Lalo Mir: "El humor del argentino hoy está un poco esquizofrénico"

Tras más de 40 años de radio, fantasea con tomarse un nuevo año sabático, dice que tener el último celular no le cambia la vida a nadie, pero sí lo hace la histeria que el avance tecnológico produce. "Me podría divertir mucho integrar el jurado de Showmatch por un ratito" asegura

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—¿Qué quedó del pibe de San Pedro?
—Es este, se mixturó con el pibe de capital, pero me siento más sampedrino que porteño. Soy porteño, sin ninguna duda, porque llevo más tiempo viviendo acá, pero me siento absolutamente sampedrino y si no vuelvo, estoy en problemas.

—¿Vas seguido?
—Sí, voy mucho, vivo en los dos lados. Más acá, porque tengo el trabajo e hijas que van al colegio.

—¿Te sentís de la edad que tenés?
—Sí, claro, siento la edad que tengo. La sé. Me siento con bríos, con ganas, soy una persona activa, en general. Me cuesta entender muchas veces por qué a la misma edad los seres humanos podemos ser tan diferentes. Es una cuestión que tiene que ver más con lo psicológico, con cómo hayas jugado con la capacidad de asombro, o con las rutinas, que son lo que más apagan al ser humano. Dicen que el cerebro está preparadísimo para ahorrar energía y lo hace enviándonos a rutinas. Para romper la rutina, hay que darle una patada en el culo al cerebro a cada rato.

—Cumpliste el año pasado 40 años de radio y antes de empezar la nota me hablaste de la fantasía del año sabático. ¿Te imaginás un año sin radio?
—Sí, claro, hace mucho que no me tomo uno. En las tres oportunidades en que me tomé años sabáticos hice otras cosas. Viajé mucho y seguí conectado de alguna manera con los medios o con algún tipo de actividad que no era no hacer nada.

—¿En ese momento fue una elección tuya o una situación laboral?
—Siempre fue elección, fabriqué las situaciones. Si uno quiere estar un año sin trabajar, tiene que hacer muchas cosas para poder vivir gastando dinero, viajando y después volver a reinsertarse. Hay toda una planificación. No es que me voy y vuelvo. Hay gente que debe hacerlo así. Los admiro, yo no puedo. Tengo que tener todo muy seguro y muy atado, si no, no me voy. La incertidumbre no es buena compañera para mí. Necesito la seguridad. Que a la seguridad la llevaron presa, porque nunca se sabe en Argentina.

—¿Hay una probabilidad real en el 2016 de hacerlo?
—En el 2017 tal vez, 2016 no creo, salvo que me apuren. Que no fue lo que me ocurrió anteriormente. Sólo especulo. Tratándose de la Argentina, cualquier cosa es posible, no el año que viene, el próximo minuto.

—¿Hay algún trabajo que digas: " Yo esto no lo haría"?
—Trabajos muy rutinarios, procesos administrativos. Los hice de joven y me ponen en un estado muy neurótico. Tuve una época de administrativo en una oficina de obras públicas y en empresas de construcción que trabajaban con organismos públicos, y durante mucho tiempo hice prorrateos y costos. Era casi una tortura para mí. En ese momento lo hacía porque era mi alimento, pero no lo volvería a hacer. Salvo que necesite comer. En tal caso volvería a hacer cualquier trabajo digno, legal y permitido. O no.

—Si necesitás comer, ¿te imaginás capaz de salir a robar?
—No.

—¿Cuándo tus hijas eran chiquitas tampoco?
—No.

"En el 2017 tal vez me tome un año sabático, pero requieren todo una planificación, la incertidumbre no es buena compañera para mí"

—¿En el jurado de Showmatch te puedo llegar a ver?
—Me podría divertir mucho, por un ratito podría ser. Hemos aprendido que es un territorio de juego. Todos juegan a que es de verdad y se desatan unas pasiones infrahumanas. Si me lo proponen, no sé qué diría.

—¿No te lo propusieron nunca?
—No. Me divertiría más conducir.

—El lugar de [Marcelo] Tinelli.
—Claro, pero es imposible. Marcelo es irreemplazable. Cuando es reality, Gran Hermano o cosas más turbulentas, no sé si me interesa tanto; pero cuando hay show, escenario, orquesta, aplausos y todo eso, sí.

—¿Y con los programas de espectáculos cómo te llevás?
—¿A qué le llamamos "programas de espectáculos"?

Intrusos, Infama...
—No hablan de espectáculos. Hablan de la vida interior de quienes trabajan en los espectáculos. Los programas de espectáculos hablan de espectáculos. No los miro mucho.

—¿Hay alguien a quien no entrevistarías?
—No me saldría entrevistar a un asesino, a una persona muy violenta, a un narcotraficante. Toda esa energía no me interesa. Me interesa más la energía up.

—Si te regalan la posibilidad de tener una charla con quien vos quieras. Un personaje de la historia, vivo, muerto, argentino, extranjero... ¿Quién sería?
—Me gustaría pasar más horas con [Joaquín] Sabina. He tomado unas copas y lo he entrevistado dos o tres veces. Es un personaje que me encantaría tener dos o tres días, irme de viaje. [Mario] Vargas Llosa también me interesa, ahora volví a leer cosas de cuando él era chico y recién empezaba a escribir. Era un tipo notable en el manejo que tiene de la lengua. Me hubiera encantado [Gabriel] García Márquez; no me dio la oportunidad y calculo que Fidel Castro también. Hay días en los que digo que sí y hay días en los que digo que no. Tengo muchas cosas para preguntar.

—¿Qué le preguntarías hoy a Fidel?
—Por qué no hay negros en la revolución. [Está Antonio] Maceo, pero en la primera revolución de 1890, y en Cuba está lleno de negros.

—¿Quién te gusta en la radio, que no seas vos?
—Yo mucho no me gusto.

—¿Por qué?
—Le encuentro mucho error, mucho vicio. Pero eso soy yo. Cada uno con su "locureta". De la radio de hoy, muchas cosas me gustan, está bien la radio de ahora.

—¿Se pueden encontrar cosas nuevas todavía para hacer o es todo más de lo mismo?
—Todos hacemos lo mismo y el medio tiene una lectura muy llana, muy primitiva si se quiere. Hablamos con palabras y pasamos sonidos organizados como canciones, que intentamos que sean éxitos musicales para que sigan atrayendo a las audiencias. Hablamos, nos hacemos preguntas, nos reímos, hacemos chistes y tocamos la guitarra. ¿Qué más podemos hacer en radio? Nada, porque no se escucha. Si salto, no se ve y si le saco la punta al Obelisco, tampoco. Entonces, puedo narrarlo. ¿Y cómo lo narro? Yo a mi manera, cada uno tiene la suya, pero en definitiva todos contamos lo mismo. Contamos drama, contamos alegría, contamos amor, contamos muerte, contamos la vida...

—En estos 40 años, ¿qué sacaste de los oyentes?
—Son la esencia de todo, porque en definitiva son la vuelta. De alguna manera, es lo que te va cambiando y modificando, si no, seríamos locos hablando solos. Yo trabajo de comunicar, porque evidentemente se me caen las palabras. Si no hubiera gente, no tendría sentido.

Hay violencia en la televisión, en los espectáculos, en los deportes, en la vida cotidiana... ¿Por qué no habría violencia en las redes sociales?

—¿Cómo los notás de ánimo hoy a los oyentes?
—Los oyentes son la Argentina, es el humor de hoy, el humor nuestro. Y está medio saltimbanqui, está un poco esquizofrénico.

—A veces en las redes sociales, un poco por la impunidad del anonimato, hay comentarios muy agresivos.
—Me encuentro con cosas muy agresivas también y no en los medios electrónicos. Me encuentro con mucha violencia en televisión, mucha violencia en espectáculos. La violencia está en todas partes. Hay deportes que son increíblemente violentos y se los ve por televisión. Hay sucesos de la vida cotidiana que son extremadamente violentos, no porque la gente se pegue, sino por lo que se dice, por lo que se gestualiza, o por lo que se manifiesta. Entonces, ¿por qué no habría violencia en las redes sociales?

—¿Te gusta cómo avanza la tecnología? Pensaba en la radio con cámara. ¿Cómo te llevás?
—Para mí, sigue siendo un programa de radio que se escucha a través de un parlante. Para el que lo está mirando a través de una pantalla está viendo televisión. Mientras haya un tipo hablando y otro escuchando, manejando un tractor en el medio del campo, se parecerá más a la radio. Pero, en definitiva, no importa tanto.

—¿No?
—No, porque no podemos cambiarlo desde la unidad, desde nosotros mismos. Para mí, va demasiado rápido. El ser humano no alcanza a procesar todo lo que significa cuando ya hay cambios. Es una carrera que se vuelve vertiginosa y se puede volver histérica, por el sólo hecho de ser vertiginosa y proponer el vértigo como única cosa, como único capital. "Quiero tener el último modelo. Quiero tener el 4, quiero tener el 5, quiero tener el 6". Cuando, en realidad, no cambia el sentido de tu vida por darle un microsegundo más de velocidad o bajarle 12 megas menos o más. A la gente no le cambia la vida, pero sí le cambia la vida la histeria que esto produce, porque puede volver a una sociedad más violenta, como decíamos. ¿Por qué? Porque se pone más intolerante. La velocidad me lleva a que no puedo esperar. No soy de decir si esto es bueno o es malo. Va demasiado rápido y me asusta un poco, corremos el riesgo de no saber qué hacer con ella.

—¿Seguís haciendo terapia?
—Sí.

—Sin entrar en detalles, ¿tu última sesión de qué trató?
—De amigo con problemas de salud graves, un poquito de laboral e hijas.

—¿Le tenés miedo a la enfermedad?
—No, me cuido bastante, hago una vida bastante lógica. A medida que pasa el tiempo me vuelvo más cuidadoso, más neurótico seguramente también y más obsesivo con esas cosas. Pero no, miedo no.

—¿Fueron apareciendo otros temores con la paternidad?
—Sí. Hay miedos que son más indescriptibles, como sensaciones. Soy como más apocalíptico, soy escéptico en cierta manera y también muy apocalíptico cuando estoy con el escepticismo desatado. Miro el mundo y digo: "No entiendo adónde vamos. ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene todo esto? Mi esfuerzo, las hijas". Es más existencial si se quiere, como una duda sobre la condición humana, que pareciera que nos empeñáramos en hacerlo todo mal. Después tengo momentos en los cuales miro la otra cara de la moneda y digo: "Pero la civilización avanza y de alguna manera vivimos mejor que en siglos anteriores".

—¿Qué te enoja de la condición humana hoy?
—La necedad, ser tan necio. Que el hombre no aprenda a solucionar las cosas si no es por conflicto y violencia. Si bien hay un gran avance, a veces mirás un poco el mundo y decís: "¡Qué loco todo esto!". Como pasó ahora con las migraciones de Siria, de Libia. El ser humano puede volar sobre el Atlántico en una cama. Si tenés el billete de primera, podés darte una ducha en alguna de estas aerolíneas modernas. Podés ir a mil kilómetros por hora volando sobre el Atlántico y despertarte en otro país. Hacen edificios inteligentes de 4 mil pisos en el medio del desierto y nadie entiende para qué, porque es desierto, como estos lugares de Dubai. Me lleva a pensar que el ser humano puede hacer cualquier cosa que se proponga, hasta la peor. Con la historia uno ya se da cuenta. El ser humano es capaz de cualquier cosa y esa capacidad es maravillosa.

—¿Cómo ves este momento cultural de la Argentina?
—Hay mucha cultura en la nación, en los ministerios y en la ciudad de Buenos Aires. Hay proyectos culturales realmente increíbles. Hay presupuesto para la cultura. Creo que nunca tuvimos esta primavera cultural. Porque la cultura es todo: Es cómo vivimos, cómo vestimos, cómo hablamos y cómo nos comportamos. Evidentemente estamos en una especie de sismo, donde todavía no se refleja. Este avance cultural no se refleja en nuestros días cotidianos, porque tendríamos que ser más educados en cuanto al respeto con el otro, al respeto con la ley. Somos uno de los países en el mundo con más leyes en los códigos, y creo que si sacamos la cuenta, no se respeta ninguna.

Agradecimiento: ?Romina Sala, Peinado y Maquillaje. TW: @RSimagensocial