El tradicional Superclásico del fútbol de Grecia se esperaba con ansias por la duodécima jornada del campeonato. El dueño de casa, Panathinaikos, soñaba con la victoria que le permitiera afirmarse en la segunda colocación de la tabla de posiciones para presionar a su adversario de turno, el líder Olympiacos. Pero en el estadio Apóstolos Nikolaidis de Atenas no hubo tiempo para hablar de asuntos futbolísticos.
Tanto dentro como fuera de la cancha se desataron tremendos incidentes entre los simpatizantes y los agentes de seguridad por un buen rato, y de milagro no se registraron víctimas fatales. Durante los movimientos precompetitivos los fanáticos anfitriones lanzaron bengalas a los futbolistas visitantes, provocando quemaduras menores en algunos de los integrantes de la delegación.
Aunque tomaron la decisión de volver a los vestuarios para evitar que las agresiones pasaran a mayores, no hubo manera de controlar el escándalo que se había iniciado en los alrededores del reducto ubicado en la capital. El mal comportamiento de los hinchas llevó al juez a inclinarse por la suspensión, lo que motivó la invasión del campo de cientos de barras que chocaron cuerpo a cuerpo con la Policía.
El operativo reprimió a los inadaptados con machetes y gas pimienta, además de arrestar a cinco individuos. También fueron derivados a los centros de salud más cercanos un puñado de heridos.
"La ley es clara, el partido no debe ser disputado. No jugaremos en una selva", declaró en la previa el Vicepresidente del Olympiacos, cuando los problemas ya aventuraban un nuevo capítulo oscuro para el fútbol europeo. Cabe destacar que Alejandro Domínguez y Esteban Cambiasso son los representantes argentinos de dicho club.