Tuvimos 12 años para ser pesimistas: deskirchnericémonos

Por Germán FermoPor la experiencia argentina del pasado, la idea de no tener un 'súper ministro de economía' con el nuevo Gobierno es razonable. No esperen otra cosa del próximo gabinete que sentido común

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 Nicolás Stulberg 162
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Llegó el momento de cambiar de chip...

Qué tristes estamos todavía, cómo nos cuesta imaginarnos una realidad en donde el diálogo reemplace al hostigamiento, en donde el respeto por una idea distinta reemplace a la indiferencia arrogante, en donde un zapallo que se crea Superman y que desperdició el rally más enorme de commodities de las últimas décadas ya no esté para arruinar todo serialmente una y otra vez. ¿Por qué digo todo esto? Muy sencillo:

Tuiteaba hace un rato: "La idea de no tener un 'súper ministro de economía' es razonable. Siempre que tuvimos un 'cráneno local' que quiso reinventar la rueda la cagamos".

Parece quedar claro que todavía el equipo económico no tiene un plan perfectamente calibrado. Un día escucho una cosa, otro día otra, lo cual tiene sentido: hay que dejarlos pensar un poco y delinear una estrategia que deberá nada más y nada menos que sobrevivir al corto plazo (el cual está minado por todos lados) al mismo tiempo que deberá asegurar estabilidad de mediano plazo. No esperen otra cosa de esta gente que sentido común. Sí, sí, no me equivoqué: hace una década que funcionamos sin él, pero finalmente está de vuelta y eso en sí mismo vale una fortuna. En este contexto, por momentos tengo la sensación de que se está tratando de bajar un cambio a la coyuntura actual, subestimando el conjunto de restricciones con el que arrancará el próximo gobierno. Si este es un juego de expectativas, lo entiendo, pero cuidado: los problemas existen, el cepo es de verdad, los subsidios son realidad, los holdouts no están esperando, la inflación nos quema el mate, no hay reservas, no cometamos el error amateur de subestimar estos temas. Queda claro además que cada día sin decisión es un día más en donde el mercado se impacienta. Es necesario dar señales muy claras y muy rápidas ¡antes de Navidad!

Finalmente el sentido común está de vuelta: eso en sí mismo vale una fortuna

Y para aquellos que se encargaron de dinamitar el corto plazo -y que probablemente se les haga agua la boca al imaginarse los problemas que deberá afrontar el nuevo Presidente- les digo que van a fracasar en este intento de dinamitar todo porque cuando la economía argentina comience a traccionar, su dinámica claramente neutralizará las actuales restricciones. Recuerden la metáfora del corcho abajo del agua. Hoy todavía somos un corcho mojado y sin vida, pero este corcho va a ganar gamma big time y bien rápido. Obviamente que no es fácil: el descalabro macroeconómico en el que se encuentra el país es dantesco, por eso es tan importante utilizar algún tipo de deuda para realizar las correcciones que necesita la economía argentina con un amortiguador, que en este caso es el leverage. El 2016 deberá ser un año de correcciones con leverage que atenúen el impacto social y político. De 2017 a 2019 serán años en donde Argentina deberá crecer para pagar lo prestado en 2016, ¿capisci?

Y en este contexto, a pesar de las innumerables restricciones y dificultades que enfrentaremos durante el 2016, veo mucho muñequito al que le cuesta ponerse optimista. Muchachos: tuvimos 12 años viviendo en un sistema económico incomprensible; los próximos meses nos mostrarán el retorno de Argentina al mundo, al diálogo, al respeto de las instituciones, y hasta quizá nos incluyan otra vez como mercado emergente. Nada de esto está "priceado" totalmente en el mercado. Obviamente que esto será volátil. After all, somos Argentina, pero los próximos meses serán testigos de una deskirchnerización del país entero y eso tendrá un efecto por sí mismo sumamente positivo. Insisto: a mirar el árbol, el tiempo de ser triste, mediocre y pesimista ya fue.



. Ph.D. in Economics, UCLA, Máster en Economía CEMA. Actualmente se desempeña como Director de
y como Director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella.