Diez personajes literarios para enamorarse

No son de carne y hueso. Son solo de ficción. Pero se roban el corazón de los lectores

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Enamorarse de alguien que no existe es algo que puede suceder. Sobre todo cuando se pone el cerebro, el alma e inclusive el cuerpo en llegar a la última página de una gran novela. Es que hay personajes en la historia de la literatura tan humanos, tan enormes, tan reales –muchas veces, más reales que la gente misma– que acaban por instalarse en el corazón del lector.

Son esas personas que, aunque no tengan una contraparte de carne y hueso, provocan que, al llegar al final de un libro, se sienta una sensación de vacío. Tiene sentido: tras "convivir" durante un tiempo con un personaje (un día, una semana, un mes; depende del ritmo de lectura de cada uno), cuando ya no está, se lo extraña. Terminar un gran libro se parece a terminar una relación: el personaje se va de la vida del lector cuando la palabra "fin" y la inexorable presencia de la contratapa indican que la aventura terminó.

Estas diez bellísimas criaturas de ficción, todas de la literatura y, a la sazón, todas llevadas al cine, pueden robarle el corazón hasta al más insensible.

Todos aman a un buen perdedor. Y pocos hay tan perdedores como el melómano Rob, adicto a la nicotina y a arruinar relaciones con chicas buenas. Odiarlo por sus defectos muta en el cariño entrañable que despierta su búsqueda.

Pocos personajes son, a primera vista, tan poco amigables como Lisbeth: llena de piercings, dura, vengativa, carente de glamour, menos comunicativa que un ladrillo. Y, sin embargo, por su inteligencia y su nobleza, es imposible no adorarla.

Un personaje menor en el primer libro –de hecho, técnicamete, un "macguffin", un elemento que impulsa la trama sin ser importante en sí mismo–, cobra una relevancia épica sobre el final de la saga. Apasionante verla crecer.

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Hazel Grace Lancaster, de Bajo la misma estrella (John Green)

El sentido del humor –afiladísimo e inteligente– ante el desafío más grande: ni más ni menos que la mismísima muerte. La picardía de sus diálogos con Augustus "Gus" Waters provocan querer tenerla de amiga para toda vida.

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Dagny Taggart y Hank Rearden, de La rebelión de Atlas (Ayn Rand)

Son dos personajes y, a la vez, son una unidad: paradigma de belleza, inteligencia y a la vez espíritu de lucha, combinadas con ese grado de rebeldía que caracteriza a las personas que realmente mantienen al mundo en movimiento.

Ver a Hermione Granger evolucionar de chiquita molesta y sabelotodo a proyecto de mujer de altísimos valores es un viaje literario que nadie debería perderse. Y pocos castings de cine fueron tan perfectos como el que puso a la hechicera en los huesos de Emma Watson.

Aragorn, hijo de Arathorn, heredero de Isildur, señor de los Dunedain, heredero del trono de Gondor, como él mismo se presenta. El guerrero. El hombre que, aún desde sus propias sombras, siempre está, en el momento exacto, cuando más se lo necesita

Gatsby tiene todo excepto la única cosa que realmente quiere: a Daisy Buchanan. Entrañable en su excentricidad, tierno aún en lo patológico de su obsesión con una mujer que nunca será suya, Gatsby –y su misterio– anidan rápido en el corazón del lector.

Pip ama a Estella con una pureza que vence toda distancia de clases. Esa es su lucha, su búsqueda: volverse un caballero digno de esa dama perversa y vengativa; ser otro, solo para poder acercarse a ella.

Pocos personajes hay en la historia de la literatura tan cínicos como el Capitán Butler (y la versión de Clark Gable en pantalla le hace todos los honores). Sin embargo, no solo jamás abandona a Scarlett sino que enternece desde su relación con su hija.