Dieta paleo: el furor de comer como el hombre de las cavernas

El régimen de nuestros ancestros, a base de carnes, vegetales y frutas, aparece con fuerza en el siglo XXI. Es el más buscado entre los que quieren estar en forma. En qué consiste

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Hace apenas un puñado de milenios, el ser humano solo consumía plantas y animales –en distintas formas– para obtener todos los nutrientes necesarios. Además, la alimentación no era constante. El hombre de las cavernas no podía permitirse el lujo de desayuno, colación, almuerzo, merienda y cena. Comía cuando había.

Pero el pasado siempre vuelve. En la actualidad, la dieta paleo es una vuelta a las raíces que busca reducir el consumo de carbohidratos procesados y refinados (no solo azúcar sino que también granos cultivados), reduciendo la insulina.

La dieta paleolítica fue definida en el año 1985 por el medico norteamericano Loren Eaton. Según este especialista, la genética determina las necesidades nutricionales y los genes del ser humano son idénticos a los de los antepasados salvo en un 0,02 por ciento. Por esta razón conviene volcarse a la dieta ancestral.

Este régimen, bajo en carbohidratos, elimina por completo los lácteos y los cereales. Sostiene que sólo se debe comer entre 20 por ciento y 40 por ciento de carbohidratos, entre 20 por ciento y 35 por ciento de proteínas, y entre 30 por ciento y 45 por ciento de lípidos. En esta dieta no es necesario contar las cantidades ni las calorías. La regla principal es dejar de comer cuando estemos llenos.

Mayormente la alimentación consiste en verduras acompañadas con pescados, huevos, carne y pollo. En menor escala –colaciones– frutas, frutos secos, semillas, especias y hierbas. Requiere cinco comidas al día y recomienda tomar tres litros de agua para eliminar toxinas.

Hace hincapié en que se debe comer con moderación frutos secos, semillas y frutas, ya que son calóricamente densos y estimulan la producción de insulina. También sostiene que se deben eliminar los aceites vegetales –tanto el de maíz como los de girasol, sésamo y soja–, plagados de toxinas y altos en Omega 6.

Durante los primeros seis meses, este tipo de dieta pueden generar una pérdida de peso mayor que otras más tradicionales, pobres en grasas y ricas en glúcidos.