Un Nobel con lecciones para la Argentina

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Angus Deaton, economista escocés graduado en Cambridge y Profesor de la Universidad de Princeton, ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía 2015 por sus trabajos sobre las el origen de la pobreza, las causas del desarrollo, de las desigualdades y de las dificultades para eliminarlas, la forma de medir todas estas variables y su relación con la calidad de vida. Además, el comité de premiación consideró la enorme influencia en la realidad de su labor, puesto que participó activamente en el diseño de políticas eficientes en lo que a calidad ciudadana respecta.


Una de sus últimas obras publicadas tiene el título de "The Great Escape: health, wealth, poverty and the origins of inequality", donde busca, como dice el título, un escape de la lamentable pobreza que azota a numerosos países - incluido el nuestro- hacia el desarrollo y la prosperidad de sus habitantes. Él mismo comenta al inicio de dicha obra que fue una historia muy personal lo que lo ha inspirado a lo largo de su carrera, se trata de la vida de su padre, quién logró salir adelante y brindarle a su familia todas las herramientas para forjar su propio destino.


Hoy tenemos en la Argentina más de 11 millones de pobres sin posibilidad alguna de encontrar trabajo debido a la recesión económica provocada por las distintas decisiones tomadas a lo largo de uno de los gobiernos más inescrupulosos –desde varios puntos de vista- que ha conducido nuestra gran Nación.


Pero en esta breve columna no analizaré los desatinos económicos del kirchnerismo, ya que decenas de especialistas en la materia han detallado en el último tiempo tanto las causas como las consecuencias de la presente crisis, sino que quiero poner en relieve otro cáncer que el oficialismo ha alimentado durante su mandato, haciendo metástasis en todos los órdenes del estado: la calidad institucional.


¿Y por qué citar a un Nobel de Economía a estos propósitos? Es que justamente fue Deaton quien, en numerosas ocasiones, ha resaltado que es la debilidad institucional la que abre la puerta a regímenes extractivos preocupados por vaciar los recursos naturales con el fin de apropiarse al máximo de sus rentas, como está ocurriendo en la Argentina. Estos habitan por lo general en países poco desarrollados, donde los gobernantes no se interesan por la suerte de sus gobernados, la distancia entre ellos es tal que los segundos tienden a considerar a los primeros como los "dueños" del estado y no sencillamente como los administradores del mismo, es decir, en definitiva, unos simples empleados de los ciudadanos a quienes debieran rendir cuentas.


Contrariando las sanas recetas para el desarrollo, nuestra calidad institucional es de las más bajas del mundo, los miedos al fraude son el tema de charla en cada mesa, el INDEC ya no cuenta con credibilidad ni siquiera dentro del mismo organismo, la corrupción es costumbre y no se ha hecho nada contra ella, los marcos regulatorios buscan apropiarse del producto de los emprendedores en lugar de alentarlos a producir, nadie puede abrir su negocio a no ser que pase por numerosos filtros que desaniman a cualquiera y tienen altísimos costos. Así la generación de empleos es una verdadera misión imposible y se refleja en los últimos 4 años sin crecimiento del sector privado.


La pobreza puede y debe ser erradicada de nuestro país, pero para ello debemos cambiar de un Estado opresor a un Estado compañero, de un estado que le pone obstáculos a nuestro camino a uno que construya los rieles sobre los que el sector privado podrá apoyar su actividad con la seguridad de que llegará a buen puerto. La seguridad debe ser la regla, tanto en las calles como en las instituciones de gobierno y hasta en la conciencia de los padres al enviar a sus hijos a la escuela pública, donde deben estar seguros de estar brindándoles la mejor educación, dándoles las herramientas para salir adelante y forjar también su destino.


¿Porqué no darle a los argentinos la posibilidad de un Gran Escape?


La autora es Candidata a Senadora Nacional por Córdoba (Cambiemos).