Lúcido diccionario de la nueva cultura digital

En su primer libro "Hacktivismo", el reconocido emprendedor Santiago Siri entrega un erudito inventario sobre las nuevas realidades tecnológicas y su potencial revolucionario. Infobae publica un extracto

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En 2013 se cumplieron treinta años del resurgimiento de la democracia en Latinoamérica con las elecciones argentinas y de la puesta en funcionamiento de internet tal como la conocemos hoy en día con la activación del protocolo TCP/IP. Son hitos de índole política y tecnológica que marcan a fuego a quienes nacimos por entonces. Internet y la democracia son los ejes que definen la fuerza de cambio de nuestra generación y son tanto la idea como el arma. El software y el hardware.


Existen, claro, miradas críticas hacia la actitud propositiva que esto presupone, y la prédica de "la tecnología todo lo puede" atenta contra el potencial que esta ofrece. Pero frente a la falta de respuestas de un Estado en crisis de representación y, al mismo tiempo, sistemas económicos que tarde o temprano expiran, lo que la Red ofrece es la posibilidad de repensar sistemas de gobierno y moneda —entre otros— desde una estructura de alcance global, incorporando más variables sociales y abriendo el rango de interacciones posibles. Criticar el medio es evadir la cuestión de fondo: nuevas tecnologías abren nuevas formas de pensamiento. Ignorarlas con cinismo reaccionario sin ofrecer alternativas suele ser un lugar cómodo de ocupar. Pero si algo caracteriza a las nuevas generaciones es su capacidad de emprender y salirse de la zona de confort. Hacer más que decir.



Varios de los programadores originales de Twitter eran empleados del startup Odeo, fundado por Evan Williams, cuyo objetivo era hacer una plataforma para escuchar podcasts de manera sencilla, hasta que Apple incluyó esa posibilidad en su popular plataforma iTunes, obligando a Odeo a tener que repensarse a sí misma. Entre aquellos programadores estaban Jack Dorsey, Evan Henshaw y Blaine Cook, que tenían largas conversaciones sobre anarquismo y posturas antisistema que uno puede detectar como herencia del pensamiento hippie revolucionario que aún se respira en la ciudad de San Francisco, y que supo combinarse con el desarrollo de software que ha hecho de esa ciudad el polo de innovación que es. En cierto sentido, no es casual que estas nuevas formas de comunicación generen el impacto político que tienen: estaba en su ADN. Y muchos políticos tomaron nota de la importancia que tienen estas plataformas: actualmente, más de ciento treinta jefes de Estado tienen cuenta oficial en Twitter y eligen ese canal para comunicarse en forma directa con sus ciudadanos. Curiosamente, de los veinte jefes de Estado con más seguidores, ocho son latinoamericanos.


El rol que tienen las redes sociales también ayuda a desenmascarar el juego manipulador que se hace desde los medios tradicionales, donde muchas veces, en complicidad con el poder político de turno, ya no se publican noticias sino que todo pasa a ser un insistente juego de operaciones de prensa. La puja en varios países donde el Estado apunta a controlar los medios industriales (diarios, televisión y radio) no ha podido más que desacreditar a ambos actores: tanto el Estado como los medios terminan perdiendo su credibilidad con sus constantes difamaciones. Los medios digitales como Twitter y Facebook acaban volviéndose tribunas donde colaborativamente se puede construir una mirada más plural sobre la realidad y se relativiza la editorialización parcial que ejercen los medios tradicionales. A medida que la sociedad incorpora estos nuevos hábitos y adquiere esta cultura, se vuelve más propensa al intercambio con el otro. Mientras, el poder político aún se muestra reticente a incorporar esta nueva lógica más allá de su habitual especulación propagandística.


"Hacktivismo", de Santiago Siri (Sudamericana).