Siria: el escenario del neoimperialismo ruso

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En Washington todavía no hay acuerdo sobre cómo abordar la situación de Siria en lo relativo a la participación directa de Rusia en el combate. La mayoría de los análisis parecen estar más cerca de las conjeturas de inteligencia que de información confiable.

Algunos analistas no ven nada nuevo en el comportamiento de la Administración Obama en su política hacia Siria, que lleva ya más de cuatro años.

Muchos especialistas sugieren que este silencio puede atribuirse –en parte– a una especie de acuerdo tácito que da a Rusia vía libre en Siria para que Moscú acepte una futura gestión de Washington en la reconstrucción política y económica de Irak, luego de que los rusos hagan el trabajo sucio que esta vez no desea realizar EEUU con los terroristas del ISIS.

Otros dan a la Administración del presidente Barack Obama el beneficio de la duda, creyendo que Washington está empujando a Rusia a una "futura y terrible pesadilla" que dañaría la imagen de su enemigo histórico.

Un tercer grupo de analistas sostiene que con los movimientos de Obama quedaran expuestas las ambiciones regionales de Irán y los consecuentes temores de los cristianos de Oriente Medio y las minorías étnicas que sufren la brutalidad tanto de islamistas sunitas del ISIS como de chiitas de Hezbollah, por lo que Washington estaría dispuesto a permitir mañana, en la reunión de Viena, que Moscú y Teherán aseguren a Bashar al Assad una salida honorable –por medio de elecciones– en la que pueda mantener algunos referentes de su infraestructura familiar y del partido Baasista en un futuro gobierno de posguerra civil.

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Según funcionarios de la Administración Obama, todas estas conjeturas merecen ser tomadas en serio. Por lo menos, tienen sentido, si bien pueden confrontar con la ética y no van en consonancia con la observancia de los derechos humanos y el derecho a la libre determinación del pueblo sirio, cosa que no está en el interés ni el respeto por parte de Putin y sus políticas de impulsar el neoimperialismo ruso.

Sin embargo, lo que preocupa a muchos en lo referente a los ataques aéreos rusos, y contrariamente a los anuncios de Moscú, es que sus ataques no se dirigen al Estado Islámico (ISIS), sino que 9 de cada 10 de ellos son dirigidos a las zonas controladas por grupos de la oposición a Assad, cuando se supone que deberían ser los futuros socios de la comunidad internacional en la esperada solución política siria.

Los ataques de Rusia no se dirigen al ISIS, sino que 9 de cada 10 de ellos son dirigidos a las zonas controladas por grupos de la oposición a Al Assad

Lo que los aviones de guerra rusos han hecho hasta el momento en favor del régimen –además de proporcionar cobertura aérea para el asalto terrestre de la Guardia Revolucionaria iraní– ha sido debilitar y aplastar la alternativa del Ejercito Libre Sirio al ISIS, que es exactamente lo que quieren Al Assad e Irán.

Esta realidad demuestra afirmaciones falsas sobre las intenciones rusas en Siria; las últimas de estas contradicciones fueron manifestadas por el primer ministro ruso, Dimitri Medvedev, quien niega "ayudar a Al Assad", pero declara que todavía lo reconocen como "presidente legítimo" de Siria.

Washington entiende que Rusia no es el único combatiente en Siria. Informaciones de inteligencia norteamericana indican que la República Islámica de Irán está preparando una ofensiva terrestre masiva destinada a fortalecer al régimen para recuperar los distritos del noroeste, perdidos a manos de la oposición en las provincias de Homs, Hama, Idlib y Alepo, donde los ataques aéreos rusos –en particular, en la provincia de Alepo– fueron dirigidos contra zonas tomadas por la oposición, cuando al mismo tiempo, estas mismas zonas se ven sometidas a recurrentes ataques nada menos que por parte del ISIS.

Los intensos bombardeos rusos de Al Ghab (al sur de la provincia de Idlib y el noroeste de la provincia de Hama), al igual que lo acaecido en Jbel al Akrad (en el noreste de la provincia de Latakia), no tienen nada que ver con la lucha contra el ISIS, sino que son el equivalente a la protección de las fronteras orientales de la provincia de Latakia: la fortaleza de la secta alawita a la que pertenece Assad. Lo mismo aplica a los frentes del sur, donde Moscú y Teherán están haciendo todo lo posible para defender la sede del régimen y las instalaciones de seguridad en la capital y sus alrededores.

Irán está preparando una ofensiva terrestre masiva destinada a fortalecer al régimen para recuperar los distritos del noroeste de Siria

Evidentemente, ni a Moscú ni a Washington les gustaría ver un vacío político y de seguridad en Siria similar a lo sucedido en el Irak post-Saddam Hussein, lo que llevaría a una espiral de violencia sin final a la vista. Pero también es cierto que la comunidad internacional no habló con los sirios una sola vez para detener la máquina de matar del régimen ni para confrontar el proyecto regional sectario, expansionista y militarista de Irán.

Irán está ocupando militarmente Siria y también Líbano a través del grupo terrorista Hezbollah, Hassan Nasrallah es su virrey en Beirut y eso es indiscutible para Washington y Bruselas, del mismo modo se comporta en Irak la milicia chiita de Moukhtada al Sadr.

Con todo, lo más grave de este escenario es que Irán se envalentonó a partir del acuerdo nuclear y está explotando esa supuesta debilidad demostrada por EEUU y Occidente. Ello más el impulso económico que recibirán los khameinistas con el descongelamiento de sus activos por miles de millones de dólares al morigerarse las sanciones internacionales sumado al poderío militar y político del neoimperialismo de Putin pueden llevar a la región a un futuro incierto y explosivo.

En cuanto al conflicto palestino-israelí que se transformo en la Tercera Intifada, ello muestra claramente que es imposible garantizar nada a nivel regional ya que el nivel de violencia se profundiza día a día.

Funcionarios norteamericanos y rusos saben perfectamente que en ausencia de acuerdos y acciones concretas, Oriente Medio se mueve hacia una dirección peligrosamente incierta. Washington, que evalúa rápidamente sus posiciones sobre el rol que le cabe en la región, Rusia, con el pretexto de su "lucha contra el terrorismo" y asociada a los iraníes a través de sus apetencias neoimperiales al estilo de la ex Unión Soviética, pueden convertir el escenario en catastrófico.