Me harté

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Es la primera vez en mucho tiempo que me preguntan por mis ideas respecto al gobierno, las elecciones y nuestra política. Si es que a esto que estuvo haciendo el kirchnerismo se le puede decir política. He aquí mi respuesta. No muy distinta a la de la mayoría de los argentinos.

Con cierto pudor les cuento que hace unos años dejé de votar.

No me conformaba ninguna elección y sentía que era perder mi tiempo.

Hoy fui a votar temprano y con muchas ganas. Simbólicamente con las dos manos.

Puse y saqué la boleta varias veces, quería asegurarme que no me habían trampeado con algunos de los tantos trucos que nos avisaron que se harían con las boletas.

Procuré detectar si alguno de la mesa sería el encargado de falsear mi voto, pero mi intuición me indicó que eran todos inocentes.

Me aburrí de que me llamen nazi, de que me sobren, de que me mientan cínicamente

Me fui razonablemente tranquilo a mi casa pensando qué cosas quería cambiar con mi voto.

Me aburrí de que me llamen nazi, de que me sobren, de que me mientan tan cínicamente, de que digan que si no pienso como ellos pertenezco a la represión, que estoy con los comandos civiles o con los fondos buitres o con el juez Griesa, etcétera. Juro que no soy ése que describen.

Me harté de los piquetes, del travestismo que hicieron con los derechos humanos, de los departamentos de Shocklender y venerable compañía, de la bóveda de Lázaro, de las islas Seychelles, de las prepotencias de D'Elia, etcétera.

Me exasperé con las cadenas, la oratoria, las amenazas, los insultos, las descalificaciones, los patios de la morocha, los encapuchados, los vagos, los planes como propuesta y no como respuesta a lo excepcional, el dedo mojado al viento en lugar de las estadísticas, etcétera.

Eso me determinó a votar. Quiero un cambio. Aunque sea pequeño.

Mis expectativas para el próximo gobierno son modestas. Le pido muy poco.

Me gustaría que hablara menos y escuchara más. Que en vez de dicharachero o ingenioso para retruécanos de barricada fuera claro en los propósitos, las dificultades y los avances.

¡Por Dios y la Virgen! Que no se haga el chistoso, ni haga ironías primitivas.

Me sentiría cómodo si no tuviera que estar acordando o discrepando el diagnóstico psiquiátrico con Nelson Castro.

No sé si le insistiría en que sea rápido vencedor en la lucha contra la droga: si lo logra mejor, pero al menos que no la propicie.

Con el juego le pediría generosidad, casino en Mar del Plata, Bariloche, Cataratas y algún lugar más. Las maquinitas, ganadas con el sudor de las frentes de tantos pobres, no las confiscaría, dejaría que las vendan a algún amigo que seguramente tendrán en Las Vegas.

No le pediría universidades que sean las primeras del mundo, sólo que no abra simulacros de casas de estudio sin bibliotecas, ni profesores, ni autoridades calificadas.

¡Miren que poco le pediría! Que los chicos estudien, que los maestros se capaciten, que se acabe la joda de los feriados

Me gustaría conocer aunque sea el nombre del ministro de salud, y de ser posible que fuera un medico con conocimientos del área, no un ministro militante, categoría que hubiera generado curiosidad en Ramón Carrillo. ¡Ah! Y de ser posible que, además de la compraventa de medicamentos y vacunas, haga algo por la alimentación y para que la gente se entere si tiene diabetes antes de la ceguera, presión elevada antes del ACV y colesterol antes del infarto.

¡Miren que poco le pediría! Que los chicos estudien, que los maestros se capaciten y cobren en consecuencia por los días que trabajan, no por los que no lo hacen, que se acabe la joda de los feriados K, que los hospitales atiendan horario completo y sin colas, que los jueces actúen en forma independiente y que los presos cumplan sus condenas.

Con el que nos gobierne quiero compartir los valores del trabajo, del estudio, del respeto

Quiero compartir con el que elijo para que nos gobierne los valores del trabajo, el estudio, el respeto a la gente, la perseverancia, la inteligencia, el cuidado a los niños, los mayores y los desprotegidos por la corrupción, la desidia y la ignorancia de los que se van, en lugar de la burda obsecuencia a los dichos ingeniosos, etcétera.

Dentro de la gente que por sus propios méritos hoy se va, hay muchos buenos funcionarios. Fueron los menos y no pudieron opacar los desastres que brillaron progresivamente durante estos años.

Daniel Scioli estaba en mi interior fuera del espíritu medieval que nos gobernó. Lo más posible es que lo esté, pero es muy difícil parecer casto en un prostíbulo.

Ojala que no vuelvan estos inadaptados nunca más. Dependerá de nosotros

Por eso me levanté temprano para ir a votar.