Cómo entender a Mauricio Macri

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 Veronica Jacobson 162
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La principal dificultad que plantea cualquier inicio de ciclo es la carencia de las herramientas conceptuales para comprender la nueva etapa. Mauricio Macri no es solo un presidente nuevo, sino un presidente inédito en la historia argentina. Es el primer ingeniero de la democracia nacida en 1983 en llegar a la Primera Magistratura, no sigue ninguna tradición política, no viene de una familia de políticos y llegó al gobierno realizando una carrera absolutamente original, que incluyó la formación de un partido político propio. Es verdad que para alcanzar el poder necesitó realizar una coalición, con la UCR, la Coalición Cívica y el Partido Fe, pero desde la presidencia él reparte las cartas, en un equilibrio que –hasta ahora– no hizo ruidos.

Raúl Alfonsín decía que nadie aprendía a andar en bicicleta y hacer política de grande, pero Macri desafió esa regla que para los que hacen política desde la adolescencia tiene fuerza de ley. Él empezó a hacer política pasados los 40 años, por lo que se trata de un Presidente que cuestiona todos los paradigmas conocidos y que exige la construcción de una nueva epistemología, una teoría basada en parámetros que permitan explicar el fenómeno.

Si partimos del supuesto de que nadie llega a la presidencia sin dominar el arte de la política, la primera gran incógnita es cómo hizo para aprenderlo. Se trata de un saber normalmente accesible para pocos, casi todos sabios, aunque no siempre gocen del afecto popular. Se conoce que Macri hace pocos años, incluso, se aburría con las conversaciones políticas y obsesivo con el uso del tiempo como siempre fue, las consideraba inútiles. Aunque un hombre de su mesa chica le dijo una vez a Infobae que el entrenamiento que reciben los ingenieros brinda un método muy valioso para la superación de cualquier problema, de los más complejos a los más sencillos, como los límites de la personalidad o las costumbres.

El secreto sería lo que se conoce como la "teoría de control", un campo de aprendizaje central en la ingeniería, dedicado al comportamiento de sistemas dinámicos, o sea, cualquier tipo de proceso en la vida real o experimental. En el proceso de control, lo que existe es la realimentación, lo que viene después de hacer cualquier cosa, que normalmente devuelve un error, que hay que reconocer rápidamente para corregirlo, también, rápidamente.

"Macri no tiene aprensión de aceptar el error", dice un ingeniero como él, "porque como enseñaba un profesor que compartimos, el error es una bendición, porque es lo que permite corregir para alcanzar el objetivo, que sin la detección del error, sería imposible".

De hecho, en su discurso, Macri repitió varias veces que va a cometer errores. Más, pidió que se los hagan ver. El error, para esta visión de las cosas, es lo esperable, y lejos de ser negado, es bienvenido, porque carece de valor ontológico, es un instrumento que facilita la corrección.

La segunda gran incógnita es cómo funcionará un gabinete que recupera las reuniones de equipo y buscará opacar las estrellas, salvo una, la de Marcos Peña, el recientemente estrenado Jefe de Gabinete de Ministros. Tiene 38 años y cara de bueno, pero no deja que una mosca vuele sin su autorización y su trabajo será que nadie de la orquesta desafine ni ejecute su instrumento más alto que el resto. Se trata de alguien especial, capaz de decir en tiempos de campaña a quienes lo distraían con reclamos "no me molesten, estoy haciendo un presidente", decía sin sonrojarse. Ahora la incógnita es cómo funcionará alguien tan joven con semejante concentración de poder.

El gabinete de Macri fue definido como "tecnocrático" por muchos analistas, que es una forma de decir "antipolítico". El temor es que, como sucedió con Arturo Frondizi o incluso con Fernando de la Rúa, un grupo de funcionarios preparados sean incapaces de conducirse en las duras arenas de la política argentina o de movilizar una maquinaria estatal poco calificada y decidida a proteger sus privilegios antes que a gestionar para el conjunto de la sociedad.

Por supuesto que ese peligro existe, pero hay que contabilizar que Macri se hizo cargo en el 2007 del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que era una estructura básicamente dominada por su archienemigo Aníbal Ibarra y, aunque le costó, pudo arrancar y tomar un vuelo de crucero después de varios problemas. También hay que tomar en cuenta que muchas ideas que tenía al llegar, las dejó de lado.

Tampoco hay que desconocer que Macri es pragmático, pero muchas veces toma decisiones que están fuera de la racionalidad política tradicional, aún al costo de perder. La más conocida es su decisión de no aliarse con Sergio Massa, pero hay otras, como llevar a Oscar Aguad de candidato a gobernador de la provincia de Córdoba, lo que provocó grandes dificultades en alianza con los radicales, al punto que perdieron. "No fue un capricho, se trató de una decisión política, que sabíamos que tendría costos, porque no nos importa ganar de cualquier forma", dijo la misma fuente de la mesa chica citada más arriba.

La tercera gran incógnita es cómo va a gobernar. El ingeniero consultado explica que "Macri ve al gobierno globalmente, como un sistema complejo, con cientos de procesos, que requieren un minucioso control". Efectivamente, su personalidad descree de mesianismos y cree imposible alcanzar cualquier meta con el mero voluntarismo.

Por otro lado, según lo refleja alguien que lo conoce hace años, "con Macri llega una nueva generación al gobierno, que desplaza a cantidad de técnicos y políticos de gran experiencia, pero cansados."

En efecto, habrá que adaptarse a las legiones de jóvenes con grandes expectativas y poca experiencia que desembarcaron en todas las oficinas del gobierno nacional. Tal vez no conocen demasiado de la vida real, porque hicieron maestrías o doctorados en las mejores universidades del exterior, y conocen poco más allá de su círculo social. Saben que tendrán permiso para equivocarse, pero no para cometer actos deshonestos.

De todos modos, entre esos jóvenes y los círculos rojos expectantes de las decisiones de cada ministerio hay funcionarios curtidos y de gran experiencia política, a los que es difícil venderle pescado por liebre, como Rogelio Frigerio, Patricia Bullrich, Alfonso Prat Gay, Hernán Lombardi, Guillermo Dietrich, por nombrar unos pocos.

La última gran incógnita es cómo se adaptará la sociedad argentina a estos nuevos paradigmas de Gobierno. Para eso, habrá que dejar correr los relojes.