Los Reyes Magos versus Papá Noel

Medios católicos lanzan la polémica: "Papá Noel no existe. Los Magos sí", titula uno de ellos. Los sabios de Oriente son bíblicos, mientras que Santa Claus es una creación publicitaria, afirman

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 Gentileza: broderie-infinie 162
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Es cierto que, si se compara al obispo Nicolás con el personaje supuestamente inspirado en él, salta a la vista que no se parecen en nada. El diseño actual del viejo bonachón y rollizo que trae regalos en su trineo es producto de la estrategia publicitaria de Coca-Cola de los años 1930, dicen los críticos de la secularización de la fiesta de Navidad.

San Nicolás de Bari fue un obispo del siglo IV, más conocido por la versión alemana de su nombre (Santa Klaus). En él se inspiraron los diseñadores del Papá Noel rojo y blanco que hoy tenemos.

En cambio, aunque no hayan sido reyes, ni magos, ni tres, aquellos sabios que llegaron a Belén guiados por una estrella para adorar a Jesús son mencionados en el Evangelio.

Originariamente, en la Navidad no se recibían regalos sino que, al igual que lo hicieron esos misteriosos personajes venidos de Oriente, se le hacían obsequios al Niño Jesús. Sólo con el tiempo fue instalándose la tradición de una fiesta consumista.

 EFE 162
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Como prueba de la importancia que le da la Iglesia al tema, baste decir que Benedicto XVI, en su libro La infancia de Jesús, dedica un capítulo a los Magos que llegaron desde Oriente para adorar a Jesús. Allí comenta el pasaje bíblico que relata el episodio: Mateo, capítulo 2, versículos del 1 al 12.

Para Ratzinger, "difícilmente habrá otro relato bíblico que haya estimulado tanto la fantasía, pero también la investigación y la reflexión, como la historia de los 'Magos' venidos de 'Oriente'"

¿Quiénes eran estos Magos? Responde Ratzinger que la palabra "magos" tiene cuatro significados posibles: 1) se llamaba así a "los pertenecientes a la casta sacerdotal persa"; 2) a los "dotados de saberes y poderes sobrenaturales"; 3) a los "brujos"; y 4) a "embaucadores y seductores".

Los "Magos" de Oriente a los que alude Mateo, dice Benedicto XVI, serían los de la primera acepción; "aunque no pertenecían exactamente a la clase sacerdotal persa, tenían sin embargo un conocimiento religioso y filosófico que se había desarrollado y aún persistía en aquellos ambientes".

Se dice que los "Magos" llegaron a Judea guiados por una estrella. Citando a Kepler (1630), Friedrich Wieseler y Ferrari d'Occhieppo, Ratzinger dice que entre el año 7 y 6 a.C. se produjo "una conjunción de los planetas Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis", que explicaría la extraordinaria luminosidad de la estrella de Belén. Esta pudo ser la primera señal para ponerse en marcha, pero luego los Magos debieron apelar a las Escrituras, a la profecía respecto a la llegada de un Mesías. Siguiendo a Gregorio Nacianceno, el Papa emérito dice: "En el momento mismo en que los Magos se postraron ante Jesús, la astrología había llegado a su fin, porque desde aquel momento las estrellas se moverían en la órbita establecida por Cristo".

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Benedicto XVI comenta la Adoración: "Ante el niño regio, los Magos adoptan la proskýnesis, es decir, se postran ante él. Éste es el homenaje que se rinde a un Dios-Rey". Mateo lo cuenta así: "Entraron en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y, postrándose, lo adoraron; luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra".

Mateo es el único de los cuatro evangelistas que menciona la llegada de los Magos. A partir de los pocos elementos que da este Evangelio, la tradición posterior –y la imaginación- los fueron dotando de características físicas muy precisas.

El evangelista no dice los nombres ni la cantidad de Magos que llegaron a Belén. Solo dice que venían de Oriente siguiendo una estrella y que traían oro, incienso y mirra para el Niño que acababa de nacer. ¿De dónde vino todo lo demás?

La historia tal como se la difunde hoy es que tres Magos –o sabios- llegaron de Oriente a Palestina, guiados por una estrella. Pasaron primero por Jerusalén y allí preguntaron por el recién nacido "rey de los judíos". Esto desató una fuerte agitación en la ciudad, y especialmente en Herodes, que sintió amenazado su poder. Ademas, los expertos que convoca le confirman la profecía del Antiguo Testamento sobre la llegada del Mesías. "Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo", le dicen los Magos a Herodes, no sin ingenuidad. Este les ruega que le comuniquen cualquier novedad sobre su paradero ya que también él quería "adorarlo".

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Pero como la intención asesina de Herodes les fue "revelada en sueños" a los Magos, éstos regresaron a su tierra por otro camino, evitando Jerusalén.

Este escueto relato bíblico fue luego adornado durante la Edad Media. Poco a poco, los Magos se convirtieron en Reyes y desde el siglo VI llevan los nombres que hoy conocemos: Gaspar, Melchor y Baltasar.

Aunque por un tiempo se habló de muchos magos, finalmente el número se estabilizó en tres. No es un número del todo arbitrario: surge de los regalos que llevaban, que eran tres. Un número que además representa la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).

A fines del siglo XIII, Jacobus de Voragine (1228-1298), cronista italiano y Obispo de Génova, escribió un libro llamado La leyenda dorada, en el cual hace el retrato de todos los santos y santas católicos e incluye a los tres Magos de Oriente, reuniendo todas las tradiciones que sobre ellos circulaban hasta el momento, incluso los nombres que se les había empezado a dar desde el siglo VI. Su descripción fue la siguiente: "El primero de los magos se llamaba Melchor, era un anciano de cabellos blancos y larga barba. Obsequió el oro al Señor como su rey, porque el oro significa la realeza de Cristo. El segundo, llamado Gaspar, joven, sin barba, rojo de tez, rindió a Jesús, a través del incienso, el homenaje a su divinidad. El tercero, de rostro negro, luciendo toda la barba, se llamaba Baltasar; la mirra en sus manos recordaba que el Hijo debía morir".

Quedó así fijada la interpretación del significado de los obsequios, que simbolizaban tres características de Jesús: su realeza, su divinidad y su condición humana y mortal. La mirra era una resina aromática que se usaba en la conservación de los cuerpos.

De Magos a Reyes y Santos

En las representaciones más antiguas se los mostraba en trajes persas, con pantalones fruncidos en el tobillo y gorros frigios. Pero a partir del siglo IX se los empezó a representar como Reyes, con coronas.

Luego, los tres personajes encarnaron tres etapas de la vida: el joven es Gaspar, imberbe; el hombre maduro y con barba es Baltasar; y Melchor será un anciano calvo con barba blanca.

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La vocación universalista del cristianismo se refleja también en la iconografía de los Magos: cada uno representa uno de los continentes hasta entones conocidos, Asia, Europa y África. A partir del siglo XV, por lo tanto, encarnan a toda la humanidad: un asiático, un blanco y un negro.

El título de Reyes aparece ya en el siglo III, pero recién en torno al 1200 esa condición empezó a reflejarse en la iconografía que además, poco a poco, les fue agregando camellos y un séquito de sirvientes.

Más tarde, los Magos serán proclamados santos, y sus reliquias, depositadas en la catedral de Colonia, son veneradas hasta hoy. Tienen además su propia fecha, el 6 de enero o Epifanía (revelación, aparición).

Durante mucho tiempo, y en especial entre los cristianos de Oriente, la Epifanía fue una fecha más importante que Navidad porque representaba el momento de la presentación del Niño Dios a los hombres.

Aunque adornados a posteriori con detalles que pertenecen más a lo simbológico que a lo real, lo cierto es que, a diferencia de Papá Noel, los Reyes Magos tienen un origen bíblico y simbolizan mejor el sentido religioso de la Navidad y la Epifanía, mientras que "Santa" está más vinculado a los aspectos laicos, materialistas, de esta fiesta.