Daura, una pieza clave en el engranaje de Boudou

Es la titular de la Casa de la Moneda. Tras su paso por Anses, tuvo un importante ascenso de la mano del Vicepresidente. Las relaciones con el caso Ciccone

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Ingresó en la administración pública mucho tiempo atrás, a fines del 90, pero recién hacia principios del 2011 empezó a saborear el derrame de la "década ganada". La misionera Katya Daura todavía prestaba servicios en la Gerencia de Prestaciones de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) cuando empezó a cosechar lo sembrado de su amistad con Amado Boudou, por entonces ministro de Economía y uno de los funcionarios con más proyección a futuro.

Fue el decreto 107/11, publicado el 5 de febrero de ese año en el Boletín Oficial, el que oficializó el ascenso de la misionera como mandamás de la Casa de la Moneda, que un tiempo después quedaría salpicado por la avanzada del vicepresidente y su entorno en la ex Ciccone. Recién al verano siguiente, tras la confesión de Laura Muñoz, ex mujer del monotributista Alejandro Vandenbroele, se sinceró la designación de Daura: Boudou necesitaba alguien de estrecha confianza al frente del organismo encargado de la fabricación de billetes, una parte crucial del plan pergeñado para dotar de poder a la ex imprenta de la familia Ciccone mientras se debilitaba a la Casa de la Moneda.

Boudou y Daura afianzaron su relación en el auditorio del segundo piso del edificio de la ANSES, en la esquina de Córdoba y Maipú, en el barrio porteño de Retiro, donde solían alargar las reuniones hasta altas horas de la tarde. Los empleados del organismo que pasaron por aquella administración recuerdan que trabajan codo a codo. A solas.

La estrechez entre ambos fue tal que la funcionaria logró ubicar a su pareja, Manuel Somoza -con quien tiene tres hijos-, primero en el Ministerio de Economía y luego en el Senado, tras el desembarco de Boudou en la Cámara alta. Somoza todavía pertenece al staff permanente del Congreso, aunque a su lado confiaron que trata de pasar lo más desapercibido posible.

Cuando la funcionaria recaló al frente de la Casa de la Moneda lo hizo junto a otro viejo amigo de la infancia del vicepresidente: Juan Claudio Tristán, que hasta el 2010 había integrado el directorio de OM, una de las primeras sociedades del millonario José María Núñez Carmona, socio y mejor amigo de Boudou, dedicada al rubro postal. Habrá sido ese antecedente el que luego empujó a Tristán hasta le jefatura del Correo Argentino, cargo que todavía ejerce, ajeno a los desaguisados judiciales del ex ministro de Economía.

Entre los pergaminos de Daura se destacó la de trabar el equipamiento del organismo, tal como publicó hace más de dos años Nicolás Wiñazki en el diario Clarín. El periodista detalló la resistencia de la funcionaria a la compra de máquinas destinadas a la fabricación del papel moneda por "falta de mantenimiento", según los registros contables oficiales. Hacía referencia a la compra de dos impresoras calcográficas Super Orlof Intaglio y otra Offset Super Simultan IV que nunca llegaron. La estrategia era mudar la confección de los billetes de 100 pesos, cada vez más demandados por la creciente inflación, a la planta de la ex Ciccone en Don Torcuato, por entonces en manos del vicepresidente a través de su socio y de The Old Fund, el fondo timoneado solo en los papeles por Vandenbroele. Así lo escribió el juez Ariel Lijo en su fallo de más de 300 carillas en junio del año pasado, avalado por los tribunales de alzada y a la espera ahora de la elevación a juicio oral.

Daura fue una pieza más de ese engranaje que el vicepresidente aceitó con demasiada osadía para llevar adelante un ambicioso negocio que contó con la participación estelar de Núñez Carmona, que en esos menesteres supo moverse como pez en el agua. Ayudado por el joven César Guido Forcieri, de probada confianza de Boudou en los despachos que ocupó –y ocupa- en su paso por la administración pública. En ese círculo íntimo, el límite entre lo público y lo privado fue más endeble que el habitual.

A pesar de su participación en el emblemático caso Ciccone, la mujer hizo y deshizo a su antojo al frente del organismo que aún preside. Cuando arribó al edificio de la calle Antártida Argentina al 2000, en Retiro, lo hizo con un cocinero personal, con algunos familiares cercanos y con decenas de empleados fieles. Durante el apogeo de los negocios entre el Estado y la ex Ciccone, ella solía trasladar a los empleados del organismo a la imprenta de Don Torcuato en una combi que iba y venía entre ambos edificios, según explicaron en su momento algunos de ellos a la revista Noticias.

Si Daura había logrado hasta ahora pasar bastante desapercibida, a pesar de su ligazón con Boudou y de los desatinos judiciales de éste, fue en parte porque el Gobierno quiso que así fuera. "Ese organismo tiene aftosa", asegura una fuente al tanto de la gestión de la Casa de la Moneda para explicar por qué, por ejemplo, La Cámpora no avanzó sobre esa área, a sabiendas de que la voracidad es una de las principales cualidades de la agrupación juvenil. El ministro Axel Kicillof, por caso, no dejó edificio por intervenir. ¿Para qué interferir en un edificio fisgoneado por la lupa de la Justicia? La Presidenta, sin embargo, no tuvo empacho en mostrarse junto a la funcionaria en las últimas presentaciones en la Casa Rosada en la que anunciaron la confección de los nuevos y conmemorativos billetes de 100 pesos.

Daura, de hecho, copó casi todas las gerencias del organismo que preside. Pero no se olvida de sus raíces: según sus allegados, suele verse con Boudou cada tres semanas. Aunque no con la frecuencia de antes. "Con Amado somos amigos, me llama a cualquier hora para contarme sus problemas", fue la carta de presentación de la misionera en su primera reunión con los trabajadores del organismo.