Paloma Herrera dijo adiós a la danza

La bailarina ofreció su último baile en el Teatro Colón, el mismo templo que le abrió las puertas cuando tenía apenas 7 años. Lágrimas, ovación y esplendor en una noche imborrable para la cultura argentina

Compartir
Compartir articulo
 Nicolas Stulberg 162
Nicolas Stulberg 162

Se levantó por última vez en la noche el paño rojo del telón del Teatro Colón y empezó a llover. Empezaron a llover aplausos y gritos de "¡bravo!" de cada uno de los presentes, todos de pie en un salón histórico. Empezaron a llover ramos de rosas, blancas y rojas, que caían desde ambos costados de las plateas, con gente que lanzaba besos al aire, sin siquiera saber si la protagonista los miraba. Empezaron a llover lágrimas, cuando los padres Marisa y Alberto se asomaron por un costado del escenario y se fundieron junto a ella en un abrazo. Y empezaron a llover papelitos blancos y amarillos que caían de ese cielo de un mismo Colón, que daba su último adiós a la hija prodiga.

Paloma Herrera se despidió de la danza por una puerta inmensa y lo hizo en el mismo lugar al que se había acercado 33 años antes para empezar a tomar clases, después de haberse instruido durante un año con su mentora, Olga Ferri.

Una actuación soberbia en la interpretación de Romeo y Julieta, y nada menos que bajo la dirección de Maximiliano Guerra, sirvió para sacarle el brillo final a una carrera marcada por las hazañas y el talento.

"Estoy feliz. No puedo pedirle más nada a la vida. Haberme despedido en el mismo lugar donde empecé cuando era chica, con mi familia al lado, que es la gente que más amo, fue algo soñado. Jamás en mi vida pensé que iba a llegar a un momento como este, sinceramente", reflexionó la bailarina, apenas una hora después de haber ofrecido su último baile.

Prensa Teatro Colón
Prensa Teatro Colón

Orgullo y agradecimiento mutuo

La ovación producida en la Sala Principal del Colón comenzó poco antes de las once de la noche y duró, de manera ininterrumpida, unos ocho minutos.

Una abuela, vestida de gala para la ocasión, lloraba desconsolada a 14 filas del escenario mientras la nieta, de unos 12 años, le quitaba las lágrimas de la cara. Mientras tanto, en uno de los palcos la actriz Valeria Bertucelli repetía una y otra vez "¡Bravo, bravo!", acompañada por su marido Vicentico y por Esmeralda Mitre, también emocionada.

En esos últimos minutos en el escenario, Paloma Herrera pudo repasar en su cabeza los grandes hitos de su carrera. Como cuando con apenas 15 años firmó un contrato para integrar el American Ballet Theatre. O cuando, a los 19, se convirtió en la artista "Principal" más joven de los 75 años de historia de la compañía.

"Mi vida profesional está cumplida por saber que ayudé a cambiar aunque sea un poco la vida de la gente. A mí me encanta ir al teatro, ir a escuchar música en vivo y siento que todos esos espectáculos me cambian un poco la vida. Si yo pude hacer eso con la gente que me vino a ver, puedo decir que me voy más que feliz", aseguró la estrella de la noche.

Nicolás Stulberg
Nicolás Stulberg

La familia, el mejor premio

El momento más emotivo del espectáculo surgió en el escenario, pero casualmente unos minutos después de finalizada la obra. Sobre uno de los costados del escenario y con un ramo de flores en la mano, apareció su padre Alberto, acompañado de su madre, Marisa. El hombre no pudo contener la emoción y se quebró delante de las 2.500 personas de pie.

"Me siento como cualquier padre que estuviera en una situación similar con su hija. Para mí, esta noche fue muy especial. En la despedida de Paloma en el Metropolitan de Nueva York (en junio) yo no pude estar porque fui operado. En 24 años, fue la primera vez que no la vi en New York. Por eso, esta noche me la debía y mi hija me regaló una actuación brillante", afirmó Alberto Herrera.

Homenaje y el adiós

Una vez que el telón del Colón se bajó, las emociones continuaron detrás de las bambalinas. Paloma Herrera se fundió en un fuerte abrazo con el bailarín español Gonzalo García, quien interpretó a Romeo, y luego recibió una plaqueta homenaje de parte del Colón y entregada por su director general y artístico, Darío Lopérfido.

El show pudo verse de manera gratuita y en pantalla gigante en la Plaza del Vaticano Nicolás Stulberg 162
El show pudo verse de manera gratuita y en pantalla gigante en la Plaza del Vaticano Nicolás Stulberg 162

Le agradezco a este teatro todo lo que me brindó en mi carrera. Poder cerrar el círculo en el mismo lugar donde lo inicié, con mi cultura, con gente que habla mi idioma y en mi país, es lo mejor que me podía pasar. Les agradezco todo y siempre voy a estar apoyando a este lugar, que es muy importante para nosotros", le dijo Herrera a Lopérfido, en modo de agradecimiento.

Poco después llegaría el abrazo en medio de llantos con su hermana, también llamada Marisa, el saludo, agradecimiento y la foto grupal con el ballet estable del Teatro y el final romántico de la noche: un beso apasionado delante de todos con su pareja, Matías Elicagaray.

La bailarina enseña la placa conmemorativa que le obsequió el Teatro Colón Nicolás Stulberg 162
La bailarina enseña la placa conmemorativa que le obsequió el Teatro Colón Nicolás Stulberg 162

La noche se esfumó con un brindis junto a los más íntimos. Paloma ingresó a la sala de la mano de su novio, cual recién casados y una nueva ovación los absorbió. El escenario había quedado atrás, la lluvia se había evaporado. Sólo quedaba la bailarina y su sonrisa del deber bien cumplido.