicano las groserías, los insultos y los aprietes que recibió Juan José Campanella el año pasado por plantear un cambio, tampoco Florencia Peña tiene la obligación de soportar la andanada de disparates y obscenidades por defender a Víctor Hugo ayer. ¿La única manera de defender mi idea es insultando al que defiende una diferente?

Otra conducta que observé en las últimas horas es que para quejarse de un despido –o censura- en un medio de comunicación, hay que tener credenciales históricas de haberse solidarizado con todos los despedidos de todos los medios de comunicación de la Argentina de los últimos 50 años. ¿Dónde dice que soy mejor o peor periodista porque me solidaricé con el despido de Juan Pérez y que eso me permite opinar ahora?

Tampoco es serio el argumento de que como Víctor Hugo es kirchnerista y como el kirchnerismo despidió y persiguió a todos aquellos que pensaran en el mismo sentido, entonces ahora no podía plantear su caso.

Sí, es verdad: el kirchnerismo hizo echar –comenzando por Jorge Lanata en los primeros meses de gobierno- persiguió y trató de acallar todas las voces opositoras (Ley de Medios contra Clarín) y sólo le dio trabajo en los medios públicos a los que defendían su credo. Pregunta: ¿eso le abre la puerta hoy a cualquier medio de comunicación, hospital, estudio jurídico, gomería o verdulería para echar a cualquier kirchnerista por el solo hecho de serlo?

Nunca hay que olvidar que si nos comemos al caníbal ganó el caníbal.

No la pasé bien con el kirchnerismo de entrada. Estuve sin trabajo y nadie me atendía el teléfono. Cuando logré volver al poco tiempo, y se dieron cuenta que "no había cambiado", me volvieron a perseguir. Aprendí por necesidad a convivir con ellos. No les guardo rencor, pero podría. No sé todavía por qué, un día me comenzaron a respetar. Nunca los voté. Y espero que no vuelvan.

Pero aun así y todo, quiero que todos los kirchneristas tengan un lugar donde hacerse escuchar. Probablemente para criticar al Presidente como si nunca hubiesen sido gobierno y menos autoritarios.

¿Saben por qué ? Porque eso es la democracia.