Poskirchnerismo: el infierno tan temido

Con demasiados puntos en común, Scioli y Macri buscan ampliar su base de votos, aunque sin dar muchas precisiones. Las dificultades de un futuro incierto y la falta de estructura propia

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Públicamente pueden decir cualquier cosa. Que el futuro les pertenece, que están cada día mejor en las encuestas, que el contrincante está perdido o nervioso. Pero la verdad es que no están seguros de nada. Peor: sienten que están en terreno pantanoso y desconocido, y hasta dudan del camino que los trajo hasta acá, al lugar que planificaron por años, adonde llegaron, sí, pero bajo condiciones que no imaginaron.

En efecto, Daniel Scioli sabía desde hace tiempo que le era imposible la candidatura a presidente en contra de Cristina Kirchner, pero nunca pensó que no lo dejarían llegar ganando una interna, lo que le hubiera permitido contar con una victoria propia, antes de la batalla presidencial. Alcanzó el cielo, logró su objetivo, pero a diario libra una pelea por su autoridad, con resultados dispares. Por momentos habla como el presidente que todavía no es, repartiendo ministerios que no tiene y desplegando una política exterior que todavía no diseñó, pero esta semana tuvo que decir que Axel Kicillof "es diputado nacional", cuando todavía nadie lo votó, en un intento indirecto por instalar que no será el responsable de las decisiones económicas, algo que el electorado de clase media independiente que busca conquistar no termina de creer.

Mauricio Macri tampoco la tiene fácil. Contra todo pronóstico, logró colocarse como el candidato más competitivo de la oposición, el único con chances de ganarle al oficialismo. Su estrategia fue exitosa, pero al precio de pagar un duro costo con sus seguidores, que todavía no comprenden por qué debe ir a pescar al río de los que aún no tienen decidido su voto, sobreactuando estatismo, mientras su gente está obligada a gastar horas de un tiempo valioso para explicarle a los militantes que nadie puede ganar sólo con los propios.

Scioli y Macri, además, tienen demasiados puntos en común, lo que dificulta el posicionamiento. Ninguno de los dos viene de la política, tampoco son intelectuales, ambos son hijos de empresarios exitosos, pasaron duras pruebas personales que les formaron el carácter, nacieron en Capital, evitan expresarse con agresividad en público, tienen imagen moderada y esposas muy bonitas, que hacen un juego perfecto cada vez que se muestran en pareja.

Scioli eligió llegar sin estructura propia, Macri tiene un partido que no pudo salir de la Capital

Los dos saben escuchar, dan conferencias de prensa, hacen reuniones de gabinete. Para colmo, se conocen hace muchos años y tienen un inmejorable vínculo personal. Es más, varias veces se pusieron de acuerdo para sacarse alguna foto juntos, sobre todo cuando Néstor Kirchner los acorralaba, lo que hace suponer que tuvieron largas conversaciones acerca de la difícil convivencia con el matrimonio presidencial, que ambos padecieron.

¿Por qué votar a uno o a otro? Scioli eligió llegar sin estructura propia y apoyarse en la gran coalición que es el peronismo en el poder, que va desde gobernadores ultraconservadores que aceptaron mansamente el unitarismo K hasta organizaciones de Derechos Humanos desprestigiadas, pasando por intendentes del Conurbano que carecen de escrúpulos y no resuelven ninguno de los problemas de su gente, pero garantizan gobernabiidad.

Macri tiene un partido que no pudo salir en serio de la Capital (la victoria en Villa Allende no califica), pero logró que la UCR decida en su última convención formar parte de una coalición con el PRO, sumándose a la decisión que había tomado la Coalición Cívica de la rebelde Elisa Carrió. Pero la integración está lejos de lograrse, quizás porque el mismo Macri tiene su propia mesa chica dividida, como lo prueba el polémico Jaime Durán Barba, que en esa reunión con intelectuales que trascendió, realizada en el Bar Pericles, para desmentir su influencia, dijo: "Si fuera por mí, jamás hubiéramos ido con los radicales". Contra ellos despotricó en duros términos.

Argentina se apresta a salir de 12 años de kirchnerismo y nada parece seguro. Unos meses atrás, estaba clara la diferencia entre los que preferían la continuidad y los que buscaban un cambio, pero más se acerca la fecha de las definiciones, y las mayorías no saben muy bien qué quieren, porque temen los costos que se avecinan.

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Un consultor cercano al sciolismo, lo puso así: "En 32 años de democracia no hubo ninguna elección presidencial como esta, donde es tan difícil pronosticar el nombre del ganador. Tal vez pueda asemejarse a la de 1983, cuando después de muchos años de dictadura, el electorado no estaba seguro de qué era lo mejor, porque sentía que se despertaba de una pesadilla y no quería enterarse de lo que estaba dejando atrás".

"No es que compare a los años kirchneristas con una dictadura", aclara sin que sea necesario, sino que "es evidente que las mayorías decidieron vivir sin enterarse de los costos que pagó el país por poder comprar en forma masiva un aire acondicionado que no puede usar en verano porque se corta la luz y viajar en colectivo por el diez por ciento que sale un café y en avión a Miami pagando cuotas ridículas, pero temen perder lo alcanzado, aunque sea poco y efímero".

Los equipos de comunicación de Scioli y de Macri lo saben, por eso sólo se dedican a brindar seguridad y evitar precisiones, aunque cada vez falta menos para votar, y el electorado sigue sin ganas de definirse.

En lo Scioli, tienen ganas de lanzar la "Agrupación 10 de agosto", una idea del vicegobernador Gabriel Mariotto, convencido de que el candidato del Frente para la Victoria (FpV) llegará fácilmente a ganar en primera vuelta, si y solo si, los peronistas alejados vuelven al lugar de donde nunca debieron alejarse. Su idea es esperar a las PASO para ir a buscar con ánimo abierto sin importar el origen ideológico, "como lo hizo Néstor después de la derrota del 2009, que le permitió construir la victoria del 2011". Piensan, sobre todo, en las huestes de José Manuel De la Sota y Sergio Massa, pero también en el sindicalismo que se pasó a la oposición, y en cantidad de referentes medios, dispersos a lo largo y a lo ancho del país, que no pudieron recalar todavía en ningún lado. "No hay que preguntar dónde estuvieron, sino si quieren participar de un proyecto para ganar", es lo que transmite Mariotto.

las mayorías no saben muy bien qué quieren porque temen los costos que se avecinan

Por cierto, la posibilidad de un peronismo unido después del 9 de agosto, es el gran talón de Aquiles de Cambiemos, la coalición que apuesta a ganar en segunda vuelta, imposibilitada hasta ahora de concentrar el descontento opositor para ganar en primera.

En el macrismo, en cambio, buscan convertir "la debilidad en fortaleza". "Si en recursos nos ganan 1000 a 1, nosotros seguimos apostando a mantener una conversación estratégica a largo plazo, justamente ahí donde sólo llegan los aparatos políticos, y ahora nosotros, con un vínculo cercano, sólido y de confianza", aseguran.

Parecidos y diferentes, Scioli y Macri sabrán en una semana exactamente con qué piso cuentan para lanzarse en octubre a la batalla más difícil de los últimos 12 años, la que dejará atrás una década ganada para algunos, perdida para otros, desperdiciada según Ernesto Sanz, o aprendida, tal como le dijo el papa Francisco a un amigo peronista. Como sea, es una década que deja tantos problemas estructurales sin resolver, con cuestiones esenciales que están aún peor que en el 2003, que cuesta comprender por qué tanta gente inteligente se pelea por entrar a la Casa Rosada para hacerse cargo del infierno que será gobernar la Argentina.