Daniel Scioli se borró porque no acepta reglas consensuadas

El representante del Frente para la Victoria fue el único candidato a la Presidencia que no participó del encuentro que se realizó en la Facultad de Derecho. El análisis de lo que dejó una jornada histórica

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A la salida del debate presidencial que anoche se realizó en la Facultad de Derecho de la UBA, un grupo de periodistas comentaba el riesgo cero que hubiera corrido Daniel Scioli, de haberse animado a ir. En efecto, no se iba a encontrar con sorpresas, las reglas eran precisas, discutidas y acordadas entre los equipos de los seis candidatos, bajo el monitoreo de la organización Argentina Debate, a lo largo de varios meses de negociación. Ninguno de los candidatos podía romper esas reglas. De hacerlo, hubiera quedado expuesto frente a los demás, y ante los televidentes, en vivo y en directo por televisión de aire, por cable y online.

El principal problema para la asistencia del candidato oficialista fue, justamente, ese: forma parte de una fuerza política que se niega a respetar reglas preexistentes acordadas por un conjunto que lo excede. El FPV es una parte de la sociedad, importante, tal vez mayoritaria, pero no es toda la sociedad. Claramente, y más allá del candidato, se trata de un frente que sólo se siente cómodo cuando puede imponer las reglas.

La realización del primer debate presidencial en la Argentina fue crucial. Se trató de un descomunal esfuerzo de la sociedad civil por inaugurar una tradición, de tipo institucional, que marque un antes y después en nuestra historia, generando una puesta en escena en condiciones de igualdad para todos, en forma independiente a los recursos económicos y de poder de cada coalición.

La puesta en escena igualitaria con reglas consensuadas e imposibles de romper es el mensaje. Es la puesta en escena de la democracia en su momento más sensible, cuando los electores tienen que decidir quién los va a gobernar los próximos cuatro años.

 Télam 162
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La presencia de todos los candidatos presidenciales en un mismo escenario es el mensaje. El escenario es la metáfora de la Nación, el territorio que todos compartimos, la vocación por resolver nuestros problemas sin expulsar a nadie, porque todos somos argentinos, pensemos del modo en que lo hagamos.

Que no todos los medios lo hayan transmitido, tampoco canales independientes que fueron claves en la defensa de la democracia en los años recientes, es la más clara demostración de que la discrecionalidad no es patrimonio del oficialismo.

Que justamente el único ausente haya sido el candidato oficialista habla en sí mismo de su vocación no confesa, gobernar según las reglas de su propia fuerza política, ignorando a las demás, imponiendo, despreciando los acuerdos que hacen de nuestro país una república.

Poner el foco en que el debate fue aburrido, que no sirvió para mejorar las chances electorales de los candidatos, que no alcanzó los 30 puntos de rating como sucede en otros países, espeja la sociedad que tenemos y sirve para explicar que los gobernantes autoritarios argentinos no nacieron en Marte, sino que representan algo de nuestro modo de ser. Es obvio que se está haciendo una apuesta para mejorar la calidad de nuestra democracia a largo plazo, por lo que carece de sentido una posición resultadista de corto plazo, más propia del kirchnerismo duro y puro que de la sociedad que quisiéramos tener en el futuro.

Contra viento y marea, con el fuerte respaldo del Grupo América, Canal 26 e Infobae, se realizó anoche el primer debate presidencial. La carrera de obstáculos que hubo que sortear hasta que se dio aire a la transmisión es inconmensurable. La Argentina sin reglas no quiere rendirse, aunque otra quiere nacer: sí, otra Argentina es posible.