El festejo fue medido en la sede de campaña del PRO

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"¡Vamos muchachos, esto parece un velorio!". La radiografía un tanto exagerada de Marcos Peña, uno de los más influyentes funcionarios del Gobierno porteño, ante un puñado de militantes que lo rodeaban, marcó la temperatura de anoche en el búnker de Costa Salguero, el habitual escenario de las celebraciones macristas desde hace años. Al borde de las 21 del domingo, el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta era demasiado holgado y contundente en comparación al medido festejo de los dirigentes, funcionarios e invitados del PRO. Fue en ese momento, entre el discurso triunfal del jefe de Gabinete y el baile imperfecto de Mauricio Macri, que Fernando de Andreis, jefe de campaña local, tuvo que salir a arengar a la tropa, que contestó con un muy tibio "se siente, se siente, Macri presidente", que duró lo que un suspiro.

En realidad fue uno de los funcionarios más encumbrados del PRO el que le confesó a Infobae ya entrada la noche que la tibieza del festejo obedeció a una orden de la cúpula partidaria, que prefirió guardar algo del cotillón para el domingo 19, cuando se defina la sucesión del jefe de Gobierno porteño.

La explicación a la sobria algarabía no habría que buscarla en la contundencia de la victoria de Rodríguez Larreta, que superó los 44 puntos de intención de voto, el objetivo buscado por su equipo de campaña. Al final fueron casi 46. Tampoco hay que hurgar en los veinte puntos que separan al PRO de Martín Lousteau, una enorme diferencia. Mucho menos en otro de los dilemas al que le temían los asesores de Macri: que los votos que Gabriela Michetti cosechó en las PASO migraran hacia otro lado.

La respuesta al festejo medido de anoche en Costa Salguero está en la expectativa que se generó en los últimos días en el entorno de Rodríguez Larreta, que encontró ayer su pico más álgido. A media mañana, el pronóstico provisorio en el búnker PRO le daba al jefe de Gabinete el 56 por ciento de los votos. Después del mediodía, arrojaba 53. Los cálculos más conservadores marcaban entre 47 y 49. Ninguno de ellos por debajo de 46, en ningún momento. Fue entre esas horas plagadas de versiones y números cruzados que el candidato porteño les ordenó a sus más íntimos cerrar los teléfonos y cortar de cuajo con las bocas de urna. A medida que el escrutinio provisorio empezó a cobrar realeza, el alboroto empezó a mermar.

No hubo en los días previos ninguna encuesta seria que diera ganador en primera vuelta al delfín de Macri, y la historia electoral de la ciudad de Buenos Aires volvió a pisar fuerte para dejar bien en claro que el ballottage en territorio porteño es inevitable. Pero la efusividad con la que los asesores del PRO empezaron a colmar el amplio refugio de Costa Salguero con un supuesto puntaje mucho más cercano al 50 que al 45 por ciento dejó una sensación agridulce. Dulce por la contundencia del resultado. Agria porque se esperaban un par de puntos más. Y porque hacen falta dos semanas más de campaña en las que el aparato macrista podría estar abocado de lleno a apuntalar la postulación de María Eugenia Vidal, la verdadera obsesión de Macri en el distrito más crucial del país.

El PRO, además, se sentiría mucho más cómodo en un ballottage con Mariano Recalde y no con Lousteau, el rival con el que comparten simpatías y alianzas a nivel nacional. Por algo el propio ex ministro de Economía de Cristina Kirchner reconoció antes de las PASO, en el ciclo "Café Político" de Infobae, que Macri le había ofrecido un despacho en la Casa Rosada en caso de ser presidente, y que él lo había declinado.

Igual que en las PASO, el búnker de Costa Salguero se vistió de todos colores para albergar al gabinete en pleno del PRO y a los más importantes dirigentes de todo el país. Entre dulces –medialunas con jamón y queso, tortas y alfajores- y salados –empanadas y calzones-, se amontonaron además los familiares de Rodríguez Larreta y los principales asesores comunicacionales, con Jaime Durán Barba a la cabeza. Nicolás Caputo, socio fundacional del PRO, también estuvo presente. Rodríguez Larreta, que había almorzado con su mujer, Bárbara Diez, y sus hijas en la parrilla "La Brigada" de San Telmo, terminó la noche un tanto atribulado: su mujer, embarazada de un par de meses, sufrió una leve descompostura que la tuvo a mal traer. El resto de los allegados al jefe de Gabinete y parte del Gobierno porteño siguió la velada en "Caix", el boliche elegido para brindar por el triunfo.