Alan Pauls: "Estoy orgulloso de los últimos veinte años del cine argentino"

El escritor argentino habló con Teleshow en el Festival Biarritz Amérique Latine

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Agence Photomobile
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El escritor argentino Alan Pauls se encuentra en Biarritz no sólo para hablar de literatura con el público francés -su obra está totalmente traducida- sino fundamentalmente para presidir el Jurado de Largometrajes de la 24a edición del Festival Biarritz Amérique Latine. Dice que la actividad de un jurado es lo más parecido a hacer política y asegura que el debate entre sus miembros es un ejemplo de civilidad donde se guarda un cierto equilibrio en el que "hay que ser sinceros pero no tanto".


"Ser parte del jurado de un festival de cine -explica Pauls entre bromas- es como estar en un reality-show. Estamos seis días encerrados en un lugar del que no podemos salir y en el que nos hacen ver películas". En esta oportunidad, el jurado del que es presidente deberá elegir la mejor película entre las diez candidatas de la sección, dos de las cuales son argentinas: Paulina (La patota), de Santiago Mitre, y El cielo del Centauro, de Hugo Santiago.


Luego de un encuentro literario programado como una de las actividades del Festival y luego también de una larga fila de lectores a la caza de la firma del autor, Infobae pudo hablar a solas con el escritor que, como ex-crítico cinematográfico, tiene una idea personal acerca del cine argentino.


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-En un momento dijiste estar "orgulloso de los últimos veinte años de cine argentino.

-Sí, estoy muy orgulloso. Creo que en dos décadas el cine argentino cambió de manera radical. Fui crítico de cine en los años 80 y mitad de los años 90 y considero que fue el período más mediocre del cine argentino. Así que sufrí mucho. A partir de 1995, más o menos, la crisis en Argentina era tan grande, creo que se producían unos cinco o seis films por año, que los jóvenes cineastas abandonaron completamente la superstición que dominaba el cine argentino que era que hacía falta hacer películas para construir una industria del cine muy fuerte y después hacer las películas interesantes. O sea, primero el cine industrial, después el cine interesante. Entonces un día dijeron: "Vamos a hacer las películas que tenemos ganas de hacer" y eso cambió totalmente el paisaje del cine argentino. No solamente las películas, los directores, los actores sino también los métodos de producción, las ideas, los proyectos. En veinte años tenemos una decena de directores en Argentina que para mí son los mejores cineastas que la Argentina ha tenido en toda su historia. Y veinte años es poco, bien poco.


-¿Cuándo te diste cuenta de que había empezado a cambiar el cine argentino? ¿Hay títulos de películas que den referencias temporales?

-Cuando empezaron a aparecer a mediados de los noventa las películas que mostraban un cine radicalmente distinto. Rapado, de Martín Rejtman, que es del 92. Buenos Aires viceversa, de Alejandro Agresti, que para mí es una película importante; Agresti es un cineasta un poco olvidado ahora pero creo que funcionó un poco como un eslabón importante para ese proto nuevo cine argentino. Pizza, birra y faso es del 97, creo. Hay algo a mediados de los 90 que se empieza a consolidar y creo que en esa consolidación es muy importante la FUC, la Universidad del Cine, de donde sale la gran mayoría de los nuevos cineastas argentinos, y después, ciertas revistas, un cierto movimiento en la crítica que fue muy importante. Revistas como El amante o Film. Ahí se empieza como a armar el nuevo set de condiciones para el cine.


-¿Y el tema del acceso a los créditos del Incaa para filmar?

-Sí, sí. Uno podría también decir que el año 95 fue la sanción de la nueva ley de cine. Fue muy importante porque re-distribuyó totalmente el dinero para el cine, le dio autarquía al Instituto de Cine y ya sus presupuestos no estaban sujetos al manejo discrecional que solía haber. El cine empieza a tener su dinero y también hay una política diferente en el sentido de que ya no se trata de asignar mucho dinero a pocas películas con estrellas como pasaba en los años 80 sino que empieza a haber una cierta intención de favorecer cierta pluralidad. Pero también es cierto que en parte el nuevo cine argentino está hecho de películas que deciden hacerse fuera de las políticas oficiales de fomento cinematográfico y para mí eso es muy importante también, en el sentido de que aparecen nuevos métodos de producción, nuevas formas de hacer películas.


-¿Como cuáles?

-Las películas de Mariano Llinás, por ejemplo. Historias extraordinarias (2008). Están hechas como por fuera del sistema. En Argentina desde hace unos años se hacen muchas películas por año, muchas de ellas pasan como invisibles pero hay muchas películas que se hacen fuera del Instituto.


-Hay un embudo en la distribución y exhibición.

-Sí, hay un problema en la distribución y la exhibición pero sobre todo creo que es un problema de público. Ahora ya sabemos cómo producir directores, cómo producir guionistas, cómo producir películas, pero no sabemos cómo producir público. Eso es complicado.


-Telefé está encontrando el público con sus coproducciones pero son en general mainstream.

-Público para eso siempre hay. El problema es que no hay públicos para películas más complejas, más audaces, más innovadoras.