Por qué la exploración espacial es clave para el desarrollo de un país

Desde la llegada del hombre a la Luna hasta el reciente envío de sondas a Marte que ayudó a probar la existencia de agua, la conquista del espacio exterior ha reflejado el poderío y ambición de una nación. El prestigioso astrofísico Neil DeGrasse Tyson explica el fenómeno

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 NASA 162
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Desde hace milenios las personas han mirado al cielo nocturno y se han preguntado por nuestro sitio en el universo. No fue sino hasta el siglo XVII que se pensó con seriedad en la posibilidad de explorarlo. En la Propuesta 14 de un libro encantador publicado en 1640, The Discovery of a World in the Moone, el clérigo y entusiasta de la ciencia inglés John Wilkins especula sobre lo que se necesitaría para viajar al espacio:

Sin embargo, con seriedad y buenas bases, afirmo que es posible confeccionar un carruaje volador en el que el hombre pueda sentar se, y darle tal impulso como para que lo lance por el aire; y este, quizá, pueda ser lo suficientemente fuerte como para transportar a diversos hombres al mismo tiempo... Vemos una gran nave flotar del mismo modo que lo hace un corcho diminuto; un águila vuela por el aire igual que lo hace una mínima mosca... Así, no obstante todas las aparentes imposibilidades, es muy posible la invención de una Crónicas del espacio: ante la última frontera manera de viajar a la Luna; y qué contentos estarán aquellos que tengan éxito en este intento.

Trescientos veintinueve años después, los seres humanos llegaron a la Luna abordo de un carruaje llamado Apollo 11, como parte de una inversión sin precedente en ciencia y tecnología, emprendida por un país relativamente joven llamado Estados Unidos de Norteamérica. Dicha empresa condujo a medio siglo de riqueza y bienestar sin precedentes que ahora damos por hecho. Ahora, con nuestro menguante interés en la ciencia, Estados Unidos está camino a rezagarse del resto del mundo industrializado en todos los indicadores de competencia tecnológica.

En décadas recientes, la mayoría de los estudiantes en las escuelas de posgrado de ciencias e ingenierías en Estados Unidos son extranjeros. Hasta la década de los noventa, muchos de ellos venían a Estados Unidos, conseguían su diploma y con gusto se quedaban aquí, empleados en nuestra fuerza de trabajo de alta tecnología. Ahora, con oportunidades económicas emergentes en la India, China, y Europa del Este —las regiones con mayor representación en los programas de ciencias avanzadas e ingeniería en la academia—, muchos de los graduados eligen volver a casa.

No es una fuga de cerebros —porque Estados Unidos nunca ha reivindicado a estos estudiantes como propios—, pero sí es una especie de regresión de cerebros. El lento descenso desde el penthouse, propiciado por las inversiones que hemos realizado en el siglo XX en tecnología y ciencia, ha permanecido oculto todos estos años debido al talento importado. En la siguiente fase de esta regresión empezaremos a perder al talento que capacita al talento. Es un desastre en ciernes; la ciencia y la tecnología son los mayores motores del crecimiento económico en el mundo. Sin un renovado interés en estas áreas, el cómodo estilo de vida al que los estadounidenses se han acostumbrado se terminará rápidamente.

Antes de visitar China en 2002, tenía una imagen de una Beijing de grandes bulevares, llenos de bicicletas como medio principal de transporte. Lo que vi fue algo muy distinto. Claro que siguen ahí los bulevares, pero estaban llenos de autos de lujo; las grúas de construcción urdían un nuevo horizonte más allá de donde el ojo puede ver. China ha terminado de construir la controvertida Presa de Tres Gargantas en el río Yangtsé, el proyecto de ingeniería más grande del mundo —que generará más de veinte veces la energía de la Presa Hoover. También ha construido el aeropuerto más grande del mundo y, a partir del 2010, ha rebasado a Japón como la segunda economía del mundo. Ahora lidera al mundo en exportaciones y emisiones de dióxido de carbono.

Tapa Crónicas del espacio 1583
Tapa de "Crónicas del espacio", el nuevo libro de Neil DeGrasse Tyson.

En octubre de 2003, después de lanzar a su primer taikonauta a la órbita terrestre, China se convirtió en la tercera nación capaz de viajar por el espacio (después de Estados Unidos y Rusia). El siguiente paso: la Luna. Estas ambiciones no sólo requieren dinero, sino también personas suficientemente inteligentes como para descifrar cómo hacerlas realidad, y líderes visionarios capaces de implementarlas.

En China, con una población que se acerca a los 1,500 millones de habitantes, si eres tan inteligente como para ser uno en un millón, entonces habrá 1,500 personas como tú.

Mientras tanto, Europa y la India están redoblando sus esfuerzos para realizar ciencia robótica en plataformas espaciales, y hay un interés creciente por la exploración espacial en más de una docena de países alrededor del mundo, incluidos Israel, Irán, Brasil y Nigeria. China está construyendo un nuevo sitio de lanzamiento, cuya ubicación sólo 19 grados al norte del ecuador, la hace mucho mejor geográficamente para la mayoría de los lanzamientos espaciales que Crónicas del espacio: ante la última frontera 40 Cabo Cañaveral en Estados Unidos. Esta creciente comunidad de naciones preocupadas por el espacio está ávida de ocupar un lugar en el universo aeroespacial. Estados Unidos, contrario a la imagen que tenemos de nosotros mismos, ya no es líder; sólo somos participan tes. Hemos retrocedido al quedarnos quietos.

Pero todavía hay esperanza para nosotros. Uno puede saber algo profundo acerca de una nación al observar lo que ha logrado como cultura. ¿Sabe cuál es el museo más popular del mundo de la última década? No es el Museo Metropolitan de Nueva York. No es el Uffizi en Florencia. No es el Louvre en París. Con un promedio corriente de cerca de 9 millones de visitantes por año, es el Museo Nacional del Aire y el Espacio (National Air and Space Museum) en Washington, D.C., que contiene desde el aeroplano original del los hermanos Wright hasta la cápsula lunar del Apollo 11, y muchas cosas más. Los visitantes internacionales están ansiosos por ver los artefactos del aire y el espacio que guarda este museo porque son un legado estadounidense para el mundo. Más importante aún, el NASM, por sus siglas en inglés representa el ansia por soñar y la voluntad por conseguir esos sueños. Estos rasgos son fundamentalmente humanos y han coincidido de manera fortuita con lo que significa ser estadounidense.

Cuando uno visita países que no tienen este tipo de ambiciones, uno puede sentir la ausencia de esperanza. Debido a todo tipo de razones políticas, económicas y geográficas, las personas están reducidas a preocuparse por dónde pasar la noche o la comida del día siguiente. Es una pena, una tragedia, que muchas personas no puedan pensar. sobre el futuro. La tecnología, con el liderazgo hábil, no sólo resuelve estos problemas sino que permite soñar con el mañana.

"Crónicas del espacio", de Neil DeGrasse Tyson (Crítica).