Daniel Scioli y Mauricio Macri, entre obsesiones y fantasmas

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 Nicolás Stulberg 162
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Las campañas ya dieron todo lo que podían dar, y quizás dieron demasiado poco. Es que la figura central de estas elecciones fue Cristina Kirchner, la Presidente que no puede ser reelegida y se resiste a salir de la escena, pero cuenta con los fenomenales recursos del Estado nacional y el sistema oficialista de medios. Además, los dos candidatos que lideran las encuestas cargan con los traumas y mochilas del pasado reciente.

Daniel Scioli vive obsesionado con no repetir la experiencia de Eduardo Duhalde en 1999, el candidato peronista que se diferenció del presidente Carlos Menem, y cayó derrotado frente a Fernando De la Rúa, el postulante de la Alianza. Scioli vivió la experiencia en forma directa, porque era parte del colectivo menemista que criticaba duramente a Duhalde porque proponía un modelo productivo para salir del cepo para la economía que era el 1 a 1. El menemismo jugó indirectamente para De la Rúa que, paradójicamente, ganó prometiendo que continuaría la convertibilidad.

Las campañas ya dieron todo lo que podían dar

Duhalde era gobernador de la provincia de Buenos Aires y sacó el 38.3% de los votos, pero cayó derrotado porque De la Rúa sacó el 48.4%. La tercera fuerza, que llevaba a Domingo Cavallo como candidato a presidente, sacó 10.3%.

Scioli también es gobernador de Buenos Aires y no quiere repetir la derrota de Duhalde, que se enfrentó a Menem en la campaña. Está convencido que puede terminar con esa ley no escrita en la Argentina que dice que ningún gobernador bonaerense en ejercicio llega a la presidencia de la Nación si tiene el respaldo de Cristina, aun a costa de desperfilarse como candidato y diluirse.

Macri carga con sus propios fantasmas. Vive obsesionado con evitar la asociación con el fracaso de la Alianza, período que estudió especialmente, para evitar cometer los mismos errores. Quienes lo conocen de muy cerca aseguran que esa es la razón por la cual mandó a su gente a decir que no cogobernaría con los radicales, justo cuando la UCR decidió en la convención de Gualeguaychú que respaldaría su candidatura presidencial, provocando una hecatombe entre sus aliados.

Como De la Rúa, Macri es el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y tiene facilitada la imagen nacional de un cargo de esas características, pero también carga con los prejuicios que generan los porteños en el interior, aunque ninguno de los dos lo sea por nacimiento. En opinión de Macri, la debilidad que exhibió De la Rúa en su gestión es la madre de su fracaso, y no tanto las condiciones externas altamente desfavorables que padeció en su tiempo.

Algo parecido, aunque no idéntico, sucedió con la frustrada coalición con Sergio Massa para las elecciones presidenciales. Fueron incontables los pedidos del "círculo rojo" para que aceptara unas PASO conjuntas y, más tarde, que el líder del Frente Renovador fuera el candidato a gobernador de Cambiemos. Pero no hubo caso. Su fijación pasa por no mostrar debilidad frente al peronismo, al que considera más astuto que el PRO, el partido que creó con vocación de largo plazo.

Macri no quiere ser De la Rúa y Scioli no quiere ser Duhalde

Macri no quiere ser De la Rúa y Scioli no quiere ser Duhalde. Ambos, Duhalde y De la Rúa, son la cara del fracaso, la imagen de la derrota electoral en un caso y de la crisis de gobernabilidad en el otro.

Como se niega a diferenciarse, hay quienes dicen que -en caso de ganar- Scioli es el Héctor J. Cámpora de Cristina, es decir, el leal candidato a presidente que se presentó porque el líder no podía hacerlo, fue utilizado por la JP para llevar el gobierno peronista a la izquierda, y renunció cuando Perón se lo pidió, para convocar a nuevas elecciones. Los críticos a Scioli dicen que él es candidato porque la líder no puede serlo, está siendo utilizado por los gobernadores para llevar el gobierno hacia la derecha y renunciará cuando Cristina si lo exija, si no respeta la continuidad del kirchnerismo. Otros, en cambio, dicen que Scioli será como Néstor Kirchner, que se libró rápidamente de su padrino, e impuso el liderazgo sin esfuerzos, a fuerza de lapicera y control de los resortes del Estado.

En el caso de Macri, como no es peronista, aseguran que -en caso de ganar- el peronismo lo jaqueará con determinación, impidiendo por las buenas y por las malas que pueda gobernar, desestabilizándolo desde el primer día. Sus críticos dicen que se trata de un dirigente poco influenciable, que parece que escucha pero sólo hace lo que quiere, y tiende a gestionar con un grupo tan reducido en número como el que rodea a Cristina. Otros, en cambio, dicen que aunque pudo llegar a la presidencia con un padrino (Menem o Duhalde, por ejemplo), Macri eligió llegar cuando él se sintió seguro de que podría hacerlo con un partido nuevo y con alianzas que tejió en forma personal, porque está seguro de que Argentina sólo se puede gobernar con liderazgo fuerte y fuerza propia.

Los argentinos nos encontramos apáticos, casi anestesiados

A siete días de las elecciones que pueden cambiar la historia o continuarla, los argentinos nos encontramos apáticos, con la pasión domesticada, casi anestesiados. Tal vez lo que tengamos es miedo de lo que pueda venir si no tomamos la decisión correcta. Durante 12 años estuvimos sometidos a la presión de un gobierno despótico que pretendió ocupar todos los espacios públicos y avanzar en muchos casos sobre nuestra vida privada, con persecusiones, intervención de teléfonos, introducción de elementos propagandísticos hasta en los jardines de infantes.

La sociedad civil, sin embargo, no se entregó nunca, y salió a la calle cada vez que pudo para ponerle límite al kirchnerismo y su vocación hegemónica. Esa energía democrática que se expresó en las elecciones legislativas del 2013 fue la que evitó que Cristina se animara a reformar la Constitución. Y es la que se está organizando en todo el país para frenar el fraude y la manipulación electoral el 25 de octubre. El populismo es poderoso en la Argentina, pero también la vocación democrática. Queda una semana para decidir. Sepa el pueblo votar.