El patético final del kirchnerismo

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1. En el triunfo todos suelen transpirar virtudes, en las derrotas se desnuda la verdadera identidad del guerrero. Y estos muchachos, que intentaron quedarse con todo, no soportan que los votantes los dejen tan en la nada. En consecuencia, manotean, garrapiñan, muerden donde les parece que hay un escritorio, un salario y algo más para sus vicios de ambiciosos sin límites.


No les fue como pensaban: en Buenos Aires se alteró el relato y Caperucita se comió al lobo. Esperemos que ese cuento se incorpore a Pakapaka. Perder Buenos Aires no era fácil, dejó al candidato Scioli herido de gravedad.


2. Mario Vargas Llosa, nació en el año 36, dice recordar una Buenos Aires maravillosa que el peronismo -piensa- destruyó. Cuando aclara que era mediados de los sesenta, olvida que admiraba lo que su odiado peronismo había construido y todavía su amado autoritarismo de derechas no había logrado destruir.


Soy poco más joven, disfruté de esa sociedad integrada. Sólo por dar un ejemplo, Constitución y Once eran dos plazas donde uno concurría a sus bares y restaurantes. La decadencia se inicia con Celestino Rodrigo, se continúa con Martínez de Hoz y se consolida con Domingo Cavallo.


3. El peronismo molestaba por su generosidad con los humildes, sus enemigos querían terminar con esa -para ellos- exagerada distribución de la riqueza. Los imbéciles creían que copiaban a Estados Unidos, eran tan colonizados como los Kirchner que imaginan que liberarse es hablar mal del supuesto enemigo. Practican un antiimperialismo universitario, como en todo lo que hacen, el discurso es la contracara de sus actos.


La derecha es una ideología, el autoritarismo una enfermedad. Scioli dice ser el continuador de ese virus. En su larga historia el peronismo tuvo izquierdas y derechas, mientras que el estalinismo limita la disidencia, elimina el pensamiento y destruye la democracia. Estos personajes menores utilizando los votos de ayer para imponer la justicia de mañana, están más cerca del delito que de la política.


Algunos peronistas ya reaccionaron, por suerte; otros se siguen haciendo los distraídos. Los negocios se imponen sobre las ideas y sobre la misma dignidad.


4. Los regímenes autoritarios pueden diferenciarse en sus desarrollos, pero suelen parecerse demasiado en la miseria de sus finales. Enamorados del poder, lo abrazan con desesperación, tardan en asumir que la sociedad se cansó de ellos, que ya nadie los soporta. Se asignan poder para tiempos donde no serán votados. Enamorados de las prebendas se sienten limitados por los votantes.


Antes dijeron que la mayoría autorizaba a destruir las instituciones; ahora, ya sin siquiera votos, se abrazan al envoltorio revolucionario que le encontraron a sus robos porque necesitan una justicia que no los persiga, una justicia que acompañe el degradado ejemplo de sus conciencias.


5. Los discursos de la Presidenta a muchos, demasiados, nos generan vergüenza ajena -o mejor dicho- propia, no podemos entender cómo caímos tan bajo. Ella, la Presidenta, no nos resulta un espejo en el cual podamos mirarnos, nos somete a una cuota de tragedia histórica. Y sus seguidores, justificadores y coimeros que rodean la pobreza del relato, todos ellos expresan lo peor de nuestra sociedad.


6. En el peronismo la derrota deja dos líneas sucesorias, como en el fracaso de Luder, estaba Saadi por la continuidad y Cafiero con todos nosotros por la renovación. Ahora quedan Urtubey y Randazzo por dentro del partido oficial y Massa con De la Sota por fuera, como renovación. Si la Presidenta conduce su fuerza a la derrota como todo hace suponer, sus seguidores olvidarán el peso muerto de su recuerdo. Llevar a una derrota siendo mayoría es sólo la obra de una mente egoísta que se sintió necesaria ella y despreció a todo el resto de sus seguidores. Su final será patético; el kirchnerismo no tiene herederos y Cristina no tiene futuro. El peronismo volverá a intentar recuperarse y seguro lo va a lograr, olvidando hoy al kirchnerismo como lo hizo ayer con el menemismo. Estamos recuperando las instituciones de una tropa invasora de autoritarios tan impunes como corruptos. Estamos retornando a la convivencia, era hora.