Argentina deberá trabajar mucho para poder recuperar la confianza de los inversores

Las conclusiones que surgieron sobre el país en la cumbre del Fondo Monetario en Perú reflejan preocupación sobre el rumbo de la economía del país y el escepticismo sobre los desafíos que enfrenta

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Nos volvimos de Lima con la sensación de que para la Argentina todo tiempo pasado fue mejor. Se pudo percibir un incremento del escepticismo sobre las verdaderas posibilidades de que Argentina pueda resolver rápidamente sus problemas macro. También varios participantes reconocieron que cuánto más al tanto están los inversores y analistas sobre la situación argentina, más negativos están respecto de las perspectivas del país.

A continuación algunos por qué:

Brasil como piso. Aún cuando se logre alcanzar un rápido acuerdo, hay riesgos de que no se verifique la "lluvia de dólares" que muchos continúan esperando. Entre otras cosas, porque ahora hay que competir con las tasas que paga el soberano y la deuda corporativa de Brasil.

¿Por qué habría de comprar un inversor internacional deuda argentina a tasas inferiores al 10% cuando Petrobras paga 10% o incluso un poco más? Después de todo, Brasil ya devaluó y está intentando arreglar su situación fiscal, tiene un banco central reputado y creíble y que no duda de aumentar las tasas de interés en el caso que resulte necesario defender el real.

Así, Brasil no sólo compromete las perspectivas de la economía argentina a través del canal comercial/real, sino que lo hace también a través de su potencial efecto sobre el canal financiero que habría de abrirse con un cambio de política económica a partir de 2016.

Brasil como espejo. Para muchos participantes, lo que sucede hoy en Brasil es un excelente campo de análisis de lo que podría suceder si Daniel Scioli se convierte en el próximo presidente argentino. Dilma gana las elecciones presidenciales con una promesa de continuidad frente a la propuesta de cambio de su rival presidencial Aecio Neves.

Sin embargo, a poco de andar quedó en evidencia que se necesitaba la corrección macro de la que hablaba Aecio. Para ello Dilma convocó a uno de los economistas más reputados de Brasil. Es cierto que el cambio se produjo en un contexto de muy baja credibilidad presidencial producto del petrolão. Pero, más allá de eso, es la misma alianza de gobierno la que se opone a las propuestas fiscales presentadas por el ministro Levy.

Tomando esto en cuenta, la probabilidad que se replique la situación de Dilma y de su ministro de economía luce relevante en el caso que gane Scioli.

Devaluación. Otro de los factores que refleja el aumento del escepticismo es el rechazo automático de las recetas fáciles que sugieren que es posible volver a crecer sin depreciar el peso o sin aceptar la depreciación del peso que ya hizo el mercado. Las recetas de depreciación fiscal (vía la baja de impuestos al comercio) o la depreciación real (vía el aumento de la productividad a través de algunas reformas estructurales o de la inversión en infraestructuras) lucen para la mayoría de los que participan del debate sobre el futuro de Argentina como placebos para una situación que demanda otro tipo de tratamiento intensivo. Sobre todo frente a un escenario internacional caracterizado por caída del precio de las commodities y la depreciación de la mayoría de las monedas emergentes, en particular la fuerte depreciación del real brasileño.

Además, ni la depreciación fiscal ni la depreciación real vía aumento de la productividad generan incentivos para los que tienen dólares y los quieren cambiar por pesos para ser invertidos localmente. Nadie estará dispuesto a traer dólares en la víspera de una devaluación. Como tampoco lo estará si percibe que la depreciación inicial, cualquiera sea, luce insuficiente o si el sistema cambiario elegido luce vulnerable, inconsistente o transitorio.

La corrección cambiaria no es sólo una necesidad del sector real de la economía, hoy es también una condición imprescindible para que se produzcan ingresos de capitales relativamente importantes.

Holdouts y financiamiento disponible. Existe un consenso bastante amplio que no será sencillo acordar rápidamente con los Hold-Outs (H-O). Y menos sencillo será si la parte argentina pretende obtener un resultado que no luzca como una capitulación. Está claro, además, que cuánto más necesitado/apurado esté el próximo gobierno por conseguir financiamiento, más sólida será la posición de los H-O. Por ello, a pesar que es el candidato oficial y su entorno los que hablan de "negociar con firmeza", muchos analistas e inversores creen que los H-O preferirían un triunfo de Scioli. Primero porque al oficialismo podría resultarle más fácil contar con el apoyo parlamentario para aprobar las leyes que se necesitan para poder negociar y pagar. Segundo, porque se ha impuesto la impresión que el gradualismo sciolista adolece de una falla importante: la inexistencia de un programa consistente de cambio y estabilización macroeconómica. Y que sin él, la necesidad de contar con más financiamiento externo y más rápido es mayor.

En ese escenario, el gobierno argentino no parece tener a mano ninguna amenaza creíble para que los H-O acepten una quita y cierren rápidamente un acuerdo a la medida de las autoridades argentinas. Algunos inversores y analistas mencionan que el único factor capaz de alinear los intereses de los H-O y de la Argentina es el riesgo de aceleración de los bonos pares hoy impagos. La idea es que con tal de eliminar dicho riesgo, los H-O estarían dispuestos a pedirle al juez que le permita al gobierno argentino pagar los vencimientos impagos, pero no vemos que eso se traduzca en una oportunidad efectiva para que la Argentina coloque deuda en el mercado internacional. Por cuanto una medida cautelar tal estaría vigente por muy poco tiempo y el juez puede levantarla en cualquier momento y ante cualquier episodio que considere que no contribuye al cumplimiento de la sentencia. Ante este panorama, sólo quedaría abierta la posibilidad de seguir colocando deuda en el mercado local, como lo está haciendo el gobierno de CFK. Pero tal opción no luce suficiente frente a la magnitud de las necesidades financieras del sector público durante el año próximo.

FMI. La opción de recurrir al financiamiento de organismos internacionales de crédito y, más en particular, al del FMI apareció entre las más mencionadas por los más escépticos. Hace unos meses atrás se trataba de una opción que era rechazada de plano por la mayoría de los inversores y analistas que siguen la evolución de la economía y de la política argentina. Básicamente porque consideraban que recurrir al financiamiento del FMI era una mala señal. Una señal de debilidad que la pondría en la lista de los países con peor perfil de crédito. Hoy la recomendación es la opuesta. Primero porque el mercado (a partir de algunos indicios dados por las autoridades del FMI) está convencido que ese financiamiento estaría disponible (podría llegar a unos USD20,000 Millones). Segundo porque, producto de las consideraciones que hemos presentado más arriba, ya no creen que Argentina disponga rápidamente de la opción de emitir en los mercados globales de deuda. Sólo subsiste la duda, pertinente por cierto, de si el próximo gobierno querrá o podrá afrontar los costos y restricciones de ir a un programa y monitoreo de metas con de una tribuna doméstica para la que FMI se ha convertido en una mala palabra.

En síntesis, el contexto internacional ya no es el mismo y la necesidad de ajustarse a un escenario de menor crecimiento, debilidad de las commodities de exportación, depreciación de las monedas, y de aumento de las tasas de interés que deben pagar los países emergentes, forma parte del desafío que tendrá que enfrentar el próximo gobierno argentino. Para convencer al mundo que vale la pena apostar por Argentina porque puede volver a crecer con estabilidad nominal y política, el próximo presidente tendrá que hacer un esfuerzo mayor del que hubiese sido necesario con otro contexto externo. El mercado hoy espera ver un programa económico consistente e integral. No alcanzará sólo con cambiar los modos y darle una mano de pintura a un populismo agotado.