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La Organización Mundial de la Salud declaró cancerígenos a los embutidos y puso en la mira a las carnes rojas basado en "literatura científica acumulada" y examinada por "un grupo de trabajo de 22 expertos de 10 países".
"La carne transformada fue clasificada como cancerígena para el ser humano, con base en indicaciones suficientes según las cuales su consumo provoca cáncer colorrectal", indicó la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC).
Uno de los entrevistados por The Guardian, Jorge Bacaloni, aseguró que no cambiará su hábito de comer carnes: "Es parte de nuestra cultura".
"Es parte de nuestra historia, de nuestra vida. En Argentina las vacas al menos son criadas en campos y no en cobertizos. Es más natural", argumentó.
Marcela Duhalde recuerda con qué frecuencia come carne: "Odio cocinar así que cuando tengo que hacerlo siempre elijo bife porque es fácil y delicioso. Lo como cuatro o cinco veces por semana".
"Mi familia era muy carnívora. Si no comías carne no lo considerábamos comida".
Duhalde no cree que el informe de la OMS tenga impacto en la Argentina por lo menos en el corto plazo. Pero espera que haga la diferencia en el futuro si hay evidencia real y nuevas campañas como las hay hoy con el tabaco.
El último consultado, Boris Katunaric, asegura que no se cansa de comer carne y que tiene un problema porque al ser un joven periodista, no tiene la cantidad de dinero suficiente como para comprarla más seguido.
"Me encanta la carne, todos los tipos. Soy consciente de que existen riesgos pero siempre me siento mejor cuando la como. Me da energías y me ayuda a pensar".
Sobre los aparentes riesgos, opinó: "Hay que tomarlo con calma. No tengo intenciones de cambiar porque me encanta la carne. Aunque hubiera riesgos, continuaría comiendo. Es como fumar y tomar alcohol. Es rock and roll".