Vladimir Putin: ¿héroe o villano?

Un muy oportuno libro de Mariano Caucino, "Rusia actor global", ayuda a entender la paradoja de que los mismos que demonizaban al líder ruso hoy lo buscan como aliado, en un mundo que avanza hacia la multipolaridad

Compartir
Compartir articulo

El renacer de un gigante y la inquietud de Occidente es el subtítulo de este nuevo trabajo de Mariano CaucinoRusia actor global (El Estadista, 2015, 459 pág)- que, en un recorrido de Breznev a la actualidad, analiza el rol internacional de esa potencia y sus vínculos con el resto del mundo y con Estados Unidos en particular.

Caucino, abogado y profesor de Política Exterior Argentina e Historia Contemporánea, muestra que, frente a la vuelta de Rusia a las primeras planas de la escena mundial, la opinión del establishment estadounidense no es homogénea sino que se desdobla entre idealistas y realistas, siendo los segundos mucho más proclives a aceptar y convivir con este renacer de la influencia de Moscú fronteras afuera de sus dominios. Y no sólo sucede en Estados Unidos. Es hacia Putin que se vuelven hoy las miradas de los líderes franceses en busca de respaldos para la lucha contra ISIS.

"¿Es Putin la bestia negra que pintan a diario los editoriales de los principales periódicos de Occidente?"

"Entender a Putin es entender a Rusia y a los rusos –escribe Caucino-. Y entender a los rusos frente a Occidente es, tal vez, entender que el mundo, simplemente, es como es. Las reglas de la Historia enseñan que la paz y la prosperidad global suelen asentarse más en la comprensión y aceptación de las grandes tendencias históricas y culturales que en pretender modificarlas a nuestro antojo".

Sin embargo, con frecuencia el presidente ruso es caricaturizado por buena parte de la prensa occidental. Y no sólo la prensa: basta pensar en la serie House of Cards. Pero el presidente ruso emerge hoy como un aliado deseado. "Vladimir Putin –se pregunta entonces el autor- ¿es el héroe que reinstaló la grandeza del país después del colapso del imperio soviético [o] la bestia negra que pintan a diario las editoriales de los principales periódicos de Occidente?"

Rusia actor global responde a estas preguntas y es una lectura útil para exponer aquello que la propaganda política o la acción psicológica con frecuencia ocultan. Pero también es un muy detallado y documentado repaso de la última etapa de la Guerra Fría, de su conclusión, del fin del mundo bipolar y de lo que tal vez fue una oportunidad perdida por Occidente: la de reformular un orden mundial más plural bajo su inspiración.

De todos modos, como lo explica Caucino en su libro y en esta entrevista con Infobae, el mundo multipolar, aunque todavía en proceso, ya es una realidad. Lamentablemente, y pasando al plano local, en ese escenario de nuevas oportunidades, "la Argentina está sub-ejecutada", dice el autor.

"Las potencias occidentales –escribe el autor- primero ignoraron a Rusia y luego la demonizaron, consiguiendo los resultados contrarios a los perseguidos porque terminaron arrinconando a Moscú a solidarizarse con Siria, Irán y Venezuela". Además, "la política de expansión de la OTAN hacia el Este, violando compromisos anteriores, terminó por provocar los más duros instintos del Kremlin", y fue la palanca sobre la cual construyó Putin su liderazgo porque le permitió acicatear el orgullo patriótico herido.

Este libro viene también a llenar un vacío bibliográfico, porque aunque la literatura sobre Rusia es más que abundante, es muy poco lo que producido por autores latinoamericanos.

  163
163

-Su libro es oportuno porque Rusia está como nunca en el candelero. Hay una política contradictoria de Occidente hacia ese país, que se manifiesta claramente en la crisis Siria y en la desestabilización en Medio Oriente y en el mundo árabe, donde el auxilio ruso aparece como crucial.

-La relación de Rusia con Occidente y especialmente con los Estados Unidos siempre oscila entre la cooperación y el conflicto y esa relación está marcada a fuego por el derivado de la Guerra Fría, por el sistema político que dominó al mundo desde los años 50 y hasta la caída de la Unión Soviética en 1991. Esa confrontación entre el bloque occidental y el bloque socialista protagonizado por Washington y Moscú es el sustrato de la política actual; todo lo que está sucediendo hoy en el mundo son las consecuencias del fin de esa etapa, de manera que la relación entre Rusia y EEUU y Occidente en general siempre está dando vueltas alrededor de esa situación. Hay un tema en el cual Rusia y los Estados Unidos cooperan, son aliados, que es la lucha contra ISIS y contra el terrorismo en general. Esa alianza se manifestó muy claramente cuando el 11 de septiembre los Estados Unidos fueron atacados y el presidente Putin fue el primer líder en comunicarse con Bush y les dio el apoyo a los americanos para utilizar logísticamente las instalaciones rusas, sobrevolar el territorio y abastecerse en él para la operación contra Afganistán. Y eso lo hizo Putin contra la opinión del establishment militar ruso que tenía dudas pero él sostuvo esa política de intentar lograr una gran alianza con Estados Unidos. Lo que sucedió después fue que los EEUU y la OTAN especialmente, continuaron avanzando hacia el Este, es decir hubo una serie de expansiones sucesivas hacia los países que antes habían formado parte del Pacto de Varsovia en Europa del Este y luego hubo un intento de que la OTAN y la Unión Europea avanzaran sobre países que eran ex repúblicas soviéticas, de las cuales la más importante y la que siempre ofrece mayor nivel de conflicto es Ucrania, por su tamaño por su riqueza y por su posición geográfica estratégica. Esa actitud expansiva casi hasta las fronteras de Rusia fue mirada primero con inquietud, después con recelo y después con gran rechazo por parte de la dirigencia rusa incluso antes de que Putin fuese presidente, hacia el final de presidencia de Yeltsin.

-Occidente se había comprometido a no hacer eso...

-Sí, cuando se unifica Alemania en los 90, el secretario de Estado John Baker le prometió a Gorbachov que esa unificación no iba a implicar la expansión de la OTAN. Pero durante el gobierno siguiente, el de Bill Clinton, la OTAN se expandió. Hay que decir también que los países ex integrantes del Pacto de Varsovia, Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Rumania, querían entrar a la OTAN como protección ante una posible reaparición de Rusia como gran actor. Pero para Rusia esto es inentendible. Ahí Estados Unidos y Occidente cometieron algunas imprudencias y debieron haber administrado mejor esta cuestión que es el sustrato del conflicto en Ucrania.

"Cayeron dictaduras militares laicas, pero fueron remplazadas por gobiernos totalitarios islámicos extremistas"

-Al derrumbarse la Unión Soviética se le aparece a Occidente la posibilidad de reconstruir un nuevo orden sobre otras bases. Usted parece decir que Occidente dilapidó esa chance, la dejó pasar...

-La teoría que esbozo en mi libro, compartida por muchos autores realistas, especialmente en los Estados Unidos, incluso por figuras como Henry Kissinger, es que en los 25 años que siguieron a la caída y disolución del bloque soviético es que en Occidente hubo una mirada excesivamente optimista sobre ese fenómeno. El sistema comunista había fracaso porque negaba la libertad individual, violaba los derechos humanos y clausuraba la iniciativa privada para la generación de riqueza, y eso todo el mundo lo aceptó y los rusos lo entendieron. Pero se confundió ese fenómeno con la disolución de la Unión Soviética como esquema político. En Occidente se creyó que la democracia liberal y el capitalismo se podían exportar a todo el mundo y que había un solo modelo político y económico. Eso terminó siendo un error porque el mundo volvió a ser como era y la situación que se da ahora en Medio Oriente también tiene que ver con eso: cuando en Occidente se vio con mucha alegría la llamada Primavera Árabe, no se advirtió que eso derivó en crisis mucho peores. Cayeron dictaduras militares laicas, fueron remplazadas por gobiernos totalitarios islámicos extremistas, o por guerras civiles interminables como en Libia, Irak y Siria. Ante esa situación surge el ISIS como opción. Esa mirada occidental -el fin de la historia, las teorías de Fukuyama- fue ingenua y se cometió el error de no entender que el mundo era como era y que a los intereses occidentales, que es lo que nos interesa a nosotros, que finalmente pertenecemos a Occidente y pretendemos que sus valores sean protegidos –los derechos individuales, la economía abierta- esos intereses finalmente fueron mal defendidos, mal protegidos por esa idea un poco ingenua del mundo.

-El actual gobierno ruso es criticado por rasgos autoritarios, pero a veces se llega al extremo de equipararlo a régimen comunista soviético.

-Sí, en Occidente se lo acusa de ser un gobierno de tendencia autoritaria. Si uno lo compara con la democracia por ejemplo en Gran Bretaña, es una democracia de menor intensidad indudablemente, pero si se compara con la situación política de hace 20 años, es un régimen totalmente democrático. Estas situaciones hay que compararlas con su historia y sus posibilidades; si un país avanza y no tiene retrocesos significativos, ese país va por el buen camino. Obviamente si se lo compara con la democracia estadounidense, tiene déficits democráticos. Pero si se lo compara con China, es un país infinitamente más democrático. Además, la experiencia internacional demuestra que cuando los países occidentales se meten en los asuntos internos de otros eso termina siendo malo, prescindiendo de las buenas intenciones. Cuando Estados Unidos bajo el gobierno de Bush adoptó la agenda de promover las revoluciones de colores, en Ucrania, Georgia, Kirguistán- y después en los países árabes, los resultados están a la vista: se produjeron alteraciones más graves de las existentes. Hay que tener cuidado, porque en política internacional hay miradas altruistas, bienintencionadas, que buscan avanzar de manera irreflexiva, muy rápida, y termina siendo peor. La caída del régimen del Sha de Irán, por ejemplo, fue una desgracia para Occidente y para el mundo. Al principio fue visto como algo positivo porque el Sha tenía mala imagen, se lo veía como un gobierno corrupto, pero ¿quién vino después de la caída del Sha de Irán?

-Es curioso que sea Occidente quien promueva o aliente la caída de regímenes laicos, dando paso a la llegada de fundamentalistas.

-Es una política de buenas intenciones, pero muy peligrosa, y que tiene resultados contrarios a los buscados. Hay conciencia de esto en Estados Unidos. En el establishment de política exterior, en los partidos. La tendencia de entender el mundo como es y tratar de adaptarse de la mejor manera posible para los intereses de Occidente fue por ejemplo la de Richard Nixon y de su secretario de Estado, Henry Kissinger; la administración de Bush padre también. Otros gobiernos tuvieron claramente la política de buscar influir sobre la vida interna de otros países. El caso más extremo fue la política de Bush hijo, de alguna manera también iRonald Reagan, pero en otro contexto, y James Carter. La administración de Nixon, con un criterio completamente realista, entendió que para debilitar a la URSS el mejor camino era una alianza con la China Popular, en 1972, y dividir el bloque socialista. Fue una idea sumamente inteligente que logró reforzar la distensión entre el bloque comunista y el bloque occidental y habilitó una época de avances en las relaciones. Después vino el colapso de la URSS y los Estados Unidos quedaron como única superpotencia y esto está complicando las circunstancias del mundo actual.

-¿Estamos viviendo una tercera guerra mundial por partes, como dice el Papa?

-No sé si es una guerra mundial en pedazos, siempre hay conflictos geopolíticos. Sucede que los países centrales, los que tienen una responsabilidad mayor por su alcance territorial, su poderío militar, su membresía permanente en el Consejo de Seguridad, es decir, los grandes actores globales, Estados Unidos primero, China, Rusia, Gran Bretaña, Francia y otros que no son miembros permanentes del Consejo de Seguridad pero sí grandes actores internacionales como Alemania o Japón, tienen que contribuir a la estabilidad del sistema y a que el avance hacia un mundo con un mejor nivel de vida no se haga a costa de poner en riesgo las situaciones existentes. La contradicción entre el criterio idealista y el criterio realista existe siempre y hay que tenerlo presente.

"La Argentina está subejecutada; es un país que tiene más posibilidades que las generadas en estos últimos años"

-Un mundo más multipolar es benéfico para los países que no son actores de primera línea y de hecho estamos yendo hacia la multipolaridad. ¿Cree que Argentina ha sabido aprovechar las posibilidades que esto abre?

-El mundo multipolar es una realidad, guste o no. Porque el sistema unipolar que emergió del fin de la Guerra Fría ha ido mostrando limitaciones. La primera fue la crisis tras los atentados del 2001, la segunda, la crisis financiera global del 2008. Entonces estamos ante un repliegue relativo de los Estados Unidos; no es que EEUU se esté cayendo sino que el surgimiento de otros grandes actores, como China, la Unión Europea, India, Brasil, hace que la economía norteamericana, sin decrecer, ocupe un menor lugar en el total mundial. Hay un sistema mundial que está surgiendo que se podría llegar a parecer al de fines del siglo XIX, cuando había grandes potencias, grandes actores internacionales, como el Imperio Británico, los Estados Unidos, la Alemania unificada después de Bismarck, el Imperio Otomano, el Imperio Ruso, Japón. En el escenario multipolar actual la Argentina es el país número 20 en el mundo y octavo por su territorio, es miembro del G20. A mi modo de ver, la Argentina está sub-ejecutada, es un país que tiene más posibilidades que las que ha podido generar en estos últimos años. La política exterior del gobierno saliente fue una política deliberada de rechazo de las grandes tendencias globales, de un gran rechazo a los países del G7, empezando por Estados Unidos, y se ha recostado en una especie de política tercerista, un poco antigua. Creo que es una etapa que se termina, el nuevo gobierno, por las designaciones que ha hecho, claramente tiene otra postura. Me parece que al mundo multipolar tiene que aprovecharlo mejor, es decir, tratar de conseguir nuevos mercados, de promocionar el país, de generar una política exterior al servicio del desarrollo. Y esto es algo que se va a hacer con el gobierno de Macri, pero también lo hubieran hecho Sergio Massa o Daniel Scioli, porque hay un consenso en la Argentina de que el modelo aislacionista, de rechazo de la comunidad internacional, de los últimos 12 años está totalmente agotado.

-Últimamente Argentina firmó importantes acuerdos bilaterales con China –que generaron polémica- y también justamente con Rusia. ¿Son positivos? ¿Hay que mantenerlos?

-Esos acuerdos los conozco superficialmente, no los he leído en profundidad porque nadie los ha leído en profundidad, porque no están publicados o sólo lo están parcialmente; ni cuando fueron aprobados en el Congreso fueron discutidos en profundidad. Ahora, los convenios internacionales deben ser cumplidos. En nuestra Constitución un tratado internacional tiene jerarquía supra legal, son instrumentos legislativos que están por encima de nuestras leyes, aunque por debajo de la Constitución. Fueron ratificados por el Congreso según las normas establecidas. Ahora bien, si las cláusulas son contrarias a los intereses argentinos, el gobierno tendrá que ver la manera de revertirlos, corregirlos, introducir reservas o renegociarlos... Pienso que a la relación con China y Rusia especialmente en la última etapa del gobierno de Cristina Kirchner se le dio una gran importancia en lo discursivo básicamente y en algunas visitas. Si yo pudiera aconsejar al nuevo gobierno le diría que esa situación la aproveche. Si se ha avanzado en la relación con China, que es la segunda potencia mundial, y con Rusia, que es un gran actor internacional, yo lo aprovecharía lo más posible, pero diría que ahora viene una etapa de tratar de volcarlo en cosas más concretas como la ampliación de las exportaciones y conseguir inversiones para obras en Argentina.

-¿La caricatura que se hace de Putin en una serie como House of Cards, aunque sin nombrarlo, tiene algo que ver con el personaje real?

-No, tiene que ver con la visión que hay en Occidente del personaje. Las dos figuras centrales de Rusia de los últimos 50 años -Gorbachov y Putin-, fundamentales para entender el final de la Unión Soviética y la Rusia actual, merecen exactamente el juicio inverso en Occidente y en Rusia. Gorbachov es una figura admirada en Occidente, porque es el hombre que terminó con el sistema totalitario oprobioso que era el comunismo, pero es odiado en Rusia porque es visto como quien perdió las posiciones imperiales, lo que los rusos consideraban era una gran nación, un gran imperio, porque la Unión Soviética de Stalin es para los rusos un sistema totalitario al que nadie quiere volver, pero también el país que derrotó a la Alemania nazi. En cuanto al orgullo nacional la URSS está en el corazón de los rusos. Ahora, el presidente Putin es una figura enormemente popular en Rusia porque es quien ha recuperado el espíritu nacional ruso y la idea de la gran nación que es casi una fracción del mundo, que está asentada en dos continentes y que tiene un gran rol que jugar como actor internacional. Pero en Occidente es una persona en general muy mal vista, especialmente por la prensa occidental, salvo excepciones, de grupos en Estados Unidos y en Europa que lo ven como un gran líder, como un hombre que está planteando un modelo alternativo a las corrientes habituales.